El mea culpa fue leído hoy en las misas de todos los templos del norte del Conurbano. Además, decidieron reparar económicamente a los jóvenes abusados por el padre José Mercau cuando era párroco de un templo de Tigre.
El obispo Oscar Ojea y el Presbiterio de la Diócesis de San Isidro pidieron hoy perdón público a víctimas de abusos cometidos por el sacerdote José Mercau, quien purga una condena en prisión por delitos cometidos cuando era párroco en un templo del partido de Tigre.
En un hecho inédito en el país, la diócesis del norte del Conurbano Bonaerense informó que también indemnizará a cuatro jóvenes víctimas de abusos sexuales y que venderá sus propiedades para asumir esa responsabilidad ante la justicia.
El mea culpa, titulado “Asumir, pedir perdón y deseo de reparar”, fue leído hoy en las misas de todos los templos de la diócesis. “La comunidad diocesana de San Isidro, y de un modo especial el Obispo y su Presbiterio, piden públicamente perdón a los jóvenes que han sido afectados por estas conductas realizadas por un sacerdote de nuestra diócesis, el padre José Mercau, cuando era párroco de San Juan Bautista, en Ricardo Rojas, partido de Tigre”, subraya.
Asimismo, ratifica su “decisión de ayudar, desde nuestras posibilidades, a éstos jóvenes a sanar heridas y construir un porvenir”, manifestando su deseo de que este gesto “signifique también una renovación en toda la comunidad del compromiso por promover una cultura del cuidado de los niños y adolescentes”.
La Diócesis de San Isidro también citó en el texto palabras del papa Francisco, al pedir: “cuidémonos los unos a los otros. Cuídense entre ustedes, no se hagan daño. Cuídense la vida, cuiden la familia, cuiden la naturaleza, cuiden a los niños, cuiden a los viejos”.
La decisión de Ojea de pedir perdón y reparar económicamente a las víctimas se enmarca en la política de “tolerancia cero” con los clérigos abusadores impuesta por la Santa Sede y la prédica del Pontífice argentino en cuanto a la necesidad de acompañar a las víctimas de abusos.
Los denunciantes tenían entre 11 y 14 años en 2005 y vivían en el hogar San Juan Diego de El Talar, donde trabajaba Mercau, quien fue condenado por los delitos de “corrupción de menores reiterada, en concurso real con abuso sexual mediante acceso carnal agravado”.
“Las secuelas que deja el abuso sexual en el futuro de los niños y de los jóvenes no se pueden medir”, aseguraron las autoridades eclesiásticas de San Isidro en el comunicado leído en todos los templos. Y agregaron que “su vida vincular y afectiva queda lastimada en lo más hondo por la violación de su intimidad”.
“La conducta del que abusa también hiere a todo el Cuerpo de Cristo y quiebra la confianza en la comunidad. Este mal causado nos hace experimentar un vivo dolor como miembros de la Iglesia”, reconocieron. Y destacaron, en este sentido, que “con claridad estos actos están abiertamente en contradicción con la Palabra de Dios y con la tarea evangelizadora que día a día comunidades y pastores llevan adelante”.
Por último, Ojea y sus sacerdotes pidieron a Dios que estos gestos “nos estimulen a seguir anunciando con transparencia y fidelidad la alegría del Evangelio e iluminen cada rincón de la Diócesis para poder acercar la Buena Noticia, en particular a nuestros hermanos más pobres”.