Las reservas internacionales son una cantidad determinada de dinero representada en diferentes monedas y oro que los países poseen y utilizan para cumplir con compromisos internacionales y como medios de pago; es decir, herramientas aceptadas por el mundo para realizar intercambios comerciales.
Pero que de su cantidad dependa la moneda interna, dicen, es un error. De un laborioso trabajo de investigación y análisis llevado a cabo por los economistas Andrés Asiain y Lorena Putero, cuyo abstract mínimo fue publicado en Página 12, surge que el valor de un billete de 100 pesos no está dado por los dólares que pueda tener acumulados el Central, sino por la cantidad de bienes que permite comprar. Eso depende de elementos como la formación de precios por el sector empresarial, las negociaciones salariales en paritaria, la política impositiva o el precio internacional de las materias primas.
El único nexo posible, entonces, entre los precios y las reservas del Central, estaría dado por el valor del dólar, que influye en el costo de los insumos importados y el precio de los alimentos exportables. Por eso, el Banco Central implementa una batería de medidas que le permiten mantener la cotización del dólar bajo su órbita de decisión, evitando devaluaciones bruscas que generen una desestabilización de los precios, según explican los profesionales. Con uno de ellos, Andrés Asiain, conversamos para una mejor comprensión.
Noticias & Protagonistas: ¿Cómo es el estudio que vienen realizando y que deja como un concepto antiguo la idea de que hay una relación directa entre la cantidad de reservas que hay en el BCRA y el respaldo de la moneda?
Andrés Asiain: Esta es una idea extendida en el mundo de la economía, un debate largo que se da en casi todas las latitudes y épocas. Cuando San Martín cruzó los Andes e invadió Perú, una de las primeras cosas que hizo fue traducir un libro de un economista que hablaba de la posibilidad de emitir moneda, y de hecho lo hizo, con unos billetes muy chiquitos; fue un precursor. En la misma época, en Inglaterra se debatía sobre si la moneda tenía que tener un respaldo en oro.
N&P: Pues ese debate parece que sigue hasta hoy, sobre todo en medio de la crisis…
AA: Sí, claro. La cuestión para la mayoría pasa por esa cosa mítica que es el dinero, un papelito que tiene socialmente el poder de permitir hacer cosas: uno trabaja por esos papelitos, compra con ellos. Qué es el dinero es un debate grande; es una institución social, como en otro tiempo lo fue la sal, el cuero, la plata, la pimienta, o en la cárcel los cigarrillos, es un bien que tiene poder de compra concentrado. Cualquiera lo acepta y entrega a cambio cosas.
N&P: Pero además, en una sociedad de mercado, tener dinero es tener poder. ¿Cómo leerlo en esos casos?
AA: Históricamente, para que se aceptara el valor de un papel como moneda, en una primera etapa se lo declaraba convertible respecto de algo a lo que la gente estaba acostumbrada a usar: plata u oro. Ahí nace la primera idea de respaldo. Muchas economías antes de los Estados nacionales usaron sal, piedras preciosas, muchas cosas. Pero luego esos mismos Estados se habituaron a la circulación de un bien nuevo, convertible. En Argentina, después de la híper, la convertibilidad buscó el respaldo en el uno a uno para volver a hacer aceptable la moneda nacional. Son medidas para acostumbrar a la población, que es la que acepta y da confianza a la moneda.
N&P: ¿Allí es donde aparecen teorías que plantean la necesidad del respaldo que representarían las reservas?
AA: En realidad antes y en otras latitudes, pero es igualmente falso en todos los casos, porque lo único que vale es la aceptación social. Por eso en algunos emprendimientos de envergadura, por ejemplo en el campo, el estanciero grande emite dinero, los yerbateros por ejemplo, o los productores de soja, porque pagan con vales que sirven para comprar en locales… de los que ellos mismos son los dueños. Son la autoridad, y es una autoridad aceptada. En un Estado nacional, el respaldo es que sirve para pagar, el Estado es el que la impone para circulación. El respaldo en divisas es herencia histórica.
N&P: ¿Entonces imponer el respaldo en oro no es necesario, es una utopía mundial?
AA: Sí, demostrada a principios de la década del ‘70 cuando la última ilusión de respaldo se termina en el momento en que Estados Unidos declara el dólar inconvertible. Antes valía 35 onzas de oro por dólar, lo que era una mentira, porque nunca te las daban. Desde entonces se abandonó la idea del respaldo.
N&P: ¿Cómo se aplica esto a nuestro país?
