“La Iglesia no se conmovió cuando la dictadura torturaba a una embarazada”

La ex ministra de la Alianza sale con fuerza a rebatir la posición de los obispos cordobeses que advirtieron en una carta abierta que legalizar el aborto convertiría al país en “una dictadura”. Y sostiene que por posturas como ésta se perdió la calidad del debate.

A sus 87 años, Graciela Fernández Meijide, ex ministra de la Alianza y referente de los DD.HH. vuelve a aportar su análisis lúcido sobre la política actual, la marcha del gobierno de Cambiemos, y un tema central que parte aguas en la sociedad argentina: la despenalización del aborto. A favor del proyecto de legalización, sostiene que la calidad del debate se vio resentida en el último tiempo por “la desesperación de perder de los sectores que quieren hacer de esto una cuestión de fe”, y acusa a la Iglesia de intentar “confundir a la gente”.

– ¿Qué sensación tenés respecto de la ley de despenalización del aborto? ¿Sale?

-Primero, me alegro enormemente que se haya puesto en discusión, era una necesidad, si no, no hubiera movilizado como movilizó. Apoyo la despenalización porque, de hecho, nadie penaliza a una mujer que se practica un aborto. Hay dos casos nada más. Llegan mujeres con abortos mal hechos a atenderse a un hospital y no va a haber un médico o enfermera que las denuncie. Y el propio Pinedo, cuando se le preguntó si mandaría presa a una mujer que se practicó un aborto, dijo “no”, entonces, pongámonos de acuerdo. Hay un reconocimiento de una realidad y de ponerla en términos políticos y de atención de la cosa pública.

– Es mérito del Gobierno el haber impulsado el proyecto pero, paradójicamente las tres mujeres fuertes de Cambiemos, Michetti, Carrió y Vidal, se oponen. Es bastante contradictorio…

-Son antiguas en eso, ¡qué querés que te diga! Que expliquen ellas. No soy su exégeta.

– Me refiero a que esa postura ultraconservadora choca con el discurso de Cambiemos, esto del partido moderno, promotor del cambio, que es una de sus principales banderas.

-En eso sí, pero son las contradicciones que tiene la sociedad. El desafío es si hay diálogo o no entre posiciones opuestas. Al principio empezó con mucho diálogo, hasta la Conferencia Episcopal fue muy cuidadosa al inicio con el tema, y durante el debate en Diputados y aún en el Senado, salvo algunos exabruptos y algunos “pintorescos” como Abel Albino, se habló desde el conocimiento, se buscó con argumentos apoyar y no con “yo, porque creo…” Porque a un diputado nadie lo elige por su religión, lo elegís porque te ofrece trabajar por el bien público y, dentro del bien público, está la salud pública y el problema que se le presenta a una mujer que decidió, con todo el derecho y por los motivos que sean, interrumpir su embarazo y no tiene atención pública. Y mal que les pese a los obispos de Córdoba, que acaban de hacer una carta espantosa diciendo que si esto avanza va a ser como una dictadura.

– Ese discurso va en línea con la postura del Papa, que también se ha pronunciado muy fuerte en contra de esta ley…

-Sí, de aquellos vientos esta tormenta. Pero hay que decirle con todas las letras a los obispos que los que estuvieron antes que ellos no se conmovieron cuando una dictadura torturaba a una mujer embarazada con el riesgo de que abortara. ¡Cuántas habrán abortado! O esperaban a que una embarazada secuestrada tuviera su hijo, la eliminaran, y entregaran el hijo cambiándole la identidad y ellos tenían capellanes que absolvían. Y no hubo un pedido de disculpas. Entonces, no confundamos a la gente. Ahora, este debate, ¿por qué se ha puesto más duro y hasta ofensivo y se perdió la calidad del diálogo, en algunos casos? Por la desesperación de perder de los sectores que quieren hacer de esto una cuestión de fe. No es una cuestión de fe, o en todo caso, lo es en el respeto por los derechos de todas las personas. La mujer tiene derecho a decidir sobre su cuerpo, la ley no la obliga a abortar.

– Estamos hoy en un momento económico muy complicado, quizá el más duro para el Gobierno. ¿Cómo lo ves parado a Macri?

-Creo que Macri era consciente de que por mucho que nuestra economía tuviera signos de que podía crecer y ponerse confiable para las inversiones, aún así era una economía tan débil que dependía mucho de lo que pasaba afuera. Esto se había visto con la Alianza, nosotros lo sufrimos, que fue muchísimo más grave entonces, pero te muestra hasta qué punto Argentina no es lo que la mayoría de los argentinos cree, que es rica y capaz de arreglársela sola. Depende demasiado de la economía exterior y de los humores del mercado. Creo que él imaginó esto, de ahí que cuando después de ganar las elecciones legislativas empiezan a hacerse correcciones que eran indispensables, como el tema tarifas y cierto ajuste, empieza a subir un mal humor social, al mismo tiempo que estalla un cambio afuera: el alza de las tasas en EE.UU. y una visión todavía desconfiada, a pesar del triunfo de octubre, de hacia dónde iba la política de la Argentina. Es decir, las inversiones seguían sin venir y esto llevó a que se recurriera al Fondo.

