Llevará un brazalete de control para librarse de ingresar en prisión.
Sentencia histórica sin precedentes. Nicolas Sarkozy (68 años), ex presidente de la República, ha sido condenado en segunda instancia a tres años de cárcel.
En primera instancia, el 1 de marzo del 2021, el Tribunal de París condenó a Sarkozy a tres años de cárcel. Dos años, con remisión de pena, evitando la cárcel; y un año de prisión firme, dejando en suspenso la posibilidad de sustituir la cárcel por un brazalete electrónico.
Conocida la primera sentencia, Sarkozy y su partido, Los Republicanos (derecha tradicional), pusieron el grito en el cielo, denunciando una «justicia política», una «sentencia alejada de la realidad y la moral, destinada a perseguir a un hombre». Sarkozy anunció que defendería su honor por todos los medios judiciales posibles.
Los abogados del ex presidente, presentaron un recurso. En segunda instancia, el Tribunal de París ha confirmado la primera sentencia: dos años de cárcel con remisión de pena; y un año de prisión firme. A juicio del Tribunal, Sarkozy es culpable de «delitos graves»: «corrupción» y «abuso de bienes sociales», en el marco de la financiación de la victoriosa campaña presidencial del 2007. No hubo apropiación de dinero público. Pero, desde el punto de vista judicial, si hubo corruptelas varias.
La sentencia definitiva cayó como una «bomba» la mañana del miércoles. Se trata de una sentencia sin precedentes en la historia política de la V República.
Los abogados de Sarkozy no admiten la condena definitiva del ex presidente y se proponen presentar un muy urgente un recurso de casación, «un recurso extraordinario por objeto anular una sentencia judicial firme».
Sarkozy todavía tiene pendientes otros procesos judiciales, en curso de instrucción, relacionados con financiación ilegal de campañas ilegales, presuntamente pagadas, en parte, por el Coronel Muamar el Gadafi.
Se trata del hundimiento inconcluso de un jefe de Estado francés. Sarkozy abandonó la política, sin ilusiones. Su partido, Los Republicanos, nunca han roto con su antiguo líder, pero corren el riesgo de sufrir de la «metralla» indirecta de sus desventuras judiciales.