AA: En la Argentina hubo una modificación del estatuto del BCRA y también dejó de existir la idea de que el peso tiene que tener respaldo en otra moneda, como por ejemplo el dólar. ¿Por qué? Porque la convertibilidad hablaba de un peso un dólar en el Banco Central para generar confianza, pero lo real es que no había tal respaldo, porque el dinero circulante siempre es más que lo que emite el Estado.
N&P: ¿Podría ejemplificarlo?
AA: Sí, claro. Los bancos crean dinero cuando dan crédito, mucho más que lo que emite el Estado. Cuando el banco presta, uno pone el dinero en una cuenta para determinado destino, supongamos comprar algo. Quien lo obtiene por la venta, lo vuelve a poner en el banco, que vuelve a prestar y así sucesivamente. Entones, parece que hay mucho dinero, pero es el mismo billete que simplemente circuló. Por lo tanto, si todos quisiéramos convertirlo en dólares, no habría cantidad suficiente. Eso es lo que pasó en 2001-2002: pese a que regía la ley de convertibilidad, cuando los ahorristas intentaron cancelar sus depósitos en el sistema bancario y hacerse de moneda extranjera, se puso en evidencia que no había suficientes dólares.
N&P: Allí se derrumbaron varias utopías…
AA: Que era lo lógico. Ahora se dejaron de lado por la modificación del Banco Central, y eso es muy positivo para la economía argentina, porque si uno ata artificialmente la política monetaria a los dólares que entran o salen, cuando hay una coyuntura determinada como una crisis, una baja en las exportaciones, o hay poca inversión extranjera directa, o un pico de incertidumbre financiera como el actual, en el momento que más se necesita una política monetaria expansiva para contrarrestar esos efectos, si uno sigue atado a una moneda que por las crisis no entra, lo que logra es que la economía siga el vaivén de la internacional, sin capacidad de hacer política propia.
N&P: ¿Esto significaría mayor libertad de movimientos, por ejemplo, para tomar medidas anticíclicas?
AA: Exacto. Por eso la separación de la política monetaria interna y la cantidad de dólares que se tenga, permite ganar soberanía y hacer una política económica nacional. En la última Carta Orgánica se expresa que las reservas del BCRA acumuladas se usarán en función de las necesidades como corridas cambiarias, importaciones, pagar deudas, etc. Por otro lado, la cantidad de moneda emitida dependerá de la necesidad interna, nivel de actividad, dar crédito, sostener políticas públicas, pero no hay una relación fija entre el circulante y los dólares. Con eso se rompe la utopía de la moneda con respaldo.
In God we trust
Eso es lo que dice el billete dólar. ¿Será Dios el que finalmente otorga ese “respaldo”? No para nuestro entrevistado, que asegura que detrás del dólar sólo está la confianza de la gente y, por eso, hay que cuidarlos: “Porque sirve para comprar productos extranjeros, sostener la industria, mejorar la tecnología. Guardarlos en un colchón o fugarlos es un desperdicio, es acumular papelitos a cambio de inversiones”.
La nueva Carta Orgánica del Banco Central eliminó una excentricidad que Argentina había heredado de los tiempos de la convertibilidad: el respaldo en moneda extranjera de los pesos emitidos. A partir de la reforma, la cantidad de billetes en circulación obedece a los requerimientos de la actividad económica interna, como sucede en los demás sistemas monetarios del mundo. La acumulación de reservas depende de las necesidades previstas para futuras importaciones, vencimientos de deuda externa, remisiones de utilidades de las multinacionales, el gasto de argentinos que viajen fuera del país o “para persuadir a quienes especulen con una devaluación e inicien alguna corrida cambiaria”, advierte Asiain
En ese sentido recuerda que en pocos años se fugaron cerca de 60.000 millones de dólares, “el equivalente de varias cosechas”, señala, “que se volvieron papelitos pintados. Eso fue un retroceso”. Romper con esto implica tener que generar instrumentos de ahorro local y poder usar los dólares para lo que realmente se necesita.
Una de las medidas acertadas podría ser fijar un tipo de relación de intercambio con Brasil que prescinda incluso de moneda extranjera (lo que mantiene más fácilmente las reservas). Para eso, dice Asiain, lo que se necesita es que el intercambio sea equilibrado: “Si el déficit de uno con otro es fuerte y hay que compensarlo con moneda extranjera, entonces no sirve. Pero si cada uno usa la moneda del otro, vuelve a cada uno y se aceita la relación que, afortunadamente, desde Lula y Dilma viene muy bien”, concluyó.