Ngozi Okonjo-Iweala será la primera mujer y la primera persona de origen africano al frente del organismo desde su creación en 1995, pero le esperan enormes retos.
El tortuoso camino de la Organización Mundial del Comercio (OMC) para elegir a un nuevo líder ha llegado a su fin, y el resultado es histórico: Ngozi Okonjo-Iweala se conviertirá en la primera mujer y en la primera persona de origen africano al frente del organismo desde su creación en 1995. Esto, sumado al largo historial de la economista nigeriana en la lucha contra la desigualdad y la pobreza, hace que su inmediato nombramiento vaya acompañado, para muchos, de esperanza. Sin embargo, la profunda crisis que atraviesa la OMC, el contexto geopolítico y la estructura del sistema económico internacional suponen, para muchos otros, motivos de sobra para el escepticismo.
El nombramiento de Okonjo-Iweala, quien también cuenta con nacionalidad estadounidense, será formalizado este lunes. El currículum de la candidata habla por sí solo: doctorada en el Instituto de Tecnología de Massachusetts (MIT), trabajó durante 25 años en el Banco Mundial, donde llegó a desempeñar el cargo de directora gerente, y ejerció como ministra de Finanzas y de Relaciones Exteriores de Nigeria en varias ocasiones. Sin embargo, a pesar de estas credenciales reconocidas y laudeadas por 163 de los 164 países miembros OMC, bastó la oposición del último en discordia para que su candidatura se viera cerca de descarrilar.
Un organismo en crisis
La OMC lleva meses sin cabeza debido a la sorpresiva renuncia de Roberto Azevedo, el anterior director general, un año antes de concluir su mandato. La razón detrás de la dimisión del economista brasileño, en septiembre del año pasado, es probablemente la misma que ha provocado el bloqueo de su reemplazo desde entonces: la administración estadounidense de Donald Trump.
El organismo se encuentra prácticamente paralizado desde diciembre de 2019 como resultado de la negativa del Gobierno de Trump a llenar las vacantes de su principal mecanismo de resolución de disputas, el Órgano de Apelación. Del mismo modo, el proceso para sustituir a Azevedo —cuya partida ha sido ampliamente interpretada como una consecuencia de su frustración con Washington— se vio sumergido en un limbo por el rechazo estadounidense a la candidatura de Okonjo-Iweala. Finalmente, el cambio de inquilino en la Casa Blanca ha resuelto el entuerto: Joe Biden anunció la semana pasada su respaldo a la nigeriana, garantizando así su elección como directora general de la OMC.
Las dificultades que ha afrontado Okonjo-Iweala antes incluso de estrenarse en el cargo son, no obstante, un simple aperitivo para el enorme reto que le espera al frente de la OMC, un organismo en el que incluso sus partidarios más fervientes reconocen la necesidad de reformas drásticas. El cargo de director general cuenta con una capacidad de maniobra muy limitada, dado que son los 164 países miembros quienes tienen la última palabra, y su poder depende en gran medida de su capacidad de negociación. Sin embargo, llamar a las partes al diálogo puede resultar imposible en un contexto geopolítico en el que las dos mayores potencias comerciales del planeta, China y Estados Unidos, se encuentran envueltas en una feroz guerra comercial.
“Con las tensiones geopolíticas altas, la economía global en recesión y el ‘nacionalismo de las vacunas’ amenazando una recuperación equitativa, no hay razón para demorar más el nombramiento de este rol crítico”, indicó John Denton, secretario general de la Cámara Internacional de Comercio, en un llamado a acelerar la llegada de Okonjo-Iweala al frente del organismo.
Al desprestigio de la OMC se suma un contexto pandémico en el que el comercio global se ha desplomado, con más de 100 países sellando sus fronteras y adoptando nuevas reglas proteccionistas para garantizar los suministros. Conforme la demanda de equipo sanitario se disparó, también lo hicieron las restricciones a la exportación de productos esenciales de la lucha contra el coronavirus.
Una luchadora nata
Pero el combate contra el “nacionalismo de las vacunas” es, precisamente, una de las especialidades de la nigeriana. Okonjo-Iweala es la presidenta de la Junta de la Alianza Mundial para el Fomento de la Vacunación y la Inmunización (GAVI), una asociación establecida en el año 2000 que une al sector público y privado para corregir las inequidades mundiales en el acceso y la cobertura de vacunas. La futura directora general de la OMC se ha pronunciado a lo largo de su candidatura sobre la necesidad de que este organismo juegue un papel clave a la hora de facilitar la llegada de medicamentos y vacunas contra el covid-19 a los países más pobres, un asunto sobre el que los Estados miembros no han logrado un acuerdo.
