La guerra contra el efectivo y los peligros para los más pobres

Advierten que las operaciones electrónicas profundizarán la desigualdad social.

dolaresAl escritor sobre temas financieros Dominic Frisby le preocupa la llamada “guerra contra el efectivo”. En el diario The Guardian recientemente sostuvo que el fin del efectivo sería desastroso para todos, desde los ciudadanos más pobres no bancarizados hasta la persona común que sólo quiere ser dueña de su propio dinero y gastarlo -o guardarlo- como se le ocurra.
Frisby asegura que así la banca electrónica terminó con el cheque, ahora el pago sin contacto está haciendo lo mismo con el efectivo, que se está volviendo cada vez menos conveniente. En el mercado, la conveniencia por lo general se impone. Frisby señala que la distribución de la riqueza ya “es lo más desigual que puede ser”, y que una sociedad sin efectivo podría hacer que la desigualdad se acentúe aún más. Pero lo que es interesante realmente de leer son sus ejemplos concretos de por qué deberíamos querer que siga habiendo efectivo.
En un mundo sin efectivo cada pago que se realice será rastreable. ¿Es bueno que los gobiernos (que no siempre son benevolentes), los bancos y los procesadores de pagos tengan acceso potencial a esa información?
El efectivo es -en gran medida- anónimo y el mero hecho de que los criminales lo usen no significa que todo el efectivo es dudoso.
Como sucede con la mayoría de las cosas que el gobierno no quiere que haga se está demonizando el efectivo.
Pronto podría eliminarse el billete de $ 500 para evitar transacción “criminales”, pero como sostiene Frisby, las penalidades para renunciar al efectivo son mucho mayores para los pobres y los no bancarizados. También son las personas que tienen menos recursos para hacer algo al respecto. ¿Se los considerará en una misma categoría que los criminales en la futura política fiscal? Del mismo modo que la ilegalización de las drogas da poder a los criminales y persigue a la gente que las usa, quizá la marginalización del efectivo hará lo mismo con el dinero.
El efectivo da poder a sus usuarios. Les permite comprar y vender y atesorar su riqueza, sin depender de nadie más. Si lo desean pueden quedarse fuera del sistema financiero.
Frisby describe el efectivo como un sistema descentralizado que puede ser usado por cualquiera. Todo lo que se necesita para atesorar cualquier cantidad de efectivo es un colchón lo suficientemente grande, mientras que el efectivo electrónico o los pagos con tarjetas de crédito necesitan de los servicios de grandes organizaciones, el tipo de empresa a la que no le importa demasiado si uno comete un error con su dinero. Este hecho subraya, nuevamente, la diferencia entre ricos y pobres en una sociedad sin efectivo. La gente rica puede darse el lujo de tomarse el tiempo para corregir errores -digamos- en su resumen de Visa, mientras que una persona pobre sólo quiere tener sus últimos 10 dólares para comprar comida para la cena de la familia.
Esto dará aún más poder al sector financiero, dado que los bancos y las compañías financieras relacionadas supervisarán todas las transacciones. La crisis de 2008 mostró que cuando la sangre llega al río, los bancos ya están eximidos de la normativa muy efectiva que es la quiebra.
En 2008 muchos corrieron a sacar su dinero de los bancos. Si el sistema financiero estuvo tan cerca de quebrar como se dijo en ese momento, entonces esas acciones estaban justificadas.
Está claro que el efectivo es algo más que un modo de lavar dinero. Es un sistema igualitario en el que cualquiera puede participar y, sin duda, vale la pena luchar por este derecho.