La cobertura sobre la guerra en Siria se ha vuelto la más peligrosa y mortífera para los reporteros.
Según el último recuento de Reporteros Sin Fronteras, desde marzo de 2011 más de 110 trabajadores de los medios han sido asesinados mientras cumplían con su deber de informar y son más de 60 los que están desaparecidos, detenidos o secuestrados.
Los periodistas ya no quieren viajar al país para realizar su labor. Saben que apenas crucen la frontera serán secuestrados por los mismos grupos rebeldes que, se supone, deben protegerlos.
En el caso de los periodistas sirios, la situación es mucho peor. “La mayor parte están en las prisiones de Bashar Asad o intentando salir del país. Ellos son los que más sufren la presión de la guerra”, comenta Soazig Doller, responsable de RSF para Oriente Medio y Norte de África y autora del informe sobre la situación en Siria.
Siria se está convirtiendo en una guerra sin periodistas. “Ahora mismo no se puede entrar en Siria porque la situación en el interior no garantiza la seguridad para los reporteros internacionales, que ya no son bienvenidos por una gente que es ajena al espíritu y objetivo con el que nació la revolución siria”, afirma Mayte Carrasco, reportera de guerra freelance que ha estado cubriendo el conflicto desde su inicio.
Los medios de comunicación dejaron de reportar sobre el terreno. Ni siquiera las grandes agencias como Associated Press o Reuters tienen enviados allí. Pero esto no solo pasa en las zonas rebeldes, tampoco hay presencia periodística en Damasco o en zonas donde el régimen de Bashar Asad mantiene el control.
“La información desde Siria está muy polarizada. Por un lado, nos llega la información de los medios de comunicación pro régimen que difunden propaganda en favor de Bashar Asad. Y por otro lado, la de los medios de comunicación pro revolución, que solo informan desde el punto de vista de la oposición”, señala Doller.
“Hay muchas cosas que están sucediendo en Siria que no conocemos por la falta de reporteros sobre el terreno. No hay información fiable y veraz”, incide Doller. “Está claro que hoy es imposible para un periodista informar desde Siria y a largo plazo irá a peor”, concluye.
Los periodistas dependen cada vez más de fuentes locales independientes, como activistas, médicos, abogados y ciudadanos concienciados que documentan lo que sucede en la guerra. Pero en los últimos meses el círculo se ha ido cerrando a su alrededor. Casos como la detención de la abogada pro derechos humanos Razan Zeituneh y otros tres compañeros que trabajaban en el Centro de Documentación y Violaciones sirio (CDV), hacen que cada vez sea más difícil llegar a la información.
“No se está cubriendo en absoluto la revolución siria. Ahora mismo se cometen los mismos atropellos contra los derechos humanos que en muchas ciudades sitiadas hace un año, pero nadie habla hoy de Nabek (ciudad de la región de Qalamun, al norte de Damasco, donde el ejército de Asad ha culminado una operación para retomar el enclave), por poner un solo ejemplo, donde la población civil”.