Las encuestas dan como clara favorita a la actual presidenta, la progresista Tsai Ing-Wen.
Economía y presión de China. Son los dos factores clave que han influido en las elecciones presidenciales que Taiwán celebra este sábado, en las que, según las encuestas, la presidenta Tsai Ing-Wen, del Partido Demócrata Progresista (DPP) y que agrada poco a Pekín, renovará su mandato con contundencia para otros cuatro años en esta isla de 23 millones de habitantes. Un Estado independiente de facto pero que el Gobierno chino considera parte inalienable de su territorio. Su inmediato rival, Han Kuo-yu, del Kuomintang (KMT) y partidario de mejores relaciones con Pekín, va una veintena de puntos por detrás en los últimos sondeos.
“Tenemos una gran confianza en que (la presidenta Tsai) será reelegida”, insistía este jueves el ministro de Asuntos Exteriores taiwanés, Joseph Wu, en una rueda de prensa para medios extranjeros. “Eso supondrá que los taiwaneses renuevan su confianza en la política del Gobierno actual”.
China contempla ese posible triunfo con una aprensión enorme. Pekín no tiene ninguna simpatía por Tsai, que, a diferencia de su predecesor, Ma Ying-jeou, del KMT, ha preferido mantener la distancia en las relaciones con el coloso asiático y se ha acercado a Estados Unidos, el gran aliado militar de Taiwán. Durante los cuatro años del mandato de la presidenta, Taipei ha acusado a la China continental de ejercer presiones militares, mediante la presencia de buques en la zona; económicas, mediante el boicot de sus turistas a la isla; diplomáticas, arrebatando siete aliados a un Taiwán que ya solo cuenta con lazos plenos con quince países; y últimamente, según las denuncias del Gobierno isleño, a través de una campaña de noticias falsas en las redes sociales que ha motivado la aprobación el mes pasado de una controvertida ley encaminada a impedir la injerencia política china.
“No creo que China deba interpretar las elecciones de Taiwán como su propia victoria o derrota”, ha declarado Wu. “Si China interpreta demasiado nuestras elecciones, puede darse un escenario en el que China opte por la intimidación militar, el aislamiento diplomático o el uso de medidas económicas como castigo contra Taiwán”, ha agregado.
Un triunfo de Tsai en las elecciones hubiera sido difícil de prever hace poco más de un año. Tras una serie de reformas impopulares y una economía anémica, el DPP había sufrido en noviembre de 2018 un duro varapalo —su peor resultado en años— en las elecciones municipales, consideradas un anticipo de las presidenciales. Tsai renunciaba como líder de su partido y su reelección se veía gravemente en peligro. El Kuomintang se encontraba pletórico. Su actual candidato, Han, se consolidaba como una prometedora estrella en el firmamento político, tras ganar la alcaldía de Kaohsiung, la segunda ciudad taiwanesa y feudo tradicional del DPP.
Pero desde entonces la situación ha dado un vuelco. La presión de China sobre Taiwán se ha acentuado, como dejaba claro un discurso en enero del año pasado del presidente chino, Xi Jinping, en el que volvía a insistir en la necesidad de la unificación entre ambos lados del estrecho. Las protestas de Hong Kong y lo que el ministro Wu describe como el “autoritarianismo” de China han hecho que Tsai pueda presentarse como adalid de la libertad y de la democracia en un continente, el asiático, donde no abunda el respeto a los derechos individuales.
Una Tsai que ha disfrutado de un 2019 excelente. La economía, tras años de progresos endebles, ha despuntado y Taiwán logró en el tercer trimestre un crecimiento del 2,9%, el mayor entre los cuatro dragones asiáticos tradicionales (Taiwán, Singapur, Hong Kong y Corea del Sur). El empleo alcanza sus mayores niveles en décadas. Crecen las exportaciones. El presupuesto está equilibrado pese a un aumento en el gasto social. Se ha beneficiado del regreso de los inversores taiwaneses a la isla para evitar las sanciones estadounidenses a los productos hechos en China: 23.300 millones de dólares en nuevas inversiones. Bajo su mandato, Taiwán se ha convertido en el primer país asiático en aprobar el matrimonio homosexual, una medida polémica cuya luz verde “le ha permitido demostrar que no era una líder en decadencia”, apunta el politólogo Nathan Batto, del Instituto de Ciencia Política de la Academia Sinica.
Tan triunfal como ha sido para Tsai, el año pasado ha sido pésimo para su contrincante Han. El alcalde, que en agosto aún se encontraba a la cabeza de las encuestas, ha visto su reputación sacudida por su gestión en Kaohsiung, acusaciones sobre su comportamiento personal y lo que algunos ven como una asociación demasiado estrecha con China: si a comienzos de 2019 su aprobación rondaba el 60%, ahora el 57,1% de los votantes asegura desconfiar de él. Aunque su mensaje —que las malas relaciones de Tsai con China acabarán perjudicando a Taiwán— ha calado en una parte del público.
En la última encuesta difundida antes de los diez días de silencio estadístico a los que obliga la ley taiwanesa antes de unas elecciones, la cadena de televisión TVBS otorgaba a Tsai un 45% del voto frente al 29% que atribuía a Han. Un tercer candidato, James Soong, solo llegaba al 7%. Un 19% de los votantes se declaraba indeciso.
Encuestas cuestionadas
El entusiasmo de los simpatizantes en las horas previas a la votación no hacía pensar en una distancia tan amplia. En el centro de Taipei y en las cercanías del palacio presidencial, Han lograba concentrar a decenas de miles de personas. “Os necesitamos a cada uno de vosotros”, llama uno de los oradores. El público, la inmensa mayoría por encima de los cuarenta años y vestidos de azul y rojo (los colores de la bandera taiwanesa), ruge en señal de aprobación. Una enorme insignia circula de mano en mano, mientras corean gritos de ánimo. Afirman que las encuestas no son fiables y que su candidato tendrá mejores resultados de los que se auguran.
“Un 30% de ventaja, como aseguran algunas encuestas, es mucho —apunta el profesor Pao Cheng-Hao, de la Universidad Tamkang y partidario él mismo del Kuomintang—. Es el equivalente a cuatro millones de votos. Es más realista una distancia de un millón o medio millón de votos”, opina el experto.
Una de las claves estará en la participación. El profesor Chen Kuang-Hui, de la Universidad Nacional Chung Cheng, apunta que la tendencia a la abstención ha ido al alza en las últimas convocatorias y en esta ocasión “probablemente aumente un poco más aún. Si se perciben como unas elecciones donde no hay una competencia real, algunos no acudirán a votar”. Una apatía que puede afectar especialmente a los jóvenes, un sector que el DPP necesita para consolidar una victoria clara. En las últimas semanas ha multiplicado sus esfuerzos para movilizarles.