Sudamérica afronta valores estancados y bajas en sus exportaciones, tras una década de bonanza en la venta de materias primas que el FMI bautizó “superciclo”. Ahora, varios países deben aprender a añadir valor agregado a sus principales productos: Argentina y Paraguay con los granos, Chile y Perú con los minerales, y Bolivia y Ecuador con la energía.
Tras una década en que las proyecciones de subida de precios de las materias primas siempre se quedaban cortas, Sudamérica afronta la perspectiva de valores estancados o a la baja para sus exportaciones, con el reto de diversificar la economía y añadir valor agregado a sus productos. Países como Argentina y Paraguay con los granos, Chile y Perú con los minerales, y Bolivia y Ecuador con la energía, han vivido desde 2003 un “superciclo” de precios altos, como lo denomina el Fondo Monetario Internacional (FMI), que inyectó adrenalina adicional a sus economías. Desde esa fecha, el precio de los productos agrícolas aumentó un 50%, el de los metales se triplicó y el del petróleo prácticamente se cuadruplicó, según cálculos del FMI.
Eso explica en parte el estelar desempeño de la región, que creció más de un 4% de media entre 2003 y 2011, frente al 2,4% de los veinte años anteriores. Venezuela fue el mayor beneficiado, pues el valor del crudo que exporta subió más del 10% de media cada año en ese período, seguida de Chile, Colombia y Ecuador, también según cálculos del FMI. Pero el viento ha cambiado y el consenso en los parqués de bolsa y las salas de conferencias de los organismos internacionales estima que los años de oro para los exportadores sudamericanos de materias primas han llegado a su fin.
Los mercados de futuros predicen que en los próximos cuatro años continuará el debilitamiento de los precios iniciado en 2012. No se trata de desplomes, sino de que los valores quedarán más o menos estancados en el elevado nivel actual o tendrán ligeras bajas, según las previsiones. Las razones son la desaceleración de China, cuyas cadenas de producción engullen los insumos sudamericanos, y un aumento de la oferta de materias primas a nivel mundial por la inversión en los últimos años ante los altos precios.
Para Sudamérica, esto supone un nuevo entorno económico, en un momento también más hostil en los mercados financieros por la subida de los intereses de largo plazo en Estados Unidos, que hace menos atractivo invertir en el Sur. Encontrar alternativas a lo ya existente “obliga a buscar fuentes alternativas de crecimiento“, dijo durante una visita a Asunción el experto del FMI Bertrand Gross. Su recomendación no sorprenderá a nadie que siga los pronunciamientos del organismo: implementar reformas estructurales para aumentar el potencial de crecimiento a mediano plazo, como la inversión en capital humano e infraestructura.
Lo que no aconseja es intentar sostener el alto crecimiento de la economía en la última década a base de mayor gasto del Estado, porque no se trata de un bajón coyuntural sino del fin del “superciclo” de altos valores de las materias primas. Aunque no hay mal que por bien no venga, ya que el enfriamiento de los precios reduce la presión por expandir la frontera agrícola y por perforar pozos petroleros o abrir bocas de minas en áreas ambientales sensibles. Al mismo tiempo, existe un incentivo para que los exportadores intenten compensar el estancamiento de sus ingresos procesando la materia bruta. En el caso de Paraguay, por ejemplo, un área promisoria es la transformación de la soja en aceite, lo que genera mayor valor agregado y abre más empleo que la explotación en los latifundios, que están altamente mecanizados.
Al mismo tiempo, los exportadores de alimentos esperan que los precios de ese sector se resientan menos del choque que otras materias primas, según dijo Santiago Peña, miembro del Directorio del Banco Central de Paraguay. Todo depende de que China reequilibre su economía poniendo más énfasis en el consumo que en la exportación, como pretende hacer su gobierno, lo que sostendría la demanda mundial de alimentos por el consumo en la mesa de los 1.300 millones de habitantes del gigante asiático. En todo caso, Sudamérica ya no puede confiar en recibir sorpresas positivas en el momento en que entran en sus cuentas bancarias los ingresos por sus materias primas. Tendrá que ser más que un granero.