Lo que ha encendido las alertas en EEUU ha sido el provocador viaje del barco espía ruso ‘Yantar’ desde Rusia hasta Cuba. Ningún país ha abandonado nunca su política de ‘pinchar’ telecomunicaciones.
Es la Guerra Fría de los cables. Puede sonar surrealista y, en cierto sentido, lo es. Pero en un mundo cada día más interconectado por cables de fibra óptica que cruzan los océanos, Estados Unidos está empezando a temer que la Armada rusa los pinche. No se trata de una cuestión baladí: por más que los satélites ocupen gran parte de la atención de la opinión pública y los medios de comunicación más del 95% del tráfico de telefonía e internet en el mundo, y órdenes relativas a transacciones financieras por valor de 10 billones de dólares (9 billones de euros) diarias van por estos cables, que apenas tienen 6,9 milímetros de diámetro y pesan, como mucho, 10 kilos por metro.
Antes de la llegada de la fibra óptica eran mucho más gruesos y pesados, y tampoco eran rígidos. Eso hizo que al menos 16 cachalotes murieran enredados en ellos entre 1870 y 1955 cuando cazaban calamares gigantes, a veces a profundidades superiores a un kilómetro.
Pero, justo cuando los cachalotes dejaron de estar en peligro por los cables -solo por los balleneros- las superpotencias empezaron a desarrollar tecnologías para ‘pinchar’ esos cables. Fue uno de los capítulos más secretos de la Guerra Fría, en buena medida porque se desarrollaba a cientos de kilómetros de las costas, con submarinistas operando a decenas de metros de profundidad desde todo tipo de naves: desde falsos buques de investigación oceanográfica- como el GFS Explorer, de la CIA- hasta submarinos nucleares o de bolsillo.
Política de ‘pinchar’ telecomunicaciones
Ahora, el Gobierno de Barack Obama ha lanzado la voz de alarma sobre la reanudación de esas prácticas por parte de la Rusia de Vladimir Putin, aunque lo cierto es que ni Moscú ni Washington -ni China, ni Alemania, ni Francia, ni Reino Unido, ni nadie- han abandonado nunca su política de ‘pinchar’ telecomunicaciones.
Lo que ha encendido las alertas en EEUU ha sido el provocador viaje del barco espía ruso Yantar desde Rusia hasta Cuba, por delante de la costa Este de Estados Unidos. El Yantar es un navío de la clase Balzam, construida en la década de los ochenta, cuyas enormes antenas en el puente dejan poco espacio a la imaginación acerca de para lo que sirve. Según fuentes de la Armada estadounidense citadas por el diario The New York Times, el Yantar tiene dos minisubmarinos que pueden alcanzar cables submarinos a varios kilómetros de profundidad. Y la zona por la que ha viajado el barco tiene una enorme concentración de esos cables.
Ahora bien: la hipótesis que plantea el diario estadounidense, citando a altos cargos anónimos del Departamento de Defensa de EEUU, es más seria: Moscú podría estar tratando no de espiar, sino de sabotear las comunicaciones submarinas en Occidente. En otras palabras, de cortar los cables. Dado que algunos de ellos trascurren a miles de metros de profundidad, siempre sería difícil detectar, primero, dónde se ha producido el corte y, después, quién ha sido el responsable. Y la reparación o sustitución de estos cables es asimismo tremendamente compleja y cara.
La historia se repite
Otra posibilidad es que el Yantar tenga la capacidad de recoger información que pasa por los cables. Eso, en realidad, no es nuevo. En 1996, entró en servicio el submarino nuclear estadounidense Jimmy Carter, del que se dice que tiene esa capacidad y que está especializado, más que en misiones de combate, en espionaje. El Jimmy Carter también está especializado en trabajar para la Agencia de Seguridad Nacional (NSA, según sus siglas en inglés) y colocar aparatos que ‘escuchan’ la información que pasa por los cables.
De nuevo, eso no es nuevo. En octubre de 1971, el submarino nuclear estadounidense Halibut -un predecesor del Jimmy Carter- llegó al Mar de Okhost, entre la península soviética de Kamchatka y Japón y logró, con varios submarinistas, colocar un enorme dispositivo de escucha en un cable militar secreto soviético. El aparato, que medía 7 metros de largo, era reemplazado cada mes por el Halibut y su tripulación, que así se llevaban una cantidad formidable de información de la Armada soviética… y algunas sorpresas, como el hecho de que los almirantes de la URSS no se molestaban en hablar en clave, lo que hacía mucho más fácil saber lo que decían. Todo fue bien hasta que en 1980 un empleado de la NSA, Ronald Pelton, informó a Moscú del plan, cuyo nombre en clave era Ivy Bells (literalmente, Campanas de Hiedra). En 1981, la URSS recuperó el aparato de escucha, que ahora está expuesto en el Museo de la Gran Guerra Patriotica (teóricamente dedicado a la Segunda Guerra Mundial) en Moscú.
Y Pelton saldrá de la cárcel el mes que viene. Justo cuando la Guerra Fría submarina entre EEUU y la heredera de la URSS -Rusia- vuelve a encenderse.