Para poder sobrevivir, muchos ciudadanos optaron por recoger metales y venderlos como chatarra. Pero la necesidad ha ido mucho más allá: se han robado estatuas, ya que por cada escultura se pueden ganar hasta cien euros.
Muchos ciudadanos griegos, que han llegado a una situación desesperante debido a la crisis, se han visto obligados a tomar decisiones drásticas para sobrevivir. Ahora, algunos se dedican a recoger metales para venderlos como chatarra. Hurgan en las obras y en los tachos de basura, recorriendo las líneas de trenes, las instalaciones eléctricas y los alrededores de las fábricas. La mayoría roba cables industriales o transformadores eléctricos, lo que ha causado graves deficiencias en el servicio ferroviario de todo el país.
Según declaraciones de la policía griega, se arresta a cuatro ladrones de metales por día, una cifra que va en aumento. En 2010, se arrestaba una decena de personas por mes. Además, estos hechos eran cometidos por los gitanos e inmigrantes. Pero desde enero del 2010 hasta agosto del 2012, el Ministerio de Orden Público a informado 3.635 arrestos, sin especificar la nacionalidad.
El ayuntamiento de Atenas es uno de los lugares donde la situación se ha vuelto más dramática. Primero se dedicaron a robar cables, bordes de metal y otras piezas de los edificios públicos, hasta mamparas de las paradas de autobús. Y ahora está de moda robar las estatuas de bronce de la ciudad. En los últimos seis meses desaparecieron los bustos de bronce del escritor Niko Kazantzaki, del antiguo alcalde de Atenas Andónis Trítsis y el de El Greco, escultura del conocido artista griego Costas Valsámi situada ante el Centro Cultural de la capital en la céntrica calle Acadimías.
De las 274 estatuas de la capital, 54 están en peligro, dicen las autoridades. El bronce se vende en los almacenes de desguace a una media de 5 euros el kilo, lo que hace que la venta de cada busto de entre 15 y 20 kilos supere los 100 euros.
Uno de los restauradores de de Atenas, Vasilis Markákis, admite que el problema es que los atenienses “consideran que las esculturas son del Estado y no suyas, por lo que no necesitan ser respetadas. Las consideran símbolos del poder estatal, aunque la escultura represente a una persona que ha perdido su vida al enfrentarse a la Gestapo. Nosotros los restauradores hacemos lo posible para proteger las esculturas de los destrozos del tiempo, de la contaminación, de la lluvia ácida y de los vandalismos”.
Con los recortes de sueldo, los empleados públicos no pueden cuidar los edificios ni las esculturas públicas. En el barrio de Kipseli se ha puesto en marcha un programa piloto con el pedido a los colegios públicos de que adopten una estatua cercana y todos los días los niños vayan a comprobar su estado.