El Airlander 10 de la firma británica Hybrid Air Vehicles busca volver a posicionar a los dirigibles como los reyes del cielo.
La aeronave más grande del mundo está lista para volar, pero no se parece en nada a ninguno de los aviones comerciales de Boeing y Airbus que surcan los cielos del mundo a diario. Una empresa de Bedford, Inglaterra, propone darles nueva vida a los dirigibles, aquellas verdaderos transatlánticos del aire que marcaron una era en los años veinte.
Con el propósito de redefinir el transporte aéreo y brindar una alternativa más limpia y silenciosa a los aviones modernos, el Airlander 10 de la firma Hybrid Air Vehicles combina nuevas tecnologías aeronáuticas con aquellas ya en uso por aviones y helicópteros.
Su casco de 38.000 litros cúbicos de capacidad es llenado casi en su totalidad con helio, un gas inerte más liviano que el aire que le brinda el 60% de la elevación, combinado con propulsores y un eficiente uso de la aerodinámica.
Su velocidad de poco menos de 150 km/h probablemente no genere muchos titulares, pero la rapidez nunca fue uno de las cualidades diferenciadoras de este tipo de vehículos aéreos. En principio el Airlander 10 fue diseñado para ofrecer una alternativa ecológica a los aviones de carga y poder acercar mercadería a sitios donde no existe una infraestructura para recibir naves tradicionales o que fueron afectados por un desastre natural.
Con una capacidad de carga de 10 toneladas y la posibilidad de poder aterrizar sobre agua, arena y una infinidad de superficies, el dirigible del siglo XXI ofrece una variedad de aplicaciones en un mundo actual enfocado en minimizar al máximo la emisión de gases invernadero.
El Airlander genera en promedio un cuarto de los gases de invernadero de un avión tradicional y su consumo de combustible durante 21 días de vuelo es menor al de una hora de funcionamiento de un avión caza militar, por lo que cuenta con suficientes “credenciales verdes” para que pueda ser operado a nivel global.
Cabe recordar que durante la década del 20, los dirigibles reinaban los cielos y fueron las primeras aeronaves en conectar Europa con América, pero lamentablemente la explosión del Hindenburg en 1937, la cual obtuvo cobertura mediática a nivel mundial, marcó el fin de la carrera comercial de los dirigibles.
Compañías de varios países del mundo se encuentran desarrollando nuevos modelos para transporte de cargas y pasajeros, por lo que seguramente volveremos a ver los cielos colmados de estos gigantes del aire, con la promesa de que tal vez se pueda recuperar algo del glamour perdido.