Su carácter es una prueba de que las protestas en Bielorrusia son un verdadero alzamiento de su pueblo, una rebelión organizada por ciudadanos ordinarios por todo el país.
Por Lia Quartapelle (Roma) para El Confidencial
La semana pasada en Vinius, Laura Boldrini y yo conocimos a la líder de la oposición bielorrusa Svetlana Tikhanovskaya. La reunión tenía dos objetivos. Queríamos saber cuál era el verdadero resultado de las elecciones bielorrusas, ocultado por el régimen. Por eso mismo, nos reunimos con la presidente electa en la embajada italiana de Vilnius. Pero también queríamos entender mejor las demandas de la oposición y debatir con Tikhanovskaya sobre cómo podríamos apoyar al pueblo bielorruso.
Vimos a una mujer muy normal: una antigua profesora de 37 años que se había convertido en ama de casa, que se dedica de pleno a su familia, una mujer que nunca había soñado con ser política. Su carácter es una prueba de que las protestas en Bielorrusia son un verdadero alzamiento de su pueblo, una rebelión organizada por ciudadanos ordinarios por todo el país (y no solo en Minsk): profesores, trabajadores, los jóvenes, los mayores, los hombres y las mujeres.
Al mismo tiempo, también nos encontramos con una mujer tan extraordinaria como poco convencional: alguien que tiene el valor de cambiar por completo su vida para dedicarse a los demás. Tikhanovskaya es una persona que no quiere explotar su nueva fama internacional, porque es plenamente consciente de su inexperiencia en política. Ella sabe que solo está pidiendo elecciones libres y justas: el mejor instrumento para dar a Bielorrusia el presidente que se merece.
Tenemos que proteger a los disidentes
Desde que nos reunimos, la represión ha ido a peor en Bielorrusia. Las autoridades han arrestado a todas las figuras clave de la oposición, incluyendo seis de los siete miembros del consejo opositor. Hace unos días se consiguió evitar el arresto de Svetlana Alexievich, ganadora del Premio Nobel de Literatura, gracias a que un grupo de diplomáticos europeos decidieron ir a su casa. En ese sentido, las razones por las que decidimos ver a Tikhanovskaya son más pertinentes que nunca.
La falta de legitimidad del presidente bielorruso Alexander Lukashenko y la necesidad de apoyar a la oposición obliga a todos los políticos de Europa a tomar cartas en el asunto. Necesitamos hacer un llamamiento para la salida inmediata de todos los prisioneros políticos así como el cese de la violencia indiscriminada contra los manifestantes. Necesitamos estar preparados para proteger a la oposición, que sigue resistiéndose a la represión estatal de una forma pacífica. Los diplomáticos de algunos estados miembros de la UE lo hicieron cuando evitaron que Alexievich fuera arrestada. Pero conforme la represión aumenta, también lo hace la necesidad de proteger a los disidentes. Tenemos que garantizarles refugio si fuera necesario. Nuestras embajadas deberían estar listas para ello, como si estuviéramos en la capital de Chile en 1973.
También tenemos que prepararnos para la entrada de refugiados en la Unión Europea. Muchos bielorrusos serán obligados a permanecer en el extranjero mientras que otros querarn huir de su país. Acoger a los refugiados bielorrusos no puede ser solo responsabilidad de países vecinos. Los 27 estados miembros deben estar preparados para establecer corredores humanitarios. Proteger a la oposición también significa estar preparados para asistir a aquellos que quieran llevar a Lukashenko y a sus ‘Omon’ (fuerzas especiales policiales) a la Corte Europea de Derechos Humanos por su supuesta involucración en torturas, desapariciones forzadas y otras formas de maltrato.
Además, necesitamos alimentar las experiencias de los manifestantes con participación política y sus demandas por la democracia. Bielorrusia nunca ha experimentado un proceso realmente democrático. Sea cual sea el resultado final de esta crisis, agosto de 2020 será un momento clave en la historia de este país. Cientos de miles de ciudadanos se movilizaron para rechazar el régimen y reclamar una democracia real. Por algo se empieza. Y tendremos que idear formas de apoyo a los movimientos de oposición fuera de Bielorrusia, financiar las ONG y los grupos de la sociedad civil bielorrusos y crear oportunidades para la participación cívica dentro del país.
Tenemos que tener una postura clara una vez que Lukashenko jure como presidente de nuevo el 9 de octubre. ¿De verdad podemos ser capaces de reconocerle como líder legítimo, dado el nivel de manipulación de voto y de violencia de su régimen sobre el pueblo bielorruso? Creo que no. Y la UE debería revisitar su decisión de excluir a Lukashenko de la lista de sancionados. Por último y no por ello menos importante, tenemos que respetar los deseos del pueblo de Bielorrusia.
No se merecen verse inmersos en una pelea geopolítica. Simplemente reclaman decidir sobre su futuro de forma libre e independiente, sin cambiar la historia de su país o su relación con rusia. La mediación a través de la Organización por la Seguridad y la Cooperación en Europa es la herramienta adecuada para encauzar este debate y facilitar una discusión convicente con el Kremlin sobre el futuro de Bielorrusia, dejando claro que el país debe preservar su independencia. La UE debería oponerse firmemente a la transferencia de la soberanía bielorrusa a Rusia, tal y como discutió Lukashenko con el primer ministro ruso Mikhail Mishustin.
En juego no solo está el futuro de Bielorrusia. Nuestra resolución de defender la democracia en Europa señalará nuestro compromiso con la libertad y los derechos humanos. Si no somos capaces de hacerlo en nuestro propio continente, no seremos creíbles en ninguna parte del mundo.
*Lia Quartapelle es parlamentaria en Italia. Este artículo se publicó en el European Council on Foreign Relations titulado ‘Meeting Svetlana Tikhanovskaya: How Europeans should support the Belarusian opposition’