La gobernadora del distrito autónomo de Janty-Mansiisk, Natalia Komarova, no es precisamente una opositora, pero incluso así se ha metido un lío. Durante una reunión con electores dijo que “no necesitábamos” la invasión rusa de Ucrania en 2022.
Respondía a una pregunta sobre un tema que no es tabú: lo mal equipadas que fueron las tropas al frente. Raudo y furioso, el activista local Yury Ryabtsev presentó una petición pidiendo al Ministerio del Interior que inicie una investigación criminal sobre Komarova.
El régimen ruso requiere lealtad total a lo que insiste en llamar una “operación militar especial” en Ucrania, una invasión que cumple su vigésimo mes. Las autoridades de Rusia han abierto miles de procesos por desacreditar al ejército ruso desde que los legisladores prohibieron por ley las críticas a la guerra días después de que las tropas de Moscú entraran en Ucrania en febrero de 2022. Pero de momento Komarova no ha recibido ninguna denuncia oficial.
Su oficina explicó el lunes que las palabras de Komarova fueron sacadas de contexto y que ella apoya a las tropas rusas. Asegura que quería decir que “Rusia no se preparó para una guerra con Occidente y que no estaba interesada en un conflicto con Ucrania”.
La gobernadora sabe que no puede jugar con fuego. Los reincidentes en desacreditar al ejército corren el riesgo de ser encarcelados hasta siete años, mientras que los condenados por “difundir información falsa” se exponen a hasta 15 años de prisión. Por si acaso, Komarova ha insistido en la versión más victimista de la invasión: “Se declaró contra nosotros una guerra económica y de sanciones, y el régimen de Kiev está llevando a cabo un exterminio físico”.
El coro belicista ruso funciona actualmente como la policía de la moral del país: señalando y avergonzando. Ryabtsev ha cargado las tintas en sus redes sociales, esperando suscitar adhesiones: “Los enemigos que anidan en la quinta columna de la operación militar especial están esperando su castigo”, dijo, según el medio Sibir.Realii.
Las tertulias políticas de la televisión llevan meses repletas de belicistas que discuten entre sí sobre si Rusia está matando ucranianos de una manera efectiva o si la escalada contra Occidente debería ser mucho mayor. De vez en cuando uno de los invitados lleva su crítica demasiado lejos, cuestionando la invasión en sí, y al ser reprendido por los otros hace un paréntesis mostrando en antena su fe en el ataque a Ucrania.
Las denuncias por declaraciones contra la guerra -o que simplemente podrían interpretarse así- se han vuelto muy comunes. Señalar es una manera de no ser señalado, mostrando preocupaciones patrióticas y vigilancia política para mantener una posición dominante en la discusión pública.
Con los cálculos manejados por la antropóloga Alexandra Arjipova, unos 5.500 rusos han sido procesados por desacreditar al ejército desde que Rusia lanzó sus tropas para intentar tomar Kiev y deponer al Gobierno. Según el sociólogo Andrei Kolesnikov, este deseo de escribir denuncias también puede explicarse por la atmósfera de miedo que se ha apoderado de toda Rusia: “Es una moralidad inventada”, dijo al medio The Moscow Times.