Aquí luce como Rosie, el icono feminista, pero se llama Rocío y es el rostro de Vox contra la Ley de Violencia de Género que condiciona el cambio en Andalucía. Ella se defiende: “No soy machista”
Siete de noviembre de 2015. Una marabunta de mujeres ataviadas con camisetas de color morado Podemos toma las principales arterias de Madrid contra “el terrorismo machista”. Un grupo de ocho porta una pancarta con el mensaje ‘la violencia no tiene género’. Camina con doble cordón policial. En él, hay dos maltratadas que se manifiestan en contra de una Ley de Violencia de Género que no las ayudó a superar su calvario doméstico. “Ojalá engroséis la lista de asesinadas”, les gritan algunas manifestantes. No perdonan que apelen a la protección de mujeres y hombres y agarran de las muñecas a una joven de ojos achinados. “De aquí no me voy”, vocifera la mujer. Su nombre es Rocío Monasterioy desde entonces es la musa de Vox contra el “negocio de la ideología de género” que su partido quiere aniquilar primero en Andalucía, a cambio de su apoyo a PP y Ciudadanos, y después en toda España.
Monasterio (44 años), hoy líder de Vox en Madrid, recibe a Crónica en su oficina cercana al Bernabéu, donde planea la construcción de varios edificios vanguardistas. De día, esta arquitecta trabaja a pie de obra con su casco y su bocadillo de lomo envuelto en papel albal. Por la tarde, recibe en la sede de su formación y “sin ganar un euro” a mujeres y hombres afectados por una ley que, dice, no les ha dado justicia. De noche, se reparte entre su marido y dirigente de Vox, Iván Espinosa de los Monteros, y sus cuatro hijos. Su discurso en favor de una ley de violencia intrafamiliar que proteja “tanto a mujeres como a niños o señores mayores” le ha provocado la pérdida de clientela y un aluvión de amenazas en las redes. Afirma incluso que tres personas la siguen por la calle desde que Pablo Iglesias, con quien compartió inicios televisivos en La Tuerka o Hispan TV, activó “la alerta antifascista”.
La llaman “machista”, aunque ella se declara feminista y se presta a posar emulando a uno de los iconos del movimiento, Rosie, la remachadora, con un pañuelo rojo anudado al pelo y exhibiendo músculo. Sabe que es una provocación… y no será la única. En su despacho nos muestra orgullosa un cuadro de la abogada Concepción Arenal, una de las precursoras del feminismo español en el siglo XIX. “Mi tío bisabuelo compartía cartas con ella y a mí de niña mis padres me dieron a leer sus libros antes que Caperucita Roja. En ellos defendía la igualdad de las mujeres”, cuenta. “Sé que a la izquierda le molesta que la reivindique y recuerde que era católica, pero soy feminista desde que tengo uso de razón. Estoy con esas mujeres que verdaderamente lucharon por la libertad de todas. Hoy hay un cierto feminismo supremacista que impone el discurso de la ideología de género y pretende amordazarnos con su burka ideológico”. Aunque a sus activistas no le gusta llamarlas “feminazis” para no mezclarlo con el nazismo, aclara.
“La mujeres hoy en España hemos tenido las opciones de educarnos”, continúa, “y aunque en temas como la maternidad tenemos que seguir luchando para no ser discriminadas, no necesitamos que el Estado nos trate como si fuéramos débiles. Debemos lograr las cosas por méritos propios. Por decir esto me llaman machista. Si fuera Vox machista yo no estaría aquí ni muchas mujeres que nos apoyan porque no quieren sentirse humilladas con políticas de cuotas o que nos lleven a una tele por ser una mujer”, comenta Monasterio, que dice haber sido vetada en algunos platós por su discurso.
La exigencia de su partido al PP y Ciudadanos de una ley intrafamiliar que sustituya a la “fallida” Ley de Violencia de Género le ha obligado a concluir sus vacaciones en su refugio cántabro. Porque todos buscaban a la mujer que más ha defendido esa postura contra la “dictadura del feminismo”. De una dictadura al menos sabe. Su familia, de origen asturiano, poseía en Cuba la Central de Azúcar del Golfo hasta que fue expropiada por los Castro en 1971. Su padre, nacido en Cuba, tuvo que escapar a España y “empezar de cero”. Trayendo a nuestro país el Kentucky Fried Chicken.
