Algunos matrimonios se animan a tomar la determinación porque no descansan lo suficiente al compartir el espacio del sueño. La influencia de los ronquidos, los horarios disímiles y una nueva vuelta de tuerca a la privacidad.
Susana fue a visitar a su amiga Claudia en lo que iba a ser una cena de dos parejas amigas. “Te quiero mostrar algo”, le dijo Claudia a su invitada mientras los maridos conversaban sobre fútbol. Fue el puntapié inicial para la apertura de un mundo que Susana no conocía: Claudia la llevó a la amplia habitación que se había armado en el entrepiso, sólo para ella, con cama matrimonial, vestidor, televisión y todo lo que necesita para socializar su privacidad únicamente cuando le dan ganas.
Cuando Susana descubrió que una pareja puede ser feliz en una casa aunque duerma en camas y cuartos separados, se vio tentada de copiar la idea, sobre todo al recordar los terribles ronquidos de su esposo, que muchas noches le impiden conciliar el sueño. Pero todavía no se anima a hacerle la propuesta oficial y, en consecuencia, tampoco se atreve a autorizar a este diario a publicar su apellido. “¡Qué maravilla esa habitación! Tiene ahí sus chocolates, sus libros, y no permite que los chicos se metan. ¡Extraordinario!”, reconoce Susana.
La psicoanalista y doctora en Psicología Mónica Cruppi, miembro de la Asociación Psicoanalítica Argentina (APA), aseguró en diálogo con Tiempo Argentino que las parejas que duermen separadas, que siguen siendo minoría, “han logrado de ese modo tener una convivencia más armónica”. Entre las razones que Cruppi escucha en su consultorio, las parejas que eligen no compartir cama lo hacen sobre todo porque padecen trastornos del sueño, lo cual “baja las defensas psíquicas y las personas se vuelven más frágiles”. La profesional también advierte que “otras veces no se trata del mal dormir sino de la decisión de tener un espacio personal, con mayor independencia, y dormir juntos cuando lo desean. Es algo frecuente en parejas que ya llevan muchos años de convivencia”.
La especialista aclara que esta decisión muchas veces está atada a una buena situación económica de los cónyuges, ya que supone un espacio más amplio en el hogar y la posibilidad de armar distintos ambientes a piacere. “El hábito de dormir juntos aparece en los comienzos de la revolución industrial, cuando las familias se trasladaron masivamente a las ciudades y había menos espacio. En la Roma antigua, la cama era un lugar para el sexo”, describe Cruppi, y se interroga acerca de la presunta “modernidad” de esta nueva tendencia.
No se trata de un asunto de jóvenes: la mayoría de las parejas que toman esta decisión llevan muchos años juntas o transitan sus segundas nupcias, lo cual evidencia que se trata de una opción basada en la experiencia. Está claro que cada familia se ordena como quiere y como mejor le resulta, y que a algunos esta decisión les resolverá el sueño mientras que a otros los ayudará a tapar una crisis matrimonial. Dormir en habitaciones separadas tiene pros y contras: hay independencia, privacidad, mejor descanso y quizás hasta aumento del deseo sexual, pero también hay menos conexión, disminuye el tiempo compartido en pareja y, según algunos estudios psicológicos, no se satisfacen necesidades emocionales primarias. Para el psiquiatra y especialista en terapia de pareja José Andrés, la práctica se está acentuando en ese rango etario: “Basado en la observación clínica del consultorio, diría que es una tendencia en aumento y se da, mayormente, en matrimonios de muchos años.”
Dice la psicoanalista Rosalía Beatriz Álvarez, especialista en familia y pareja: “Hay culturas más sajonas, menos latinas, en las que tener camas separadas es lo más normal. Por otro lado, también hay cosas que tienen que ver con la edad. Es bastante común que una pareja con muchos años de convivencia, ante un alejamiento de la intimidad sexual o ante la incomodidad física, decida dormir en habitaciones separadas. Es absolutamente razonable.”
En su último libro, Las anécdotas del Dr. Estivill, el neurólogo español Eduard Estivill, especialista en Medicina del Sueño, sostiene que “las parejas funcionarían mejor si durmiesen en camas separadas”. Explicó al diario ABC: “El dormir mal es un síntoma de algo. Hay más de 40 causas que pueden provocar un mal dormir, pero la más importante es sin duda la causada por el tipo de vida que llevamos hoy”. Para Estivill, es necesaria la comodidad a la hora de un buen dormir, y eso se obtiene “en función del peso y de la talla; por lo tanto, no existe el colchón ideal, lo que existe es la superficie adecuada para cada persona; una mujer puede necesitar un colchón más blando o menos blando y la pareja, al contrario”.
Michelle tiene 28 años y es directora de teatro. Lleva tres de convivencia y apenas un mes y días de casada. Todavía no se atreve a hacerle la propuesta a su marido y asegura que la economía familiar tampoco permitiría en lo inmediato sumar una habitación extra al hogar. Igual defiende la idea: “No soy una persona muy cariñosa, y cuando tengo sueño, me gusta dor mirme. O sea, no duermo abrazada a mi marido. A lo sumo, dejo un piecito en contacto y después cada uno se duerme para su lado. Como él es médico y no siempre tenemos los mismos horarios, noto que estoy comodísima cuando duermo sola. Está bueno dormir juntos cuando queremos y si no, separados. Está bueno tener esa libertad”. No se lo propuso, además, porque cree que él no estaría dispuesto y porque ella tiene sus dudas: “Por ahí lo pruebo y no me gusta”, advierte.
