La crisis del sueño australiano de la vivienda estalla en las urnas con el voto protesta de los jóvenes

En Sídney, el coste medio de un piso llegó al récord de 760.000 dólares en marzo, según la consultora CoreLogic y algunos rankings la sitúan como la segunda ciudad más cara del mundo para comprar una casa, después de Hong Kong.

El problema de la vivienda no parece que sea exclusivo de España ni de otros países de Europa. En Australia el acceso a un piso corriente es una misión prácticamente imposible para los jóvenes. Los precios están por las nubes y permitirse un alquiler o comprar un apartamento es muy complicado.

El alto coste de vida y la guerra arancelaria se suman a un problema que no ha escapado de las agendas de campaña de los candidatos en las elecciones que se celebran este sábado y en la que 18 millones de australianos están llamados a votar.

Una tormenta perfecta de precios astronómicos, aumentos de alquileres y falta de viviendas de protección oficial ha forzado a los candidatos a poner en primera línea el problema y enarbolar la bandera de la habitabilidad con promesas de soluciones. En el Partido Laborista el primer ministro Anthony Albanese insistió en que su plan resolverá un escenario de difícil solución a corto plazo, pero lo mismo planteó la Coalición Liberal-Nacional de Peter Dutton. La conquista del voto joven forma parte de la batalla de hoy en las urnas.

Tom es uno de los más de 4 millones de australianos, de 18 llamados a las urnas, que han optado por el voto anticipado para las elecciones federales del 3 de mayo en Australia.

Lo ha hecho en el corazón de Sídney y se siente un privilegiado. A sus 26 años trabaja como jefe de operaciones en una empresa de análisis de datos y se acaba de comprar su primer apartamento.

«(La crisis de vivienda) es mi primera preocupación», reconoce en declaraciones a la agencia Efe. «Requiere –añade– que se piense a largo plazo y no creo que ninguno de los principales partidos lo esté haciendo»

«Yo soy comprador de una primera vivienda. Tengo la suerte de tener unos ingresos decentes y creo que la mayoría de los australianos no tienen tanta fortuna. Las políticas de vivienda priorizan la inversión en Australia y creo que cuidar a los compradores debería ser lo más importante», añade el joven.

En Sídney, el coste medio de una vivienda llegó al récord de 760.000 dólares en marzo, según la consultora CoreLogic, y algunos rankings la sitúan como la segunda ciudad más cara del mundo para comprar una casa, después de Hong Kong.

No es un caso aislado. El coste de la vivienda en ciudades como Brisbane, Adelaide y Perth ha aumentado entre el 70 y el 75 % en los pasados cinco años, hasta niveles récord, de acuerdo con Bloomberg.

El hartazgo ante la situación se ha convertido en tendencia y supuso una merma del apoyo a los partidos tradicionales en las elecciones de 2022, cuando solo un 68 % de los votantes optaron por las formaciones principales (en los años 80 el apoyo era del 90 %). Fue la cifra histórica más baja de laboristas y liberales, y los sondeos de opinión apuntan a que la brecha aumentará más aún.

La generación Z y los Millennials
En una de las encuestas más recientes, elaborada por YouGov, los partidos minoritarios y los independientes tendrán mañana una presencia aún más decisiva, con un 34 % estimado del voto preferente.

La brecha generacional en Australia es una realidad y el peso de la Generación Z (1997 a 2012) y los Millennials (1981 a 1996) es enorme: suponen alrededor del 43 % del electorado y superan por primera vez a los Baby Boomers (1946 a 1964), que componen en torno al 33 %.

«La brecha generacional se debe en gran parte a las viviendas en propiedad, al ritmo al que la gente compra una casa propia y al momento en que eso ocurre en su vida», observa a Efe el analista electoral Ben Raue.

«Cada vez sucede más tarde o incluso ni ocurre. Vivo en Sídney, una ciudad muy cara. Tengo 40 años y tanto mi mujer como yo tenemos empleos con salarios variables. No somos propietarios», comenta.

Raue tiene claro que, mientras la gente vota de manera conservadora a medida que envejece, eso no sucede con las generaciones posteriores.

«Muchos de ellos ya son padres, tienen familias y han avanzado mucho en sus vidas, pero esto (la crisis de vivienda) les frena».

Albanese se centra en aumentar la oferta y facilitar el acceso directo al mercado inmobiliario, mientras Dutton apuesta por incentivos fiscales y el uso de fondos de pensión, medidas que se antojan insuficientes para algunos jóvenes, que miran a opciones planteadas por partidos minoritarios como Verdes Australianos.

Tom deja entrever que comulga con el programa de vivienda ofrecido por Adam Bandt, representante de esta formación, a la que las encuestas dan un 14 % en intención de voto primario, que de cumplirse lo convertiría en una fuerza más determinante en el Senado que en los comicios anteriores.

Sus reformas incluyen inversión en vivienda pública, controles nacionales de alquiler, eliminación de beneficios fiscales a inversores inmobiliarios y una política de acceso a la vivienda como derecho humano.