Las Mujeres de la Matria Latinoamericana (Mumalá) realizaron una experiencia en el pabellón femenino del Penal de Batán buscando acercarse a las internas y brindarles su apoyo. Esta mañana en la 99.9, habló Noelia Barbas, integrante de la ONG, y destacó que “la mayoría de las detenidas no reciben visitas, o no ven por muchos meses a sus familias porque no pueden viajar”.
El trabajo en las cárceles nunca es sencillo, y mucho menos cuando se trata del pabellón femenino. La ONG Mumalá (Mujeres de la Matria Latinoamericana) finalizó una experiencia particular que tuvo por objetivo compartir las vivencias de las mujeres detenidas en el Penal de Batán.
Esta mañana en la 99.9, contó las conclusiones de ese trabajo Noelia Barbas, una de las personas que llevo adelante esta labor: “quisimos repetir la experiencia que se había dado en otras provincias de brindar talleres de género en las unidades penales. Hace tiempo trabajamos en los barrios y las escuelas, y nos animamos a ir al Penal. Presentamos un proyecto a principios del año pasado ante los directivos y las autoridades. En septiembre del año pasado, comenzamos con los talleres”.
El universo que abordaron en estas charlas estuvo bien definido: “hay 120 mujeres, aproximadamente. En este último tiempo creció un poco más esa cantidad. La mayoría son mujeres del Conurbano de entre 18 y 65 años. En cuanto a las causas y los delitos por los que estaban allí, no era nuestro objetivo saberlo, pero se han animado a contarlo en las conversaciones. Algunas están detenidas por delitos de droga y algún que otro robo, en la mayoría de los casos”.
Además, destacó: “veíamos que hay una culpa más grande en las mujeres por estar alejadas de sus hijos. Pesa mucho la pena moral más que la legal en sí misma. Eso se repetía en cada taller: la culpa. La gran mayoría dice que está arrepentida del delito”. Luego, agregó: “el sistema carcelario no está pensado para que ellas puedan luego reinsertarse socialmente, pero sí muchas veces se ve que les sirve el momento de parar, reflexionar y pensar muchas cosas que suceden en la vida”.
La soledad y el abandono generan otra cuestión preocupante que atraviesan las detenidas. En este sentido, Barbas comentó: “la mayoría de las detenidas no recibe visitas, o no ven por muchos meses a sus familias porque no pueden viajar. La familia se desintegra bastante, esto las diferencia también de los varones. Para ellas, los días de visita son muy duros; me ha tocado estar allí y ver que de las 100 mujeres privadas de la libertad, solo 5 tenían visitas”.
Si bien desde la ONG los talleres han sido una primera etapa de trabajo, pretenden continuar en este camino, con el convencimiento de que así están ayudando a muchas mujeres en situaciones delicadas: “estoy segura de que los talleres han servido y han sido fructíferos. Nos vamos contentas, y ellas también. Nos dijeron que, para ellas, nosotras éramos sus familias porque fuimos todas las semanas todo el año y les habíamos aportado mucho. Tenemos muchas ganas de volver. Veremos si el año que viene podemos presentar un proyecto renovado”.