El relato sobre lo que pasó con el científico del Balseiro fue edificado a base de versiones; un homenaje permitió descubrir la verdad.
Los preparativos a comienzo de año para la colocación de tres baldosas con nombres frente a la sede de la Comisión Nacional de Energía Atómica (CNEA) reactivaron una búsqueda que años antes no había dado resultados. ¿Habría que incluir 21 o 22 nombres para el homenaje?, se preguntaron los organizadores.
La respuesta pulverizó un relato construido de versiones. En cuatro días, las pistas condujeron a la reaparición del físico Antonio Gentile, que vive desde hace décadas en los Estados Unidos . Hasta ese momento, la comunidad del Instituto Balseiro de Bariloche, donde se había graduado hace 59 años, lo consideraba “desaparecido”.
Algunos de los indicios, según pudo reconstruir LA NACION, se habían intentado usar para corroborar su desaparición en los 70.
Fue en 2012, cuando para la colocación de una placa homenaje a los egresados detenidos-desaparecidos o asesinados entre 1976 y 1983, a pesar de que Gentile no figuraba en el listado de la Conadep, igual se optó por incluir su nombre junto a Susana Grynberg, Eduardo Pasquini y Manuel Tarchitzky.
Durante el acto en el Pabellón Guido Beck del instituto, el 23 de marzo de ese año, la física María Teresa Causa dijo: “Se sabe que desapareció buscando a un familiar, pero no se conocen las circunstancias que rodearon a su secuestro”.
Desde entonces, se sucedieron otros homenajes a los “cuatro” desaparecidos del Balseiro, como el acto en 2015 por el 60» Aniversario de su creación. Recién ese año, según indicaron a LA NACION desde la Secretaría de Derechos Humanos de la Nación, se formalizó en Río Negro la denuncia de su desaparición.
Pero este año, la Cdhpcnea, el Ente Público Espacio para la Memoria y la Promoción de la Defensa de los Derechos Humanos y la Comisión por la Memoria Belgrano/Núñez decidieron que para el acto por el 24 de Marzo se instalarían baldosas con nombres en la sede central de la CNEA, frente a la ex-ESMA. Reunieron los datos de todos los trabajadores y estudiantes de energía atómica desaparecidos o asesinados. Eran 22, pero solo 21 tenían una fecha para escribir junto al nombre. Faltaba Gentile.
Entre las pistas disponibles había un teléfono en los Estados Unidos. El 1° de febrero pasado, dejaron un mensaje. El 5 de febrero, él respondió. El hombre, de 85 años, dijo que había abandonado la física por un emprendimiento comercial, según trascendió. Aclaró, también, que no tenía una hermana desaparecida.
“Algunas de las cosas que se contaban de él habían ocurrido en realidad 10 años antes de las fechas en las que se decía que habían ocurrido. Pero ante versiones tan fervientes de personas tan renombradas se creó un relato. Esas versiones se trataron de chequear, pero sin resultado. Fue una equivocación”, confió en diálogo con LA NACION un científico que colaboró en esa búsqueda de referencias para dar con Gentile.
El lunes pasado, luego de que el diario Clarín publicara sobre su reaparición, el Balseiro emitió un comunicado. Aclaró que “la institución nunca realizó denuncias ante organismos de Derechos Humanos” y que “retiró el nombre de Gentile de las placas que se habían incluido en distintos homenajes”.
Solo tres personas habrían recibido los pocos llamados de Gentile, que el miércoles pasado volvió a comunicarse. Por escrito, él y su familia expresaron que “se sienten agraviados” y solicitaron que se cierren los expedientes abiertos, según pudo saber LA NACION.
Una voz y un código del pasado
Hace dos meses, para confirmar que la voz del otro lado de la línea era quien decía ser, se le pidió a un excompañero de cuarto en el Balseiro que se comunicara con él. Y lo reconoció de inmediato por su forma de hablar. El tercer llamado que terminaría por confirmar la reaparición ocurrió el 20 de febrero y fue a la oficina de Carlos Balseiro, director del instituto en Bariloche. Como publicó LA NACION, conversaron sobre recuerdos de hace 59 años en esa ciudad rionegrina.
Hizo pedidos (que se retirara su nombre de cualquier placa de homenaje y listas de desaparecidos) e insistió en que no se difundieran sus datos para preservar su privacidad.