“En casa me enseñaron a luchar por la libertad porque mi familia sufrió esa dictadura. Ahora lucho contra el la dictadura del feminismo supremacista que dice defender a las mujeres, pero que nunca critica a las manadas magrebíes o al islam que somete a las mujeres. Voy contra ese hembrismo que ahora critica a los jueces porque quiere entrar en la Justicia para captar más subvenciones”, dice Monasterio.
-¿Las mujeres quedarían más desprotegidas sin la Ley de Violencia de Género?
-Para nada. Lo que proponemos es una ley de violencia intrafamiliar que proteja mejor a la mujer maltratada, que castigue al maltratador de verdad. El maltratador tiene que estar toda su vida en prisión, pero hay que proteger a todas las víctimas, porque un niño o un señor mayor también pueden ser víctimas. No puede ser que la ley trate distinto a los españoles según su sexo, va en contra de la Constitución. Y que no se respete la presunción de inocencia. La Ley de Violencia de Género andaluza permite que un asistente social en un ayuntamiento pueda abrir un procedimiento por maltrato contra un hombre y dé ayudas a una mujer que haya dicho que fue maltratada sin denuncia ni informe policial. Muchas son verdad, pero algunas se lo inventan. Por decir esto nos insulta gente que ni se ha leído la ley.
-¿No cree que la mujer es más vulnerable que el hombre?
-Puede ser más débil, pero también un niño o un señor mayor y son varones. No se puede decir como dijo la alcaldesa de Madrid, Manuela Carmena [a la que presumiblemente se enfrentará como candidata de Vox en las municipales], que los varones son machistas por ser varones.
-Pero los datos reflejan que la mayoría de víctimas son mujeres.
-Las estadísticas de víctimas masculinas en el ámbito doméstico no se dan desde 2005. Queremos que se den. Hay más de 40 niños todos los años que son víctimas en el ámbito doméstico y la cifra de hombres se acerca a veintipico.
-¿De dónde saca usted esos datos?
-No los publica el Observatorio de Violencia de Género, pero hay asociaciones que los dan. Queremos que se haga como en Francia, donde se dan estadísticas en las que también se relacionan las muertes con salud mental, drogas y alcoholismo. Aquí todo se asocia al machismo y me sorprende cuando oigo a muchos decir que España es un país machista cuando está en el puesto veintitantos en violencia contra las mujeres.
El partido de Monasterio también ha reclamado “fiscalizar” todas las ayudas que se están dando en Andalucía a colectivos feministas porque creen que no llegan a las víctimas. “Se han montado chiringuitos que hacen que el dinero no llegue a quien lo necesite. Estos lobbies se han llevado en Andalucía mil millones de euros y en el resto de España más de 20.000″, denuncia.
“Los hombres no denuncian”
-Siempre se escudan en que hay denuncias falsas pero nunca ofrecen datos…
-Los estamos pidiendo pero no nos los dan. Denuncias falsas existen y son muchas más que ese 0,01% que dice la Fiscalía. Porque si desde 2007 se han presentado un millón y pico por maltrato y sólo hay 200.000 condenatorias, ¿qué pasa con el resto? Si una mujer usa la ley de forma instrumental para conseguir ayudas, como pasa, y le destroza la vida a un hombre, hay que castigarla. Y los hombres no denuncian porque cuando van a una comisaría a decir que son víctimas de una denuncia falsa no les toman declaración. En el momento que una mujer dice que le ha insultado, aparece la Guardia Civil en su casa y le llevan al calabozo.
Al cierre de esta edición, PP y Ciudadanos se mantienen firmes en su negativa a derogar la Ley de Violencia de Género andaluza, la condición que Vox ha puesto sobre la mesa para apoyar su Gobierno. Dice Monasterio que están “arrodillados ante los lobbies feministas, porque tienen miedo”. Y que “también ellos se benefician de las subvenciones para políticas de género que llegan desde Bruselas”.
-Si PP y Ciudadanos no acceden, ¿forzarán nuevas elecciones?
-Les pedimos que nos dejen sentarnos en la mesa de negociación y que no hagan un cordón sanitario, algo antidemocrático. Si no nos escuchan, habrá elecciones.