La falta de trabajo, la corrupción del gobierno y la escasez de medios dificultan el futuro de los adolescentes. Kibera, en el corazón de Nairobi, es uno de los suburbios más grandes del continente.
En el año 2007 una serie de violentas protestas se cobraron la vida de más de 100 jóvenes en los suburbios de la capital de Kenia, Nairobi. La tensión por la celebración de aquellas elecciones fue la primera forma de muestra pública de la frustración de los jóvenes del país. Desde entonces poco o nada ha cambiado. Existen algunos planes para que los jóvenes universitarios puedan acceder a programas de voluntariado o prácticas profesionales y fondos de ayuda económica para quienes deciden emprender un negocio por su cuenta.
Pero las medidas ni son suficientes ni están bien enfocadas a los destinatarios. Así lo explica a El Mundo Edwin Odeny Odhiambo, director de la Ong Kenya Youth Fundation. “La juventud y los grupos vulnerables deberían poder tener algún tipo de voz y voto sobre las políticas de empleo. Hay algunos consultores que dan consejos, pero el gobierno al final hace lo que quiere”. La ley actual sobre trabajo tan sólo recoge un pequeño párrafo al final que se ocupa del trabajo juvenil y de las mujeres, “es como si alguien en el último se hubiera acordado de que había que incluirlo”, recrimina.
Frustración universitaria
La tasa de estudiantes universitarios en Kenia no llega al 25%. Cada año, hay entre 40.000 y 80.000 graduados batallando por un puesto de trabajo cualificado, de los que sólo el 10% lo consigue. Entonces, ¿qué sucede con todos esos jóvenes que ven imposible acceder al mercado laboral después de haber realizado estudios superiores? Y no sólo ellos, ¿qué ocurre con el 75% restante?
Según el gobierno, la tasa de desempleo juvenil en el país es del 40%, pero para Odhiambo las cifras no se corresponden a la realidad, ya que ahí se está incluyendo también a las personas que hacen trabajos por los que no cotizan al sistema. La realidad es que la inmensa mayoría de jóvenes hacen cualquier cosa para conseguir una fuente de ingreso: desde hacer cualquier recado hasta el tráfico de drogas. Cualquier cosa para poner tener algo que comer al final del día.
“La violencia es producto de la pobreza y se convierte en una vía de escape para todos estos jóvenes. La violencia les hace refutarse en su poder, demostrar que son alguien y que tienen el control, por eso es importante evitar estos escenarios y concienciar a las nuevas generaciones de que la violencia no es el camino”, argumenta Odhiambo. También señala que es muy importante dar apoyo especial a las niñas, las cuáles suelen ser las mayores perjudicadas para labrarse un futuro: “Las familias siempre van a invertir más en los varones antes que en las niñas, lo que las deja en una situación muy vulnerable, sobre todo si no pueden finalizar sus estudios”.
Educar desde pequeños
A lo largo del país existen múltiples proyectos e iniciativas que tratan de educar desde jóvenes a las nuevas generaciones para evitar que tomen malas decisiones y terminen optando por el camino de la violencia para canalizar sus frustraciones. Una de ellas es Aboki Fundation, liderada por el veinteañero Isaac Biosse, un joven que creó el proyecto con la misión de darles esperanza, apoyo y oportunidades a los chicos de la calle que viven en los slums. Actualmente se encuentra en los suburbios de Kibera, Kogocho, Mukuru Kwa Njenga y Mathare.
Entre las actividades que realizan están los bailes, las competiciones deportivas y los comités de recogida de basuras en las calles con el objetivo es evitar que los niños caigan en cosas como el robo, secuestros, el tráfico de drogas y cosas mucho peores incluso. “La violencia afecta a las nuevas generaciones impidiendo ir a los niños a las escuelas, lo que les deja sin nada qué hacer y les lleva a un estado de confusión y de frustración posterior”, explica.
Aboki ayuda directamente a cerca de 7.000 niños y acentúa el problema del desempleo. “El desempleo es la principal causa de que la juventud robe, venda drogas y se prostituya. Pero es la única forma que tienen de sobrevivir”, dice Biosse. En un grado superior, organizaciones de derechos humanos también alertan de que el desempleo juvenil puede derivar en la radicalización, especialmente en comunidades que se sienten marginadas en el contexto de la sociedad. Así lo señalan varias organizaciones de derechos humanos kenianas, que explican cómo la comunidad musulmana se siente desplazada y atacada por parte de las fuerzas de seguridad.
No obstante, ante la reflexión sobre una posible unión de fuerzas entre la juventud en pos de defender sus derechos, Odhiambo no es precisamente optimista: “Hay muchos jóvenes muy apasionados ante la idea de que haya cambios, pero no hay una cohesión como sociedad, ya que el poder de las tribus es muy fuerte en Kenia, y la élite política se aprovecha de esa desunión. No veo muy clara la idea de una revolución tipo ‘Primavera Árabe’, porque cada uno está buscando una cosa diferente”. Según Naciones Unidas, en el año 2050 un cuarto de la población mundial estará en el continente africano y será el continente con la población más joven del planeta.