Pero también respondió preguntas que solo podía conocer quien hubiese estudiado ahí. Una fue, por ejemplo, cómo se llamaba la encargada de la limpieza del pabellón 4, donde se alojaban los alumnos y que, actualmente, lleva el nombre de esa “signorina”.
Cuando murió esa italiana de carácter fuerte, que no dudaba en llamarles la atención a los estudiantes, en su cuarto se encontraron boletas de la lavandería que pagaba con su sueldo por la demora que tenían los pagos a los proveedores.
El 5 del mes pasado, la comunidad del Balseiro se enteró de la reaparición. El director difundió el siguiente mensaje a los docentes: “Dada la información recientemente recabada sobre el Dr. Antonio M. Gentile, exalumno de la segunda promoción del Instituto, la dirección se complace en comunicar que Antonio se encuentra bien, tiene 85 años y vive en el exterior con su familia. Esta dirección ha podido comunicarse con él permitiendo así confirmar esta muy buena noticia tanto para sus compañeros de promoción como para toda la comunidad del Instituto Balseiro que durante tantos años lo ha recordado preocupada por su ausencia”.
Cuando el 17 de marzo se construyeron las baldosas que se instalaron hace 10 días en la vereda de la sede central de la CNEA, solo se incluyeron 21 nombres. Si Gentile no se hubiese comunicado, ¿se habría incorporado su nombre? “Sin mejores datos, no”, respondió Enrique Pasqualini, cofundador de la Cdhpcnea.
“No pudimos encontrar ningún registro de que su caso estuviese denunciado en la Conadep ni en el Registro Unificado de Víctimas del Terrorismo de Estado (Rutve) -precisó-. Tratamos de corroborar la información que teníamos y evitar inconvenientes. Pudimos detectar que Gentile, una física de la Plata, no estaba vinculada con Antonio porque su hermana es mayor y no es física. Ahí ya había un error. También, él se había desvinculado hacía más de 40 años de la investigación científica y de sus colegas. Todo esto se prestó a gestar un relato, que se aclaró hace más de un mes. Nos llama la atención que justo cuando hacemos esta colocación de baldosas surja un hecho, que si bien es llamativo, es una noticia antigua porque tiene más de dos meses y se está subsanando”.
Y agregó: “Como dije en un programa de radio, se armó un relato que no fue cierto. Es muy difícil poder interpretarlo porque fue armado por varias personas, amigos, y es un hecho no fortuito. Pero lo importante es la noticia de que Antonio Gentile está vivo, como dicen los comunicados del Instituto Balseiro”.
El grupo de los 12
María Elena Porta es parte del grupo de los 12 egresados de la segunda promoción del entonces Instituto de Física, que fundó José Antonio Balseiro en 1955. Compartió estudios durante tres años con Gentile, a quien, casi seis décadas después, recordó como “una buena persona”.
Ella se casó con Francisco de la Cruz, de la misma promoción, entre agosto de 1956 y junio de 1959. “Con posterioridad -contó a LA NACION-, no tuve oportunidad de tener contacto con Antonio dado que mis actividades me llevaron por caminos diversos”. Solo supo que se había dedicado a la física teórica y que vivía en los Estados Unidos.
“¡Lamenté mucho la noticia de su desaparición! -agregó-. Tampoco sé cómo se originó la versión y siento una gran alegría de saber que esas noticias fueron erróneas”. Sobre el trabajo académico, ella solo sabía que él había estado haciendo su tesis de doctorado en la Universidad de Yeshiva de Nueva York (publicada en 1971) y “que fue un trabajo en física nuclear teórico muy alejado de los temas” en que ella trabajó.
A la misma promoción pertenecen Beatriz Cetrángolo, Elia Obiol, Angel Ferrari, Manuel Mondino, Jorge Agudín, Alberto Bonfiglioli, Peter Thieberger, José Miguel Cotignola, Walter Mulhall y Oscar Vilches. Profesor emérito de la Facultad de Física de la Universidad de Washington y especialista en física de sólidos, Vilches no se volvió a contactar con Gentile desde que egresaron del Balseiro. “Todo lo que he sabido durante estos 59 años es que había desaparecido mientras buscaba a su hermana desaparecida -señaló-. No sabía que había estado en Viena [en 1960, con una beca del Organismo Internacional de Energía Atómica de Naciones Unidas] y Nueva York, y me enteré por las publicaciones recientes de que había hecho su tesis de doctorado en Nueva York.”