– ¿Hizo bien, entonces, en ir al FMI?

-A mí me pareció ver a un Macri resolutivo allí y que enfrentaba los problemas y con un equipo capaz de resolverlos e, incluso, capaz de desprenderse de aquellos que no respondían a las expectativas de lo que exigía el momento. Creo que fue buena la decisión de haber recurrido al Fondo. Y le reconozco a Macri el haber podido hacer autocrítica, cosa que en la Argentina no ocurre nunca. Decir “también hubo errores nuestros”. Me pareció meritorio.

– Pero esa metodología del ensayo-error genera sensación de falta de rumbo. Ahora, al no haber buenas noticias para dar en lo económico, talla más fuerte la política. ¿Cómo los ves en ese plano? ¿Le falta política al Gobierno?

-La mejor noticia es que el dólar se haya quedado quieto. Política tiene, aunque no hagas la clásica política, es una política. Hay quienes reclaman, y me he encontrado en ese grupo, búsqueda de mayores consensos. Y quienes dicen que es muy difícil hacer consensos, sobre todo con una oposición como el peronismo, que es una máquina de gestionar poder y, por tanto, de disputarlo. Y que no tiene líderes, que tiene muchas contradicciones, porque cuando uno ve por ejemplo el FR, las propuestas que ha hecho en lo económico, son la mayor parte de cumplimiento imposible.

– Con la experiencia de la Alianza vivida en carne propia, ¿cómo vez en términos de solidez política a Cambiemos? ¿Los cortocircuitos con la UCR te recuerdan en algo las divergencias que se vivían entonces en la Alianza?

-En parte sí, en parte no. El origen de ambas alianzas es el mismo. Hay un partido nuevo, en este caso el PRO, entonces era el Frepaso, atractivo, moderno y con votos, sobre todo en Capital. Precisamente, por ser muy capitalinos, el uno y el otro, no tenían territorio, y está el radicalismo que, aún maltrecho por el 2001, guarda un espacio de territorio para ofrecer en una alianza. Más Carrió, que tiene voto capitalino y que suma por su propio liderazgo. Siempre hay contradicciones, porque las hay al interior de los partidos. Es inevitable.

– ¿Y a Macri le sigue conviniendo tener a Cristina a mano para azuzar el fantasma del pasado o es una estrategia agotada?

-Hay una ventaja, es fácil recordar los bolsos con dinero. Ahora, ¿por qué se agarran tan duro ahora con Vidal con las denuncias de los aportes de campaña? Porque cuando venís con una bandera como la anticorrupción, que el PJ nunca va a agarrar, te exponen donde se supone que sos más fuerte, porque te igualan.

– ¿Te parece que el caso de las coimas K que acaba de estallar puede derivar en un Lava Jato argentino?

-Depende de si van a fondo y destapan todo, y también de cómo se trabaje en el Senado con la extinción de dominio, porque eso toca la política. Significa que los bienes adquiridos que se descubran que han sido con corrupción por ocupar cargos en el Estado pueden ser tomados por el Estado. Hasta ahora había habido una negativa de avanzar en el Senado, sobre todo del PJ, y ahora creo que van a necesitar todos empujar. Ahí están Michetti y Pinedo, con un papel importante, para que se demuestre que realmente quieren ponerle un freno. Y también depende de cuánto soporte de personal, fiscales, ponen a trabajar con Bonadío. Si hay un juicio y tarda 10 o 15 años, como viene ocurriendo, se pierde en la memoria. En ese sentido, también es importante el seguimiento y la información seria que ofrezcan día a día los medios.

– Reforma de FF.AA: “No me gusta el procedimiento”

Fernández Meijide tiene sus reparos respecto de la decisión del Gobierno de redefinir el rol de las FF.AA para que puedan ofrecer apoyo logístico a las fuerzas de seguridad en la lucha contra el narcotráfico. “El tema debe discutirse con expertos y escuchar muchas voces. Uno de los motivos por los cuales las FF.AA. se desprestigiaron absolutamente en la sociedad fue porque abandonaron su condición de profesionales cuando se dedicaron a reprimir en la clandestinidad y disfrazados de civiles. Hay que dividir muy bien: las FF.AA. tienen un objetivo: estar listas si las atacan, reciben órdenes y las cumplen, y se preparan para atacar a un enemigo. Y a un enemigo vos lo eliminás, sea porque lo neutralizaste o lo mataste. Las entrenan para eso. Las fuerzas de seguridad, en cambio, están entrenadas para prevenir el delito y, eventualmente, para detener el accionar del delincuente, que no es un culpable hasta que la Justicia lo diga. La policía no puede ajusticiarlo, no es un enemigo. El entrenamiento es diferente. No digo que estoy a favor o en contra; digo: no me gusta el procedimiento”, dice.