De 44 años, es una defensora de los derechos humanos en su país, donde reclama la abolición de la pena de muerte.
Narges Mohammadi tiene 44 años y desde finales de los años 90 no ha dejado de entrar y salir de los tribunales iraníes, que le han llevado en dos ocasiones a la cárcel. Hasta ahora la máxima condena que había sufrido era de seis años. Sin embargo, su delicado estado de salud -comenzó a sufrir ataques epilépticos en prisión- permitió que fuera liberada a los pocos meses. Su fragilidad física no debilitó, sin embargo, su espíritu combativo en su lucha por la defensa de los derechos humanos en su país, Irán, cuya apertura económica no ha conllevado un mayor respeto por las libertades civiles.
Detenida en mayo de 2015, acaba de ser setenciada a 16 años de cárcel. Cinco de ellos por «reuniones para conspirar contra la República Islámica; un año, por propaganda anti-gubernamental y diez años por colaborar con Legam en una campaña ilegal para abolir la pena de muerte», denunciaba hace unos días Reporteros sin Fronteras (RSF) en un comunicado.
«Narges Mohammadi es una heroína de la información, una acreditada periodista y defensora de los derechos humanos», afirma Christophe Deloire, secretario general de RSF, para quien la dureza de esta sentencia obedece «al carácter inicuo de la justicia iraní. El presidente Rohani no puede permanecer callado ante tal atropello judicial incluso a sabiendas de todos de que el sistema judicial recibe las órdenes del Líder Supremo», asegura.
Mohammadi no tendrá que cumplir los 16 años pero sí diez, pues según una ley aprobada en 2015, cuando alguien es setenciado a varias penas se aplica la más dura.
Periodista y activista por los derechos humanos, Narges Mohammadi es miembro del Centro de Defensores de los Derechos Humanos (DHRC), que fundó la premio Nobel, Shirin Ebadi. Ingeniera física de formación, ya desde sus tiempos de estudiante escribía artículos en el periódico de la universidad defendiendo los derechos de las mujeres, lo que la llevó a ser detenida en varias ocasiones por la policía política. La presión de la justicia, alimentada desde instancias superiores, no la desanimaron nunca en su lucha, que ha sido reivindica por numerosos organismos internacionales.
Esta nueva sentencia ha provocado una ola de indignación, encabezada por el alto comisionado de los Derechos Humanos de la ONU, el jordano Zeid Ra’ad Al Hussein. «Esta sentencia ilustra el aumento de la baja tolerancia hacia la defensa de los derechos humanos en Irán. Urgimos a las autoridades iraníes a asegurar la inmediata liberación de la señora Mohammadi y de todos aquellos que han sido detenidos por el mero hecho de ejercer sus derechos humanos», señala en su página web The Guardian. Apelan además a la delicada salud de la activista y a la falta de medidas para atenderla en prisón para su liberación.
En el comunicado de RSF, el marido de Mohammadi, Taghi Rahmani, denuncia que «esta sentencia es un acto de venganza no solo contra Narges sino para toda la sociedad civil de Irán. Esto hay sido realizado de manera conjunta por la Guardia Nacional y el ministerio de Inteligencia para intimidar a los activistas que informan sobre las violaciones de derechos en Irán, incluyendo la situación de los prisioneros de conciencia».
Una llamada a sus hijos en un año
El pasado 2 de mayo, la alcaldesa de París, Anne Hidalgo, galardonó con la Medalla Ciudad de París a cuatro periodistas propuestos por RSF, entre los que se encontraba Mohammadi, quien mandó un emotivo mensaje desde su celda en Teherán, en la que lleva desde mayo de 2015, a excepción de un breve periodo de diez días en los que estuvo ingresada en un hospital.
Madre de dos hijos gemelos de 9 años, desde que entró esta última vez en prisión solo se le ha permitido hablar con ellos, que actualmente viven en el extranjero, en una ocasión. «Solo me queda preguntarme cómo voy a decirle a Ali y a Kiana que su madre va a estar 10 años en prisión. Solo tienen 9 años y ya han sufrido días muy duros desde los tres. Tengo que prepararme para contarles lo que ha ocurrido», se lamentaba el marido de la activista en declaraciones a Amnistía Internacional.