Varias ciudades del país ordenan a los agentes arrestar a personas sin hogar para evitar que perezcan de hipotermia por la ola de frío siberiano.
La ola de frío siberiano que recorre Europa obliga a tomar medidas excepcionales. Bruselas no es la ciudad más gélida del continente, pero con los termómetros aproximándose estos días a los 10 grados bajo cero, la comuna de Etterbeek de la capital belga ha sido pionera en recurrir a la policía para salvar vidas. Una ordenanza municipal permite a los agentes detener entre las 20 horas y las siete de la mañana a cualquier indigente que permanezca en la calle y se niegue a ser trasladado a un albergue.
La medida, que se extenderá como mínimo hasta el 8 de marzo, ya ha tenido sus primeros resultados. Diez personas sin hogar de nacionalidad rumana fueron localizadas por la policía a las 22 horas del pasado domingo y llevadas a un albergue después de que un examen médico determinara que corrían peligro en caso de seguir en el exterior. Lo mismo sucedió al día siguiente con otros ocho indigentes. Ante el riesgo para su salud, en ninguno de los dos casos se negaron a abandonar las calles, pero si fuera necesario la policía puede obligar a los sin techo a refugiarse de las bajas temperaturas contra su voluntad. Solo si opusieran resistencia violenta acabarían en el calabozo. “Si alguien se tumba sobre las vías del tren tenemos la obligación de socorrerle. La misma lógica se aplica para temperaturas de 10 grados bajo cero”, señala a EL PAÍS Vincent De Wolf, alcalde de Etterbeek, el barrio donde tienen su sede algunas de las instituciones comunitarias.
La iniciativa ha generado debate y no ha contentado a todos. La ONG Front Commun SDF, que trabaja con indigentes, ha argumentado en un comunicado su oposición frontal a la decisión. “Qué escándalo que mueran de noche pasando frío. Pero si mueren en otro momento no pasa nada”, critican. La entidad cree que aquellos que prefieran evitar los centros se esconderán en nuevas ubicaciones donde los trabajadores sociales no podrán ayudarles abocándoles a un peligro mayor, y estima que la medida ha sido improvisada. “¿Cómo se decide que la situación es crítica? ¿Menos cuatro, menos seis, menos 15 grados? Los que están acostumbrados son especialistas en protegerse del frío y sufren más durante el día”.
Las autoridades no lo ven así. Y la inquietud se ha extendido más allá de la capital belga, donde se estima que 3.000 indigentes viven en sus calles. Los Ayuntamientos de Villa de Bruselas, Verviers, Lieja o Namur ya han dado instrucciones a la policía para que imite el modelo de Etterbeek.
El mercurio se ha hundido hasta convertir la semana en la más fría del invierno, y la sensación térmica ha sido aún menor debido al viento. Sus consecuencias ya se dejan notar. Este martes, con el transporte público casi paralizado por una huelga, un grupo de pasajeros aguardaba la llegada de los escasos tranvías en circulación fuera de la parada, concentrados en un tramo de acera sobre el que caían los rayos del sol.
El frío glacial ha dejado estampas poco habituales por todo el continente. Roma se ha teñido de blanco por primera vez en seis años. Algo similar ha sucedido en Cataluña. Pero sus efectos más extremos ya se han dejado sentir. Casi una cuarentena de personas han muerto en Europa por las heladas.
Bélgica busca evitar escenas similares. Los agentes ya no solo deben perseguir el robo o el tráfico de drogas. Tienen ante sí la función adicional de convertirse en una suerte de policía del frío para actuar frente a la negligencia en el cuidado de sí mismos en que pueden incurrir aquellos que deciden pasar la noche al raso pese al riesgo de hipotermia. El alcalde de Etterbeek no tiene ninguna duda sobre la conveniencia de su precepto: está dispuesto a implantarlo cada vez que la ciudad se convierta en un inmenso congelador. “Tengo la obligación legal de proteger a los que están en la calle. Mi ordenanza es humana, respetuosa y proporcionada”.