A inicios de este año, una fotografía en la que se veía a una mujer sobre una camilla en el museo Rijksmuseum de Ámsterdam le dio la vuelta al mundo.
La mujer se encontraba allí para ver, por última vez, su cuadro favorito de Rembrandt.
Esa visita fue sido posible gracias a una organización de caridad holandesa que ayuda a enfermos terminales a cumplir su último deseo.
“He aprendido que la gente que va a morir tiene deseos pequeños”, dijo Kees Veldboer, el conductor de la ambulancia que fundó Stichting Ambulance Wens (Fundación Ambulancia del Deseo).
Veldboer creó la organización sin fines de lucro después de que ayudó a un paciente.
El génesis
En noviembre de 2006, Veldboer estaba trasladando a Mario Stefanutto, un paciente terminal, de un hospital a otro. Pero solo después de colocarlo sobre la camilla, les informaron que habría un retraso, pues el hospital receptor no estaba preparado.
Stefanutto no quería regresar a la cama donde había estado en los últimos tres meses, por lo que Veldboer le preguntó a dónde quería ir.
El marinero retirado le preguntó si podía llevarlo al canal Vlaardingen para que una vez cerca del agua pudiera despedirse por última vez del puerto de Rotterdam.
Era un día soleado y se quedaron en el muelle por cerca de una hora.
“Lágrimas corrían por su rostro”, señaló Veldboer.
“Cuando le pregunté: ‘¿Te gustaría tener la oportunidad de navegar otra vez?’ Me respondió que sería imposible porque estaba en una camilla”.
Veldboer estaba determinado a hacer realidad el último deseo de este paciente.
Le preguntó a su jefe si le podía prestar una ambulancia en su día de descanso, le pidió la ayuda a un colega y contactó una compañía de botes que hace tours por el puerto de Rotterdam: todos estaban felices de poder ayudar.
El siguiente viernes, ante un sorprendido Stefanutto, el conductor de ambulancia se presentó en su cama de hospital para llevarlo a navegar.
En una carta escrita antes de su muerte, Stefanutto dijo: “Me hace bien saber que todavía hay personas a quienes le importan los demás. Les puedo asegurar desde mi propia experiencia que un pequeño gesto de alguien puede tener un gran impacto”.
7.000 deseos cumplidos
Ese fue el génesis de Stichting Ambulance Wens.
Veldboer y su esposa Ineke, una enfermera, empezaron a planear la organización en la mesa de su cocina. Ocho años después, cuentan con 230 voluntarios, seis ambulancias y una casa de vacaciones.
Y se están aproximando a los 7.000 deseos cumplidos.
Algunas veces los deseos se hacen realidad el mismo día en que se son expresados.
En promedio, la fundación ayuda a cuatro personas al día.
Pueden ser de cualquier edad y la única estipulación es que los pacientes sean enfermos terminales y tengan que ser transportados en una camilla.
“Nuestra paciente más joven tenía 10 meses, era una gemela. Estaba en un hospital infantil y nunca había estado en casa. Sus padres querían sentarse en el sofá con ella aunque fuese una sola vez.
“Y nuestra paciente más vieja tenía 101 años y su deseo era montar a caballo por última vez. La cargamos y la pusimos en el caballo con la ayuda de un vehículo. Después, la movimos hacia un carruaje tirado por caballos. Empezó a saludar a todo el mundo como si fuera miembro de la realeza. Ese fue un buen deseo”, indicó Veldboer.
“Nuevas reservas de energía”
Aunque otras organizaciones sin fines de lucro les ofrecen a pacientes terminales un día afuera, Stichting Ambulance Wens fue la primera en proveer una ambulancia y total apoyo médico.
Siempre llevamos a bordo una enfermera entrenada y los conductores especializados tienden a proceder de la policía o de las brigadas antiincendios.
Las ambulancias especialmente diseñadas para los objetivos de la fundación tienen una vista y cada paciente recibe un osito de peluche llamado Mario, en honor a Stefanutto.
“A los voluntarios nos da gran satisfacción ver a la gente disfrutando”, dijo Roel Foppen, un exsoldado que trabaja como conductor.
En los últimos seis años, ha ayudado a hacer realidad 300 deseos.
En una oportunidad fue hasta Rumania, a unos 4.500 kilómetros, en un viaje de ida y regreso.
Lo hizo por una mujer llamada Nadja, quien había vivido en Holanda por 12 años. Sus hijos, cuyas edades oscilaban en los tres y siete años, ya habían regresado a Rumania para estar con el resto de la familia.
Su deseo era morir allá.
“Estaba tan enferma que no podíamos ni tocarla”, indicó Foppen. Se fueron un jueves en la mañana, pero mientras recorrían Alemania, la condición de Nadja se deterioró. Tuvieron que detenerse en un hospital. Los doctores le recomendaron que se quedara allí, pero ella quería ver a sus hijos y su deseo era lo que contaba. Después de un retraso de tres horas, continuaron su recorrido por Austria, después pasaron por Hungría. Cuando atravesaron la frontera con Rumania, Nadja dijo: “Saquen la camilla, ahora puedo morir”.