“Nadie está a salvo hasta que todo el mundo esté a salvo. Debemos tratar las vacunas como un bien público global, disponible y accesible para todos”, expresó la economista en una entrevista con ‘Foreign Affairs’.
Okonjo-Iweala está más que acostumbrada a afrontar dificultades y presiones. Ella misma ha relatado cómo durante su infancia le tocó vivir el conflicto de Biafra (1967-1970), una cruenta guerra civil durante la cual “comer una sola comida al día era un lujo”. En 2012, durante su etapa al frente del Ministerio de Finanzas nigeriano, su madre de 82 años fue secuestrada, según afirma, en un intento de frustrar la campaña anticorrupción que dirigía la entonces ministra. Los secuestradores reclamaron su dimisión y, más adelante, un rescate monetario. La futura directora general se negó a concederles nada. En medio de una enorme movilización para hallar a los responsables, la anciana fue liberada por sus captores cinco días después de su rapto. “No nos rendiremos. Nos mantendremos firmes”, declaró entonces la economista.
Por otra parte, aunque el bloqueo estadounidense de su candidatura puede ser interpretado como desconfianza respecto a su posible cercanía con China —Tedros Adhanom Ghebreyesus, el también primer líder africano de la OMS, fue acusado en reiteradas ocasiones por Trump de ser un títere de Pekín—, el historial de Okonjo-Iweala apunta a una postura más equidistante. Más allá de su posesión de un pasaporte estadounidense, la nigeriana ha manifestado en el pasado que el enfoque chino de desarrollo liderado por el estado resultaría infructuoso para la mayoría de África, destacando en su lugar los beneficios de “un sector privado dinámico”. También se ha mostrado dispuesta, de cara a su futuro liderazgo del organismo, a revisar el estatus de China como “país en desarrollo” en la OMC, el cual le otorga beneficios comerciales.
Escepticismo africano
Aunque las dotes de negociadora de Okonjo-Iweala son ampliamente respetadas —en 2005 logró la cancelación de 18.000 millones de la deuda nigeriana con el Club de París, un grupo de acreedores gubernamentales—, existen serias dudas de que su nombramiento suponga un impacto significativo en su continente natal. Aunque algunos analistas consideran que contar con una economista africana al frente de la política comercial global es una gran victoria estratégica para el territorio, muchos otros se muestran escépticos con respecto a su capacidad para cumplir con los objetivos manifestados a lo largo de su candidatura.
“No creo que pueda suceder un reparto equitativo de vacunas a nivel global, como pretende Okonjo-Iweala”, afirma Mbuyi Kabunda, profesor de Relaciones Internacionales y Estudios Africanos de la Universidad Autónoma de Madrid y presidente de la Asociación Española de Africanistas.“Mientras que el norte no haya cubierto todas sus necesidades, no ayudará a los países del sur, que solo podrían contar con la vacuna china, o rusa, en el marco de la cooperación sur-sur (o de una ‘ofensiva de seducción’ de estas potencias para ganarse a los países africanos)”.
Por otra parte, algunos detractores de la economista señalan que, pese a presentarse como una luchadora contra la corrupción, sus etapas al frente del Ministerio de Finanzas de Nigeria se produjeron durante dos administraciones consideradas como algunas de las más corruptas en la historia del país. “Se mantuvo callada y permitió que la corrupción de alto nivel se extendiera bajo el régimen, criticándolo únicamente una vez había abandonado el cargo”, argumentó Olanrewaju Suraju, director de la Agenda de Desarrollo Humano y Ambiental, una ONG con sede en Lagos, a France 24.
Pero, ante todo, es la propia historia de los organismos internacionales la que no da pie a la esperanza de transformaciones drásticas. Kabunda recuerda que las representaciones africanas anteriores y actuales al frente de instituciones globales, como Butros-Butros Ghali (1992-1996) y Kofi Annan (1997-2006) en la ONU o Chile Eboe-Osuji, presidente de la Corte Penal Internacional desde 2018, no han logrado un cambio estructural de estos organismos o de las realidades del continente. Incluso si la nueva directora general logra volver a poner en marcha a una OMC desdentada y desorientada, el profesor considera que el organismo continuará imponiendo “las mismas reglas del juego a todos, sin tomar en cuenta las especificidades de las economías del sur”.
“Ngozi Okonjo-Iweala no podrá hacer nada contra este arsenal sofisticado”, sentencia el investigador congoleño.