Jennifer Teege descubrió que su abuelo era Amon Goeth. Su historia se cuenta en un libro que ahora ve la luz en inglés.
El destino quiso que la alemana Jennifer Teege (Munich, 29 de junio de 1970) viera por primera vez a su abuelo en un pequeño apartamento en el centro de Tel Aviv. Esta mujer de raza negra nacida de una breve relación entre su madre y un nigeriano, no vio realmente a su abuelo sino al actor Ralph Fiennes que le interpretaba de forma magistral: el criminal nazi Amon Goeth en la película de Steven Spielberg, ‘La Lista de Schindler’.
Entonces, en el corazón de la Tel Avviv de mediados de los 90, Teege no podía imaginar ni en sus peores pesadillas que el brutal oficial que disparaba a los judíos de forma caprichosa y rutinaria desde su terraza del campo de concentración nazi de Plaszow (Polonia) era su abuelo. El padre de su madre biológica, Monika Hertwig. Ésta fue a su vez producto de la relación de Goeth con una joven secretaria de la Wehrmacht que conoció precisamente gracias a la mediación del empresario Schindler.
Descubrimiento escalofriante
En agosto del 2008, Teege descubrió la escalofriante identidad de su abuelo blanco gracias a un escrito de su madre. Así lo contó Teege en su libro ‘Amon’ publicado en alemán hace dos años. La versión en inglés saldrá en abril bajo el inequívoco título: ‘My Grandfather Would Have Shot Me: A Black Woman Discovers Her Family’s Nazi Past’ (‘Mi abuelo me habría disparado: Una Mujer Negra descubre el pasado nazi de su familia’).
“El primer shock para mí fue descubrir un libro sobre mi madre y mi familia que cuenta cosas sobre mi identidad que me había ocultado. No sabía casi nada de mi madre biológica. Mi familia adoptiva tampoco. Tenía la esperanza de encontrar respuestas a las cuestiones que me habían perturbado así como la depresión sufrida en el pasado”, afirma Teege en una entrevista al diario israelí ‘Haaretz’.
Y añade: “El segundo shock fue conocer los hechos que cometió mi abuelo”. Que no fueron pocos. Todos ellos terribles.
Entregada a un centro infantil católico
Cuando tenía un mes, Teege fue entregada a un centro infantil católico y a los tres años quedó bajo custodia de una familia adoptiva. En 1990, Se fue a vivir a París donde se hizo muy amiga de una israelí. Posteriormente visitó Israel y mantuvo una relación amorosa con un miembro de una unidad de élite de la Marina. Tras separarse, Teege se quedó en Tel Aviv. Aprendió hebreo, completó los estudios sobre Oriente Medio y África en la Universidad de esta ciudad y trabajó en el Instituto Goethe.
Preguntada por ‘Haaretz’ sobre si tuvo dificultades en Israel debido al color de su piel, contesta: “En este sentido, me fue más fácil en Israel que en Alemania. Quizá por la emigración de etíopes, yo no era algo excepcional como me pasaba en Alemania”.
Tras sus cinco años en Israel, Teege se trasladó a Hamburgo. Una vez descubrió que su abuelo era el sádico criminal nazi, acudió a un psicólogo que rompió a llorar cuando escuchó por primera vez la historia de su cliente. “Los hechos que ocurrieron hace mucho tiempo, me parecían muy cercanos. Cuando me sumergí en la vida de mi abuelo, me pareció que sus crímenes fueron cometidos ayer mismo”, revela sobre el padre de su madre.
‘El carnicero de Plaszow’
El abuelo era conocido como “el carnicero de Plaszow”. Con eso está todo dicho. O casi. El hombre que quiso interpretar el papel de Dios y veía sus presos judíos como minúsculas piezas en su estrategia de tortura y asesinato. El hombre que fue sentenciado, entre otros cargos, por su responsabilidad directa en la muerte de al menos 8.000 presos en Plaszow y otras 2000 personas en el gueto de Cracovia.
El hombre que tenía dos perros, Rolf y Ralf, entrenados para aterrorizar a los presos del campo de concentración. El hombre que, como reza el titulo del libro, no hubiera dudado ni un solo instante en fusilar a su nieta negra antes del desayuno.
Como parte de su terapia y curiosidad, Teege visitó el campo de Plaszow. “Quise ir al lugar donde mi abuelo asesinaba, acercarme mucho a él para luego alejarme”, explica en el libro.
Pero no lo consiguió como confiesa recordando una de las terribles “hazañas” de su cruel abuelo: “Una vez vio a una mujer judía que estaba cocinando una patata en un lugar destinado a los cerdos. Tenía tanta hambre que se comió una. Goeth la disparó un tiro en la cabeza y ordenó a dos presos tirarla, aún con vida, a un depósito de agua ardiente. Uno de ellos se negó y Goeth le mató”.