El 3 de julio se celebra el Día Internacional Sin Bolsas de Plástico en el que se pretende concienciar sobre la necesidad de abandonar estos productos de un solo uso. Y es que este derivado del petróleo se ha convertido en un problema acuciante. Al año se lanzan doce millones de toneladas de basura plástica a los océanos, poniendo en peligro no sólo a los animales sino también a la especie humana.
Un reciente estudio del Instituto Hospital del Mar de Investigaciones Médicas (IMIM) ha encontrado plástico en las heces humanas. Esta resina sintética ha colonizado no sólo los mares y las tierras de cualquier parte del mundo, desde el Ártico hasta la Antártida, en zonas pobladas y en islas deshabitadas, también ha llegado a nuestros platos. Lo que ha conducido a algunos gobiernos a legislar para reducir su consumo.
La Comisión Europea acaba de prohibir los productos plásticos de un solo uso para el año 2021, al tiempo que se ha comprometido a que todos los envases de este material sean reciclables para dentro de doce años. Y es que ese es parte del problema, pues apenas reutilizamos este elemento. En nuestro país sólo se recicla el 30% de estos desechos. Teniendo en cuenta que una botella tarda unos 500 años en descomponerse, los cálculos asustan.
¿Qué podemos hacer contra semejante desastre medioambiental? Algunas iniciativas son de lo más interesantes y prometedoras.
1. Botellas como forma de pago.
Son muchas las ciudades que están intentando atajar esta invasión plástica. Para asegurarse de que llegan donde deben, han creado un sistema en el que las botellas de plástico son la moneda de cambio para adquirir un tique en transporte público. Pekín, Indonesia, Estambul o Surabaya, la isla más poblada del mundo, ya se han sumado a esta iniciativa. En Sídney van más allá y la devolución de estas botellas conlleva también otras compensaciones, como entradas al cine.
2. Prohibición.
Algunos países directamente han optado por prohibir el uso de las bolsas de un solo uso. Es el caso de Ruanda, que ya en 2008 prohibió el uso de bolsas de plástico. Su ministro de Recursos Naturales, Vincent Biruta, reconocía en el World Economic Forum que, aunque esta legislación al principio supuso un reto para el empaquetado de los productos, finalmente la industria ha admitido que merece la pena el cambio. No es el único país. Ante el problema creciente de su quema ilegal, India ha vetado cualquier forma desechable de este material en su capital, Nueva Delhi, tales como vasos o cubiertos, bastoncillos y pajitas. Un paso muy importante en un país que es responsable del 60% de los residuos plásticos que se vierten a los océanos.
3. Transformación en otro producto.
Ante la necesidad no sólo de frenar el uso de esta resina sintética sino de tratar la ya existente, la Universidad inglesa de Warwick ha diseñado una máquina que descompone distintos tipos de plástico, incluyendo cintas adhesivas y aparatos electrónicos, para producir aceite y electricidad. La técnica, denominada pirólisisDescomposición de materiales sólidos mediante la aplicación de calor en ausencia de oxígeno convierte el desecho en energía, básica en nuestras sociedades, así como en aceite, un producto con mucha demanda por parte de la industria petroquímica, pesquera, cosmética…
4. Tecnología que limpia los océanos.
Según la Comisión Europea, más del 85% de los residuos marinos proviene de este material derivado del petróleo. Lo que ha obligado a diseñar técnicas que limpien nuestros océanos de toda esta basura flotante. The Ocean Clean Up acaba de lanzar en EE.UU. un flotador con una falda cónica, situada debajo, que atrapa los plásticos mientras se desplaza. Al ser transportado por la corriente y moverse más rápido que estos residuos, puede capturar incluso los más pequeños, de apenas milímetros de tamaño. La organización prevé eliminar el 90% de este desecho oceánico para el año 2040.
5. Utilizarlo como asfalto
Los escoceses MacRebur han desarrollado un plástico creado a partir de residuos reciclados que puede emplearse como asfalto. El empleo del MR6, que así se llama este material, permite eliminar el 10% de betún que se utiliza en la fabricación del asfalto convencional y prolongar la vida útil de las carreteras otro 10%. Por el momento, sólo está empleándose en Reino Unido.
Grandes ideas y proyectos cuyo fin es terminar con esta contaminación plástica que ahoga al planeta, a los animales y, de forma imperceptible, también a nosotros mismos.