Nixon es el único precedente de un presidente que echa al hombre que lo está investigando, una medida que en general se asocia a los gobiernos antidemocráticos.
Richard Nixon tardó cinco meses en despedir al individuo que lo estaba investigando. Donald Trump lo hizo en menos de cuatro. La diferencia es que Nixon hizo muy poco para esconder sus motivos por hacerlo. En cambio Trump dice que se deshace de James Comey porque ha manejado mal la investigación de los correos electrónicos de Hillary Clinton. Aun tomando en cuenta los estándares del mandatario, esta explicación no es creíble. Trump le está pidiendo al pueblo estadounidense que crea que él “despidió y destituyó” al director del FBI por haber tratado injustamente a la Clinton.
Claro que se trata de la misma oponente que él mismo dijo que debería ir a prisión por el mal manejo de sus emails. Ahora aparentemente Clinton se convirtió en la víctima de una investigación poco profesional y Trump ha decidido corregir la situación.
La destitución de Comey supuestamente fue provocada por la revelación de que en octubre pasado no había descripto adecuadamente su decisión de abrir de nuevo la investigación de los emails de Clinton una medida que muchos creen que favoreció a Trump en las elecciones presidenciales. Pero Comey, que hasta el martes a la noche estaba supervisando la investigación del supuesto complot de la campaña Trump con Rusia para influenciar las elecciones del año pasado, recién dio a conocer su error la semana pasada. Por su parte, el mandatario norteamericano había puesto reparos a la labor del director del FBI mucho antes de la revelación de Comey. La semana pasada Trump tuiteó: “El director del FBI James Comey fue lo mejor que pudo pasarle a Hillary Clinton, porque le dio un pase libre por sus malos actos”. Es decir que efectivamente Comey ya se había convertido en blanco del presidente.
Las implicaciones son impresionantes. Como cualquier otro escándalo federal en Estados Unidos, los detalles se están sumando pero los elementos básicos son sencillos.
Habiendo despedido a la cabeza de la única investigación de Rusia realizada por el poder ejecutivo, Trump ahora va a conducir una búsqueda para el reemplazo de Comey. ¿Cuántas posibilidades hay de que elija a una figura independiente que siga adelante con la investigación que dejó a medio hacer Comey? ¿Qué posibilidades hay de que el candidato de Trump para encabezar el FBI consiga los 50 votos necesarios para que sea confirmado en el Senado?
Jeff Sessions, el fiscal general que se vio obligado a recusarse de supervisar la investigación de Comey debido a sus contactos no revelados con el embajador de Rusia asesorará a Trump en su búsqueda. Éste fue el mismo embajador con el que Michael Flynn, el primer asesor de seguridad nacional de Trump, tuvo conversaciones que fueron grabadas en secreto por el FBI. La filtración del contenido de esas conversaciones causó el despido de Flynn.
El punto importante es que Trump ha despedido al hombre que lo estaba investigando. La “Masacre del sábado por la noche” de Nixon, el momento en el que echó a Archibald Cox, el fiscal especial, es el único antecedente.
Hay tres consecuencias. La primera es que se acumularán los pedidos para que un fiscal especial se encargue de la investigación de Rusia y la campaña Trump. Nixon se vio obligado a hacerlo, al igual que Bill Clinton. Trump se resistirá a hacerlo. Sólo los republicanos pueden obligarlo a dar ese paso. Crecerá la presión sobre los republicanos para que defiendan la integridad del sistema judicial de Estados Unidos. Y si un senador republicano como John McCain rompe filas, otros también lo harán. Hasta el momento la línea del partido sigue firme pero comienzan a verse algunas grietas.
La segunda consecuencia es que Trump ya no podrá desterrar la historia sobre Rusia. Será difícil para el mandatario lograr mucho más mientras la sombra de Rusia se cierne sobre su administración. Es poco probable que haya hecho esta movida si pensaba que mantener a Comey en su cargo era menos perjudicial que despedirlo. Como se culpa a Comey de haber inclinado la elección a favor de Trump, el hoy ex director del FBI estaba tratando de salvar su reputación. Ahora que ya no está en su cargo, otros en el FBI tal vez tomen la iniciativa. Vale la pena recordar que Nixon fue derrocado por Mark Felt, un funcionario descontento del FBI, que filtró al Washington Post los detalles sobre su encubrimiento del Watergate. De cualquier manera, la noción de que la administración Trump se estaba “normalizando” es totalmente prematura. Estamos entrando en el territorio nixoniano.
La tercera consecuencia es la repercusión de estos acontecimientos en Moscú. El gobierno ruso ha dejado claro su deseo de contaminar la democracia de Estados Unidos. El martes por la noche, Vladimir Putin anotó otra victoria. El presidente norteamericano tomó una medida que normalmente se asocia a los gobiernos antidemocráticos. Trump ha interferido en el curso de la justicia. Ni siquiera Nixon llegó a despedir al director del FBI.
Tal vez Rusia no logre un gran acuerdo con Estados Unidos para crear su propia esfera de influencia. Trump difícilmente podría hacer una concesión geopolítica sin provocar a los “halcones” del partido republicano. Pero Rusia ya ganó el premio que buscaba. Con la “Masacre del martes por la noche” de Trump, la democracia norteamericana se enfrenta a una crisis cada vez más profunda. Nadie sabe cuándo y cómo terminará.