Lo afirman dos estudios sobre el trastorno de ansiedad generalizada. También aumenta las chances de un ACV.
Tenía que hacer cola para pagar una factura y se alteraba. Entraba en un negocio para elegir un lindo vestido y sentía palpitaciones, se mareaba y le faltaba el aire. Cualquier cosa le preocupaba de día y de noche, y se empezó a encerrar en su casa. Adriana Luporini, de 59 años, enfrentó esos síntomas durante más de 15 años, sin entender qué le pasaba. Sin saber que la afectaba el trastorno de ansiedad generalizada, un desorden que puede dañar la vida familiar y laboral, pero que, según acaba de descubrirse, puede conducir a enfermedades cardíacas y traer consecuencias graves para la salud.
Preocuparse en exceso y de manera crónica triplica el riesgo de sufrir un infarto. Y cuanto mayores sean los niveles de ansiedad, mayor será el riesgo de padecer un ACV. Así lo demuestran dos estudios científicos que acaban de aportar nuevas evidencias sobre las consecuencias nocivas de la ansiedad generalizada. Uno de los trabajos fue realizado por investigadores del Centro Médico Universitario de Amsterdam y el Instituto Holandés de Salud Mental y Adicción. Entrevistaron a 5.149 personas. “Descubrimos que el riesgo de sufrir un infarto u otra enfermedad cardiovascular es tres veces mayor en quienes tienen trastorno de ansiedad generalizada”, contó a Clarín el psiquiatra Neeltje Batelaan, uno de los autores del trabajo publicado en Journal of Anxiety Disorders.
En tanto, un grupo del departamento de psiquiatría de la Universidad de Pittsburgh en los Estados Unidos estudió a 6.019 personas de entre 25 y 74 años durante 22 años. Les hicieron análisis de sangre, cuestionarios y exámenes médicos y encontraron que las personas que sufrían los niveles más altos de síntomas de ansiedad tenían un 33% mayor de riesgo de sufrir un ataque cerebrovascular en comparación con los que tenían los niveles más bajos, según publicaron en la revista Stroke, de la Asociación Americana del Corazón.
“Se sabe que la ansiedad puede asociarse a un desorden cardiovascular, pero los mecanismos causales no están completamente aclarados y es probable que sean diversos. Una de las hipótesis es que la ansiedad crónica y el estrés podrían tener efectos fisiológicos adversos sobre la presión arterial, el sueño y otros factores de riesgo que llevan a producir la enfermedad del corazón. Otra hipótesis es que la ansiedad crónica puede llevar a comportamientos nocivos como fumar, beber alcohol en exceso o dieta no saludable, que conducen también a la enfermedad cardíaca”, explicó a Clarín Ronald Kessler, investigador en salud mental y profesor de la Facultad de Medicina de la Universidad Harvard.
Los científicos seguirán detallando los mecanismos, pero ya los hallazgos subrayan la necesidad de tratar el desorden a tiempo. “Por los efectos adversos que implica para la salud cardiovascular, es necesario que las personas con ansiedad generalizada busquen tratamiento no sólo para proteger su salud mental sino también para mejorar su salud física”, aconsejó el doctor Kessler.
“Las personas con preocupaciones en exceso muchas veces no son conscientes del trastorno y llegan tarde al tratamiento”, afirmó Daniel Bogiaizian, psicólogo, presidente de la Asociación Argentina de Trastornos por Ansiedad y autor del libro Preocuparse de más. Uno de los obstáculos para acceder temprano al tratamiento es que los afectados sienten que sus preocupaciones están justificadas. “Muchos se preocupan de más por sus familiares y pareja. Pero los otros sienten que los asfixian y tienden a rechazar a los afectados. Por lo cual, se sienten incomprendidos y se aislan”, explicó Gustavo Bustamante, director de la Fundación Fobia Club. “También el trastorno afecta el desempeño laboral porque la persona rinde menos o se ausenta”, acotó Horacio Vommaro, jefe de psiquiatría de Instituto Neurociencias Buenos Aires (INEBA) y presidente de la Asociación de Psiquiatras Argentinos.
Las preocupaciones en exceso pueden ser controladas. Según Rafael Kichic, jefe de la clínica de ansiedad del Instituto de Neurología Cognitiva (Ineco), “el tratamiento puede incluir alguna de las diferentes terapias cognitivo-conductuales, que permiten apuntar a las creencias que hacen que la persona justifique sus preocupaciones excesivas. Se puede combinar con alguna medicación y ejercicios de relajación y meditación”. “El tratamiento integral –agregó el psiquiatra Roberto Ré, de la Red Sanar– permite que el paciente aprenda a manejar la ansiedad o, de lo contrario, la ansiedad lo seguirá manejando”. Como lo sintió Adriana Luporini, la mujer de 59 años que dejó de salir de su casa por la ansiedad. “Tomé conciencia. Hice terapia y también tomé medicación. Volví a salir de mi casa sola. Y hasta me animé a explicarle a mis hijos el trastorno. Así, volví a disfrutar de la vida”.