Sólo en los últimos cuatro años, cerca de 800 personas han sido víctimas de esta práctica, más que todos los casos registrados en los 24 años anteriores.
La mañana del pasado 19 de diciembre, la pequeña localidad de Villa Pozas amaneció con una estampa poco habitual. En un párking público, atado con cinta adhesiva a una farola, había un ladrón lleno de heridas y contusiones al que varios vecinos habían sorprendido en plena acción la noche anterior. Afortunadamente para él, todo quedó en un susto ya que los lugareños frenaron a tiempo sus impulsos y decidieron darle sólo un escarmiento y dejarle inmovilizado para que los agentes de policía lo detuvieran.
Un par de semanas antes, en Ecatepec, un camión que circulaba a gran velocidad por una zona escolar atropelló a una niña de 9 años. Al percatarse de lo ocurrido, el conductor del vehículo y su acompañante decidieron darse a la fuga mientras eran perseguidos por taxistas y vecinos. Les tiraron piedras y ladrillos hasta que por fin consiguieron detenerles. Entre patadas, insultos y amenazas ambos trataban de aguantar la respiración confiando que la policía llegara antes de que se agotaran sus fuerzas. Los agentes tardaron más de lo previsto porque, para llegar hasta ellos, tuvieron que enfrentarse antes con varios vecinos que les negaban el paso. Tras el lanzamiento de botes lacrimógenos, consiguieron romper el cerco vecinal y llegar hasta los linchados, aunque, para cuando quisieron evacuar la zona, vieron cómo uno de sus vehículos estaba en llamas. Ésta era la represalia de una turba a la que habían quitado su botín, y que en busca de justicia siempre desconfían de sus autoridades.
Ecatepec, un municipio popular de la Ciudad de México, es, según apuntan todos los estudios, el lugar donde más linchamientos se producen en todo el país (algunos hablan de hasta el 40% del total). La inseguridad y la corrupción policial han llevado a sus vecinos hasta el extremo de montar brigadas ciudadanas que velen por la seguridad de su comunidad. Los integrantes más comprometidos del grupo ‘Denuncia Ecatepec’ salen a diario a patrullar armados con una porra y un silbato. María es una de ellas, tal y como confiesa a EL MUNDO, reclamando además que cambiemos su nombre para proteger su identidad: “No somos muchos los que nos atrevemos a hacer esta labor ya que el crimen organizado nos vigila y amenaza en cuanto puede. Aunque también es verdad que el resto de vecinos cada vez nos respeta más”.
Penas de 50 años
María confiesa que no participó en el linchamiento a los conductores de ese camión, “estaba trabajando”, asegura, pero sí conoce a otros compañeros del grupo que sí participaron en la persecución. A pesar del caos y del violento enfrentamiento con la policía, María defiende a los suyos: “El problema es que si los vecinos no llegamos a movilizarnos, hoy tendríamos a dos homicidas en fuga y a una familia rota sin justicia. La policía en Ecatepec es corrupta y perezosa, sólo funcionan si hay mordidas (sobornos) de por medio, eso sí, cuando les das el trabajo hecho ahí sí que quieren hacerse la foto”. A María le preocupa la situación en su municipio y por eso ha decidido dar un paso adelante para “acabar con toda la panda de rateros, ladrones y violadores que campan a sus anchas ante la mirada inútil de la Policía”. Asegura que ha participado en varios linchamientos aunque prefiere no dar detalles por temor a represalias legales. El código penal castiga con penas de hasta 50 años a aquellos que participen de estas prácticas aunque, hasta la fecha, no constan condenas en firme al respecto.
El linchamiento en México es un tema tabú, pocos hablan de ello a pesar de las alarmantes cifras que asoman en medio de este escenario de impunidad y violencia. El Congreso debía haber presentado a finales de este 2018 un estudio que pusiera cifras oficiales a esta problemática y, sin embargo, sigue sin entregarlo. A falta de conocer esos números, el profesor Raúl Rodríguez Guillén es una de las referencias al respecto, ya que lleva un conteo propio desde 1988. Según sus estimaciones, publicadas en su estudio ‘Linchamientos en México: recuento de un período largo’, 2017 fue el año más mortífero, con 245 linchamientos.
“La debilidad del Estado y la impunidad son las causas que provocan esta histeria general y la respuesta violenta de la sociedad civil”, asegura a EL MUNDO Francisco Rivas, director del Observatorio Nacional Ciudadano. El organismo que dirige Rivas es uno de los más prestigiosos de México en materia de seguridad y, aunque asegura que no llevan un conteo de los linchamientos, sí reconoce que están preocupados por el auge de este fenómeno violento: “El Estado no ha utilizado ninguna medida para frenar los linchamientos, no está fomentando un mayor aprecio por la ley, ni tampoco crea mejores instituciones para poder combatir el delito”.
En México, según datos del Instituto Nacional de Estadística, el 93,7% de los delitos no se denuncian y, de los que sí se denuncian, un 99,3% queda sin culpables. No es de extrañar en los últimos años los mexicanos hayan decidido acudir a una vía que les garantiza resultados: la ‘Justicia del Pueblo’. Rivas destaca que “si tuviéramos más policías que fueran capaces de responder ante un delito, los ciudadanos se lo pensarían dos veces antes de participar en un linchamiento. Sin embargo, este concepto de justicia por propia mano es un concepto equivocado ya que, en realidad, no se trata de justicia si no de venganza, que además no está sustentada en información contrastada y oportuna. Ya ha habido muchos casos en los que se ajusticia a alguien inocente y esos asesinos civiles jamás pagarán por ello”.