Más de 1.000 rectores se reunieron para analizar el estado de la educación superior en América Latina.
No importa en qué lugar de la región iberoamericana sean alumnos o profesores universitarios. Los problemas de cada lado del pupitre son los mismos. Los estudiantes, nativos digitales, reclaman más formación humanística y mejor acceso a los estudios superiores. Los profesores, criados a tiza y pizarrón, se debaten entre cómo sostenerse frente al aula y ser más atractivos que un dispositivo tecnológico que no siempre terminan de dominar.
Sin recelos, cada cual planteó sus anhelos y sus preocupaciones frente a un auditorio inédito: rectores de 1.103 universidades de 33 países que participaron del III Encuentro Internacional de Rectores Universia, realizado en Río de Janeiro y organizado por la red de universidades auspiciada por el grupo Santander, creado hace 14 años y que se reúne cada cuatro para trabajar en objetivos concretos en la intención de fomentar la educación superior.
“Pioneros universitarios” vs. “profesionales que dan clases” podría definirse, si se tratara de un partido de fútbol, nostalgia que todavía sobrevuela por esta ciudad que vio diluir el sueño brasileño del hexacampeonato. América Latina tiene una baja cantidad de alumnos universitarios y prácticamente en muchos países todavía no hay “herederos”, sino que los jóvenes intentan ser “pioneros” universitarios dentro de sus familias. Para ejemplo, alcanzan las cifras del país anfitrión: Brasil tiene casi 200 millones de habitantes y apenas siete millones de alumnos universitarios de los cuales el 75% concurre a establecimientos privados y el 25%, a públicos.
La rectora de la Universidad Peruana Cayetano Heredia, Fabiola León Velarde Cerveto, admite: “en Iberoamérica hay mayor acceso a la universidad, pero también hay brechas entre los estudiantes”. Y añade: “los estudiantes nos piden que ya no seamos una universidad de enseñanza, centrada en el conocimiento y en las competencias. Nos piden ser más educados y mejores ciudadanos, nos piden más virtualidad y multidisciplinarios”.
La voz de la Argentina la aporta el ex presidente de la Federación Universitaria (FUA) y estudiante de la Universidad Nacional de Córdoba, Emilio Cornaglia: “tenemos que lograr las tres I: innovar, integrar e incluir. Cada espacio que acoge estudiantes debe tener alguna asistencia frente al déficit de aprendizaje”. En el medio, y haciendo un esfuerzo para que su portugués suene claro y algo más lento que su estilo pernambucano, Virginia Barros, presidenta de la Unión Nacional de Estudiantes (UNE), plantea: “la universidad tiene que tener autonomía científica y tiene que poder enfrentar los retos como nación”.
El rector de la Universidad del Rosario (Colombia), Han Peter Knudsen, admite: “no es fácil cumplir con las expectativas de los estudiantes”. Y amplía: “la universidad tiene que conocer las necesidades de las familias, las expectativas de los estudiantes y del mercado laboral”. Destaca que “hay que usar la tecnología” para modernizarse, pero “no es posible reemplazar un cadáver concreto para estudiar con una clase virtual”.
Del otro lado del pupitre, el director del Centro de Estudios Sociológicos del Colegio de México, Manuel Gil Cantón, desnuda el dilema de muchos profesores: dar clases o hacer investigación. “La docencia es una losa que pesa en la espalda, pero la investigación da prestigio. Aunque debemos admitir que hemos confundido la investigación con el estudio”, explica.
Y más raro aún es enterarse de que en la Universidad Autónoma Agraria Antonio Narro, de Colonia Buena Vista, en Coahuila, México, confluyen estudiantes que hablan una veintena de dialectos autóctonos. Su rector, Eladio Cornejo Oviedo, confiesa que “siempre hace falta dinero” y que su prioridad, a pesar de las estrecheces presupuestarias, es “formar ciudadanos para que contribuyan a mejorar las universidades y las comunidades”.
“Hay cinco o seis temas en los que estamos todos de acuerdo: se necesitan más recursos para la educación superior, hay que sostenerlos en el tiempo y se requiere un modelo de mayor equidad y de contención de los alumnos”, reflexiona el rector de la Universidad de Buenos Aires, Alberto Barbieri. Y agrega que “la posibilidad de que más de mil rectores puedan conversar, tomar un café cara a cara, es una inversión importantísima”.
Emilio Botín, presidente del grupo Santander, organizador del encuentro, prefiere esquivar la pregunta sobre por qué no hay referentes políticos de la educación en Brasil ni de casi toda América Latina: “Universia es la red de colaboración más amplia de Iberoamérica y es una herramienta de futuro para la sociedad. Esta región tendrá 45 millones de estudiantes universitarios para 2025 y no será suficiente que la universidad incorpore los cambios tecnológicos. Necesitará más conocimiento científico, más actitud emprendedora de los jóvenes y cooperación entre otros sistemas universitarios.”
Experto en inversiones, Botín da un dato clave: “la inversión que mayor futuro tiene es la dedicada a la educación. Hay que descubrir nuevas herramientas que faciliten el liderazgo social de la universidad y definir el papel de la universidad en el crecimiento de la sociedad, aunque eso implique a las oficinas públicas”.