Una de las activistas de la ONG, relata su detención por agente rusos. Rusia acusó de piratería a las 30 personas arrestadas.
Faiza Oulahsen forma parte del grupo de 30 activistas y tripulantes de Greenpeace detenidos en Rusia. Es responsable de la campaña del Ártico de Greenpeace en Holanda. Su vida está ahora reducida a un cubículo “helado donde las luces nunca se apagan“, por culpa de su osadía: adentrarse en aguas rusas para protestar contra la explotación del Ártico.
“Nos metieron en jaulas a esperar la audiencia. Muy inhumano“, se queja en una carta difundida por la organización. Desde su cautiverio en Murmansk, relata el caos de su arresto, que Greenpeace ha documentado para remitirlo a los medios de comunicación. “Los rusos ni siquiera tenían permiso para detenernos y lo hicieron. Hacen exactamente lo que les da la gana”, asegura.
“No tengo idea de cómo va a terminar todo esto ni cuánto tiempo va a llevar. La incertidumbre me está volviendo loca“, dice la activista, que relata el desconcertante proceso de su detención. “Fui una de las primeras en ser llevada a lo que, pensé, era un interrogatorio. Me sentaron en una silla, en una habitación fría, frente a una señora que estaba ocupada tecleando. De repente, nos llamaron del FSB, junto con algunos otros, parecía que no tenían mucha más opción que cooperar”, resume en su misiva.
Ese día ella se negó a declarar :”esposados, nos llevaron en grupos, a tres edificios diferentes. Nos pusieron juntas a seis mujeres de nuestro grupo en una celda”. Según relata, pasó bastante tiempo antes de que fueran llamadas una por una, “por lo que acabamos tiradas en el suelo, estábamos muertas de cansancio”. Según explica una portavoz de Greenpeace Rusia, actualmente todos los detenidos están aislados en pequeñas celdas individuales.
Esta semana ha habido un goteo de malas noticias. Uno a uno, los activistas fueron recibiendo sus acusaciones. Al final, el Comité de Instrucción de Rusia confirmó que todos los tripulantes del buque arrestado en el Mar de Bárents y remolcado hasta el puerto de Murmansk fueron acusados de piratería en virtud del artículo 227 del Código Penal, que castiga estos delitos con 15 años de prisión. Los activistas treparon a la plataforma petrolera de la compañía estatal rusa Gazprom en el Mar de Pechora, donde ,según sus propias declaraciones, querían colgar pancartas.
Faiza escribió su carta el 28 de septiembre alrededor de las 12 horas. O eso cree, ya que tras nueve días de estar encerrada y aislada de toda comunicación “una tiende a perder la noción del tiempo”. Está custodiada por agentes desde el 19 de septiembre. Los tripulantes (que proceden de Rusia, EEUU, Argentina, Reino Unido, Canadá, Italia, Ucrania, Nueva Zelanda, Holanda, Dinamarca, Australia, Brasil, República Checa, Polonia, Turquía, Finlandia, Suecia y Francia) han corrido con la misma suerte. Todos están repartidos en celdas de Murmask y otra localidad cercana, explican fuentes de la oficina de Greenpeace en Moscú.
La ONG rechazó las acusaciones de piratería por considerarlas “erróneas, injustificadas e ilegales”. Este viernes, un miembro del equipo jurídico de Moscú explicaba su decisión de ir hasta el Tribunal Europeo para los Derechos Humanos en Estrasburgo: “estos cargos son un absurdo teórico, así que no puedo adivinar qué será lo siguiente”, explica a elmundo.es Antón Genievslavski, uno de los abogados de Greenpeace en Moscú. Este planteamiento jurídico, dice, “es una vergüenza para mi país y para mí como ruso“.
En la mente de Faiza quedó grabado, tras una audiencia preliminar, el llanto impotente de algunos activistas: “nos informaron que estábamos bajo arresto y que permaneceríamos encerrados durante dos meses hasta el juicio”. Apenas han podido comunicarse desde entonces, aunque cuentan con asistencia letrada por parte de abogados rusos pagados por la organización.
“Sabemos muy poco de ellos, pero al parecer ya se está suministrando la medicación adecuada a algunos detenidos que lo necesitan“, explica una fuente de Greenpeace. En su carta, Faiza cuenta que no tiene más ropa o efectos personales aparte de lo que tuvo tiempo de recoger en pocos segundos cuando fue detenida: “metí mi chaqueta, guantes, ropa interior, dos camisetas térmicas, gafas y cepillo de dientes. Ahora siento no haber metido más ropa limpia“.
Los ecologistas acusan a Gazprom de “poner en peligro, con sus perforaciones, al ecosistema especialmente sensible del Ártico, pues cualquier filtración podría tener consecuencias catastróficas para la flora y la fauna de la virgen región“. Según Genevslavski, son también “compañías multinacionales” las que están convenciendo a Rusia “para llevar arriesgadas prospecciones árticas que no les dejan hacer en Noruega o en Alaska”.