Se trata de una tendencia en crecimiento, sobre todo en Europa y Estados Unidos. La Asociación Nacional de Constructores de Casas estadounidense calcula que, este año, el 60% de las viviendas hechas por encargo tendrán dos dormitorios principales. También en ese país, un año atrás se conoció un estudio de la Fundación Nacional para el Sueño, que indicaba que el 25% de las parejas duerme en camas separadas.
Algo parecido sucede en Gran Bretaña, donde al menos una de cada diez parejas elige vivir en la misma casa pero dormir en habitaciones diferentes. Según el neurocientífico británico Neil Stanley, especialista en trastornos del sueño, las parejas que comparten cama tienen un 50% más de posibilidades de padecer interrupciones que las que duermen en habitaciones distintas. Incluso sostiene que “compartir cama con alguien que hace ruido y con quien tenés que pelear para mantener tu pedazo de acolchado no tiene sentido”.
Lo mismo concluyó, tras un estudio sostenido, Robert Meadows, sociólogo de la Universidad de Surrey, quien dijo que, cuando uno de los miembros de una pareja se mueve al dormir, hay un 50% más de probabilidades de que el otro se vea afectado por trastornos en el sueño. “Aunque las personas actualmente creen que duermen mejor cuando están en pareja, las evidencias de muestran claramente lo contrario”, declaró, contundente.
Son sólo algunos ejemplos de los cientos de estudios que, desde hace años, muestran que el sueño de un miembro de la pareja afecta al otro. El asunto –y ahí entra el debate particular de cada caso– es si verse afectado por los inconvenientes del otro miembro de la pareja es algo negativo o es parte de vivir de a dos. «
Las ventajas de una elección
Independencia: Una de las ventajas de dormir en camas separadas es que hay mayor independencia en las actividades: uno puede leer o mirar televisión sin que el otro se moleste por la luz.
Deseo: Otra ventaja puede ser el mayor deseo sexual, aunque a muchas parejas la presencia de ambos en la cama les resulta más estimulante que la distancia.
Ronquidos: Ante un miembro de la pareja con ronquidos o problemas de sueño que lo hacen moverse toda la noche, diferentes habitaciones puede resultar una solución.
Experiencia: Es una decisión más frecuente en matrimonios de muchos años.
Bolsillo: La condición económica es una variable clave porque no hay tantas probabilidades de tener otra habitación ambientada cuando el bolsillo no ayuda.
Horarios: Es una buena solución para las parejas que tienen horarios muy distintos.
Elegir: Tener habitaciones separadas no implica dormir siempre en camas distintas, sino compartir la noche sólo cuando se desea y puede alimentar la diversión en la pareja.
“Se lo recomendamos a todos”
Hace 18 años que Guillermo Pauletig se casó con Cintia Classen. Hoy tienen dos hijos: uno de 15 y una nena de dos años y medio. Antes de que naciera la beba, decidieron dormir en camas separadas, y hoy militan esa decisión ante todos en cualquier asado masivo. “Yo me había operado del estómago y, como no me podía mover mucho en la cama, me fui a una pieza que tenemos arriba, para no molestar. A los dos días me di cuenta de que estaba bueno, porque el hombre y la mujer suelen opinar distinto: a mí me gusta usar el aire acondicionado y mi mujer es friolenta; a mí me gusta ver la tele y a ella leer; yo me levanto temprano y ella no tanto…”, argumenta Pauletig, de 39 años, con un entusiasmo que contagia. “A mi señora le molestaba que yo roncara o que a veces la aplastara. Encontré mi lugar y ella también, entonces nos propusimos probar y nos gustó. Cada uno tiene su lugar y estamos espectacular”, celebra. “A la hora de tener relaciones, cuando dormís en habitaciones separadas, lo hacés más espaciado, pero con más ganas. Cuando te acostás a dormir con tu señora y estás cucharita, decís ‘Ya que estamos, lo hago’. En cambio, ahora lo programamos mejor”, agrega. Otra cosa que Guillermo cuenta como beneficio es que, al tener cada uno su espacio, para el primer saludo matinal tiene tiempo para arreglarse y encontrarse con su esposa “cambiado y perfumado”. Dice que se encuentran en la cocina, que charlan más que antes, y resume: “A la noche, tenés una hora de privacidad total. Se lo recomendamos a todo el mundo.”
También entre los famosos
Son muchos los famosos que optaron por convivir con sus parejas pero dormir en habitaciones distintas. “Vivieron juntos pero en camas separadas”, reveló Fanny, la empleada del gran escritor Jorge Luis Borges en referencia a su relación con María Kodama. Los mismos pasos siguieron los actores Angelina Jolie y Brad Pitt y la cantante brasileña Rita Lee, que lleva 30 años de matrimonio con su productor musical, Roberto Carvalho.
Cuando estaba de novia con el vicepresidente Amado Boudou, la periodista Agustina Kämpfer contó que dormían separados porque ella no soportaba los ronquidos. El conductor televisivo Leo Montero defendió la decisión que hace años tomó con su pareja: “Es nuestro momento de descanso, el resto del día somos re cariñosos.” Uno de los motivos que esgrime es que su mujer es friolenta y duerme con frazada, y él prefiere estar sin ropa y no taparse. Le explicó a Para Ti: “Convivo con la futura madre de mis hijos y la amo, pero los dos optamos por tener su tiendita propia. Yo hago deporte, trabajo mucho, y si duermo con ella dormimos pésimo. Corroboramos la idea cuando nos vamos de vacaciones y entonces sí, en los hoteles compartimos la cama”. Fantino es otro.