Foppen le dijo: “Solo faltan otros 600 kilómetros para llegar a donde está tu madre y tus hijos. ¿Podrías esperar solo un poco más?” El sábado, la ambulancia llegó a Bucarest para presenciar la reunión muy emotiva. La tripulación se devolvió tras dejar a Nadja. Su familia les envió una tarjeta diciéndoles que había muerto dos semanas después de su llegada.
“Si la gente sabe que vendremos, encuentran nuevas reservas de energía”, señaló Foppen. “Con frecuencia las familias nos dicen que estaban a punto de cancelar el plan porque el paciente estaba muy enfermo, pero cuando llegamos estaban radiantes, listos para un día afuera”.
“Una vida nunca termina”
Foppen fue quien tomó la famosa fotografía en el museo Rijksmuseum. Se encontraba al otro lado de la galería con su colega Mariet Knot, cumpliendo el deseo de otra persona.
Se encontraban con Donald, quien acostumbraba visitar el museo regularmente con su pareja de 30 años, los dos hombres se habían casado una semana antes.
“Lo que fue genial es que Donald estaba totalmente a cargo”, dijo Knot. “Nos dijo qué pinturas quería ver y nos decía todo sobre ellas, así que nosotros también disfrutamos la experiencia”.
Donald nunca había visto uno de los más recientes cuadros expuestos en el museo: “Simeón recibe a Jesús en el templo”, una pintura que quedó sin terminar al momento de la muerte de Rembrandt.
Donald quedó profundamente conmovido por la obra. “Ahora me doy cuenta que una vida nunca termina. Mi vida no está por terminar y esta pintura no está por terminar”, les dijo.
Después de una pausa, dijo: “He visto lo que quería ver, nos podemos ir ya”.
Knot, quien trabaja como una enferma distrital, indicó que es un honor poder compartir esos momentos.
Supo de la organización cuando fue invitada por un paciente de cáncer con quien había establecido una relación estrecha.
Su deseo era ver el Maasvlakte 2, una extensión del puerto de Rotterdam. Antes de enfermarse gravemente, se encargaba de supervisar el progreso de la construcción cada semana, pero en esta oportunidad se le iba a dar a él un tour. La experiencia hizo que Knot se sintiera tan entusiasmada que le escribió a Veldboer para ofrecer sus servicios.
“Cada oportunidad es especial. Lo hablas con tus colegas de camino a casa y siempre es especial, no importa cuán pequeño es el deseo”, dijo Knot. “Tuve a una señora que solo quería un vaso de advocaat (un licor espeso hecho con huevo, conocido como sabajón). Su hijo trajo la botella, fuimos a su casa, se lo tomó con una cuchara y regresamos. Ese era su deseo”.
“La gente pregunta: ‘¿No es agotador? ¿No es demasiado emotivo siempre estar tratando con los últimos deseos?’ Sí, lo es, pero con frecuencia la gente está preparada para morir por su condición y eso hace que sea bonito darles algo que realmente desean”, señaló.
De regreso al zoológico
Frans Lepelaar es un expolicía que conduce para la fundación. Después de 20 años detrás de un escritorio, investigando fraudes, quería regresar al oficio de ayudar a las personas cara a cara. “Algunas veces es difícil, pero como policía también he tenido que lidiar con asesinatos. Me doy cuenta cuándo debo dar un paso atrás”, indicó.
“Puede ser un día largo, puedes terminar a media noche. Siempre preguntamos: ‘¿Quieres algo más?’ Y nos responden siempre con gratitud. Por eso es que lo haces”, dijo.
Una gran parte de los deseos tiene que ver con regresar a casa, despedirse de colegas o atender a una boda o a un funeral. Muchos están relacionados con ver el mar, “porque es parte del paisaje holandés”, explicó Lepelaar, quien acostumbraba patrullar en la playa.
Paseos por el zoológico también son muy populares y forman parte del 15% de los deseos.
Uno de esos paseos fue el que acaparó los titulares en 2014. Lepelaar y su colega Olaf Exoo llevaron a Mario, un hombre de 54 años con dificultades de aprendizaje, para que se despidiera por última vez de sus colegas en el zoológico Diergaarde Blijdorp de Rotterdam, donde trabajó por 25 años.
Al final de su turno como miembro del equipo de mantenimiento, siempre solía visitar los animales. El día que lo llevaron, hicieron la ronda que él solía hacer cada día.
Cuando llegaron al recinto de las jirafas, fueron invitados a que entraran y fue en ese momento cuando una de las jirafas se le acercó a Mario y le dijo un lengüetazo en la cara.
