Un escenario de pesadilla en el que el ébola se propagaba sin control entre millones de habitante de los barrios más pobres de la ciudad más grande de África pudo evitarse en un raro ejemplo de victoria frente al letal virus.
Ante la creciente crisis en África Occidental, donde han muerto más de 4.500 personas por el ébola, el desarrollo de los hechos en Lagos muestra cómo las técnicas correctas a la velocidad adecuada pueden resultar positivamente.
Con una población de más de 170 millones, Nigeria es la nación más poblada de África y surgieron temores de que el ébola pudiera afianzarse cuando un liberiano estadounidense llegó con la enfermedad en julio.
En lugar de ello, junto con Senegal, un país más pequeño que lo logró el viernes, Nigeria llegó este lunes a los 42 días sin nuevos casos de ébola, un período tras el cual la Organización Mundial de la Salud (OMS) puede declarar a un país libre del virus.
El resultado pudo haber sido mucho peor, y el hecho de que la noticia es positiva se debe a una sorprendente historia de trabajo médico detectivesco.
Caso para libros de texto
El punto de inicio fue la llegada de Patrcik Sawyer al aeropuerto de Lagos, donde se desmayó y se sospechó que sufría malaria.
Fue transportado a una clínica privada, sometido a análisis y durante la espera de resultados varios miembros del personal se contagiaron.
Para cuando se confirmó que era ébola, la infección se había propagado a 11 trabajadores, cuatro de los cuales murieron posteriormente.
Fue en ese momento cuando la situación se volvió catastrófica.
La respuesta oficial no fue inicialmente rápida pero afortunadamente un equipo de expertos que trabajaban en la lucha contra la polio estaba en el lugar y listos para desviar sus esfuerzos.
Lo que siguió fue un caso de libro de texto sobre uno de los principios básicos de control de enfermedades: la identificación y rastreo de todos los que pudieron haber tenido contacto con el paciente.
Esto comenzó con el personal médico y sus familias y se extendió a un número cada vez más grande de personas.
La lista inicial de contactos, de 281 personas, pronto sumó 894. Cada uno de ellos fue visitado y sometido a análisis repetidos de signos de la infección.
26.000 hogares
Pero el trabajo detectivesco no terminó allí.
Los especialistas calcularon posteriormente cuántas personas estaban viviendo en el radio particular de las 894 personas que estaban siendo vigiladas.
Esto dependía de la densidad de vivienda en cada área particular.
El resultado fue que oficiales y voluntarios se embarcaron en rondas de visitas que los llevaron al número extraordinario de 26.000 casas.
Una política clave en este arduo proceso fue involucrar a las comunidades y alentar a la gente a ser lo más honesta posible sobre sus movimientos y contactos. Esto obviamente funcionó.
En total, hubo 19 casos confirmados de infección en Nigeria y ocho muertes, incluido Patrick Sawyer.
Esta es una cifra trágica para las familias involucradas pero infinitamente más pequeña de lo que pudo haber sido.
En un mundo ideal, el mismo enfoque de registros cuidadosos y rastreo detallado de personas podría ser aplicado a los países más afectados: Guinea, Libera y Sierra Leona. Pero eso es poco probable.
Aunque es notoria la corrupción e ineficiencia de Nigeria, es evidente que cuenta con una burocracia suficientemente efectiva para establecer una exitosa estrategia contra el ébola, a diferencia de los tres países más afectados que, incluso antes de que estallara el virus, sufrían de extrema pobreza y de las consecuencias de conflictos.
Brasas ardientes
Esta historia, sin embargo, lleva una advertencia: hay que asegurarse de que la tormenta realmente ha pasado.
El director de los Centros para el Control y Prevención de Enfermedades de Estados Unidos, el doctor Tom Frieden, advirtió que el ébola es como una lucha en un bosque que arde: “Si se deja una brasa ardiente, un caso sin detectar, la epidemia podría volverse a encender”.
Como ejemplo, describió cómo en un punto se pensó que cada caso en Nigeria había sido identificado cuando, en realidad, se les había escapado uno, lo que resultó en una nueva serie de casos en Port Harcourt.
Ese incidente ya pasó.
Y la OMS está actualmente juzgando la situación en unos 15 países africanos en riesgo, por lo que son tiempos de ansiedad.
Una nueva preocupación está surgiendo entre los especialistas: la escala del brote ahora es tan grande y se ha extendido a tantas áreas que seguir el ejemplo de Nigeria, de rastraer literalmente cada caso, no será posible.
Esto significa que la enfermedad puede persistir y podría permanecer visible o invisble durante las próximas décadas.