Estaba demasiado enfermo para hablar pero su rostro se iluminó, dijo Exoo, cuya fotografía del “beso de la jirafa” acaparó los titulares.
Deseos pequeños
Para Exoo, los deseos pequeños son los mejores. “Esas cosas que nos parecen tan básicas, pero que se han convertido en algo imposible para esas personas”.
A medida de que su propia carrera como enfermero progresa, Exoo pasa más y más tiempo detrás de un escritorio. Por eso, hacer voluntariado es una forma de regresar a lo que más ama: cuidar a pacientes.
“No hay límites. Puedo consentir a la gente el día entero”.
“Es intenso, pero eso lo hace interesante”, indicó Mirjam Lok, una enfermera de 25 años. “No sabes con quién te encontrarás cuando atraviesas la puerta y al final del día le has hecho realidad su último deseo, cierras la puerta y piensas: eso es bonito”.
“Me ha enseñado que puedes encontrar felicidad en cosas pequeñas y eso es a lo que deberías apuntar en vez de sentir nostalgia por lo que no tienes”.
Lok se encuentra en el norte del país y tenía la intención de trabajar localmente, pero pareciera que muy pocas personas en las provincias del norte, Groningen y Friesland, tienen últimos deseos.
“Son muy flemáticos”, señaló. “La gente no pide mucho, se siente satisfecha fácilmente. Dicen: ‘Yo no sabría cuál sería mi último deseo'”.
Veldboer confirma que pocos norteños usan sus servicios y lo mismo sucede en la provincia de Zeeland, en el sur del país. Piensa que es un asunto del carácter regional, pero Knot cree que se trata más bien del personal médico que motiva a sus pacientes para aceptar la oferta.
Al principio los doctores vetaban los paseos de la fundación, indicó Veldboer, pero a medida de que su trabajo se ha vuelto más conocido, los médicos se oponen muy raras veces. Ahora es con frecuencia el hospital o el hospicio el que hace la primera llamada.
“Había una señora que quería ir a la boda de su nieto. El hospicio le dijo que no, pero estaba tan desesperada que al final nos llamaron. La llevamos y adoró la experiencia”, recuerda Veldboer.
“De regreso, se volteó y nos dijo: ‘No se imaginan cuán importante era esto para mí'”. Esa misma noche murió.
Sin dolor
Teniendo en cuenta cuán cerca estos pacientes están de la muerte, quizás es sorprendente que de 7.000 personas solo seis han muerto haciendo realidad su deseo.
En esos casos, el papel del equipo de la ambulancia es apoyar a la familia y hacer los trámites necesarios para la entrega del cuerpo.
Veldboer señaló que en los seis casos, las familias estaban agradecidas por su ayuda.
“Considero que hemos recorrido un largo camino en lo que se refiere a cuidados paliativos y atención al final de la vida”, explicó Knot.
“Nos aseguramos de que la gente no tenga dolor, que hayan dejado de recibir tratamiento y que vayan a morir pronto… Si pueden tener un día lindo afuera, aunque eso implique que estén cansados el día siguiente, ¿no es bueno? Todo el mundo está feliz de trabajar para eso”.
Knot cree que lo que hace la fundación está muy vinculado con el proceso de duelo y que es bueno involucrar a los pacientes que aún están en condiciones: “No hay que esperar hasta que se mueran”.
“La gente te apoyará”
Knot da el ejemplo de un hombre cuyo último deseo era regresar a la empresa familiar.
“Toda la familia se reunió en la compañía para decirle adiós a este hombre que se encontraba en una camilla. Él quería volver a ver todas las máquinas, revisitar los rincones oscuros donde en el pasado él mismo había arreglado cosas”.
Mientras rodaban la camilla por la empresa, el resto de la familia lo seguía en una especie de procesión.
“Hablar le resultaba extenuante porque usaba el lenguaje de signos. Tanto él como sus tres hermanos eran sordos, así como también dos de las esposas”, señaló Knot. “Entonces mi conductor empezó a hablar con sus manos”.
El conductor de la ambulancia, quien era nuevo en la fundación, conocía el lenguaje de señas.
“Fue extraordinario, la familia dijo que se le había erizado la piel. Por eso piensas que no hay tal cosa llamada coincidencia”.
Tras el éxito de su fundación, Veldboer ha ayudado a crear ambulancias similares en el exterior, primero en Israel, tras llevar a una mujer a Jerusalén, donde quería morir.
También se ofrecen servicios similares en Bélgica, Alemania y Suecia.
Se considera un hombre práctico, que admite que establecer la fundación le ha dado confianza.
“Solía pensar que no valía mucho, pero entonces descubrí que mis ideas no eran tan malas después de todo. He aprendido que si sigues tu corazón y haces las cosas a tu manera, la gente te apoyará”.
“Solo soy un holandés común y corriente que hace lo que más le gusta y mi pasatiempo es ayudar a otros”.