Seguramente todos han estado hablando de la inversa: el alcohol en la ruta, su efecto, sus consecuencias. Pero pocos hablan de la ruta del alcohol, esa que recorre el cuerpo humano, obnubila la mente y trae como consecuencia los desastres que estamos acostumbrados a ver casi a diario.
El alcohol ejerce una acción sedante y levemente anestésica. Se cree que activa centros cerebrales del placer y de la recompensa mediante la liberación de neurotransmisores tales como la dopamina y la serotonina: la consecuencia es una sensación de extraño bienestar, relajación, peligrosa desinhibición y euforia.
Estos sentimientos se acompañan de otros cambios ya de tipo fisiológicos tales como enrojecimiento, sudoración, taquicardia e incremento de la presión arterial. El riñón filtra más orina porque está inhibida la secreción de la hormona antidiurética. Y si el nivel de alcohol en sangre alcanza los 200 mg, el individuo puede perder la conciencia.
Si se aumenta aún más la ingestión de alcohol se produce un estado de intoxicación, en función de la cantidad consumida y de la previa experiencia del bebedor. Esto puede tener consecuencias graves: por ejemplo, con una concentración de alcohol en sangre de 80 mg -el límite legal para conducir en Europa-, el riesgo de un accidente de tráfico se duplica, y a concentraciones de 160 mg, se incrementa más de 10 veces. En concentraciones en sangre por encima de los 100 mg, el individuo se transforma en charlatán, fanfarrón y agresivo.
A raíz del caso ocurrido con el hijo del periodista Eduardo Aliverti, enmarcado grotescamente en la batalla de los medios, preferimos quedarnos con este aspecto del problema y lo conversamos con el ingeniero Gustavo Brambati, jefe del Departamento de Seguridad Vial de CESVI Argentina.
“No entiendo cómo ponen boliches al costado de la ruta. Es invitar a la tragedia por ingesta de alcohol”
Gustavo Brambati
Noticias & Protagonistas: Suele hablarse del tema del alcohol, pero ¿tenemos registros sobre las condiciones de quien conduce luego de haber fumado marihuana, por ejemplo?
Gustavo Brambati: Hay una dificultad seria para controlar el consumo de drogas. Se encontró un método sencillo para controlar y graduar la alcoholemia, pero no sucedió lo mismo con las drogas, y eso es un problema. Hay un test para determinar algún tipo de presencia de drogas, pero no en qué graduación; por otro lado, tampoco discrimina las drogas medicamentosas, las que se consumen por una enfermedad, de las que se consumen para alterarse a sí mismo.
N&P: El nivel de alcohol del hijo de Aliverti lo pone en posición complicada. Es llamativo que estuviera en condiciones de manejar en línea recta con semejante registro alcohólico en sangre…
GB: Efectivamente, es un nivel muy alto. Nosotros hicimos pruebas en 300 conductores para ver cómo afecta la conducción. La cuestión era armar una barra de bebidas, se convocaba a conductores para hacer una prueba de giros y esquive de conos estando sobrios, se les medían las reacciones en la pista de pruebas, se los invitaba a beber, y en la medida en que aumentaba la alcoholemia, venían otras pruebas y se medían los efectos. Era muy negativo, incluso por debajo de 0,5 que es el límite legal.
N&P: ¿Quiere decir que con la mínima aceptada igual hay riesgos?
GB: Sí, aun en ese nivel genera distorsiones importantes en la precisión de ciertas maniobras, y los conductores no sólo se equivocaban más sino que obraban más lento porque perdían precisión. Se alteraba el tiempo de reacción: en una participó un conductor conocido que se confió, se mantuvo en 0,3 de registro y también se vio afectado en sus tiempos de reacción. Los límites se vinculan más a un tema social que a la incidencia en conducción, porque esto es importante aun por debajo del 0.5.
N&P: La sociedad tiene una enorme presión publicitaria hacia el consumo. Debiera tener más conciencia, también, el mundo empresarial: el glamour, las mujeres, tener amigos, eso debería ser revisado como criterio de éxito motorizado por el alcohol.
GB: Algunas firmas están empezando a verlo. El alcohol está muy instalado, se vive como normal. Para otras actividades quizás no genere tanto problema, pero para conducir es muy negativo y peligroso.
N&P: Este es un caso extremo, claro, pero ¿hay una valoración precisa sobre estos desastres en las calles y rutas?
GB: No hay registros, pero no es imprescindible medir; lo que decimos es que el alcohol participa mucho en determinados lugares y horarios, y eso sí hay que observarlo. No creo que sea igual todo el día, pero sí en la movida de los boliches. Nosotros hacíamos análisis de accidentes registrados en boliches sobre la ruta 5, por ejemplo. No entendíamos cómo se instalaba un lugar bailable a la vera de una ruta, porque lo primero que hace el conductor es ir derecho a la tragedia. Los accidentes estaban cantados de antemano, eran muy corrientes, y todos en esa ruta. En esa movida, el alcohol pesa mucho y no es tan complejo controlarlo; eso nos preocupaba, porque con un problema tan concreto, las autoridades podrían tener un rol más activo. En Buenos Aires, antes se hacían más controles de alcoholemia, ahora ya no tanto, lo que es muy preocupante; se trabaja mucho menos, sobre todo en zonas de restaurantes.
N&P: Eso puede ser porque tenemos modas: todas las comunas lo hacen, se matan por mostrarlo en diarios, y después pasa. Los aparatos de control son importados, se trabaja con testers vencidos que luego ponen en duda el resultado.
GB: Me pasó también a mí: me hacían hacer pruebas sin la boquilla y eso es una tontería, porque se mezcla con el aire del ambiente, de modo que no detectarían nunca nada. Pero formalmente parecía que se hacía un control.
N&P: Otro tema es el de los siniestros en ciertos puntos determinados. El observatorio vial de Santa Fe advirtió sobre uno en Cañada de Gómez, comprobando que la ruta tiene el talud invertido a la altura del km 363. O las curvas de la vieja traza de la Ruta 2: la curva se hace a contrario del radio de giro, es realmente muy peligrosa… Son aquellas cosas que sí se pueden modificar rápidamente.
GB: Sí, una de las manos fue construida nueva, pero la otra no, y el criterio de construcción cuando se hizo la ruta, los radios de curvatura, cambiaron de ayer a hoy. Antes los vehículos iban a 100 kilómetros por hora, y hoy 120 km. es lo señalizado, pero van mucho más rápido. La gente cree que puede ir a cualquier velocidad incluso con lluvia; en general, los conductores no bajan la velocidad ni ante los carteles. Hay que corregir los peraltes y modificar los radios de curvatura.
Cuánto y con qué
Las bebidas con una concentración de alcohol del 20% aumentan los niveles en sangre más rápidamente que la cerveza, que tiene una concentración de entre el 3 y el 8%, mientras que los whiskys (con concentraciones del 40%) retrasan el vaciamiento del estómago e inhiben la absorción del alcohol.
La rapidez de absorción del alcohol también depende de con qué se acompañe: las gaseosas, como el whisky acompañado de soda y el champán, se difunden por el cuerpo con mayor rapidez. Por su parte, los alimentos, en especial los hidratos de carbono, retrasan la absorción del alcohol: con el estómago lleno, las concentraciones de alcohol en sangre pueden ser de hasta 1/4 menos de los valores conseguidos con el estómago vacío.
Mujeres y japoneses, abstenerse
El primer paso en el metabolismo del alcohol es su transformación en acetaldehído, en presencia de otras sustancias, conocidas como co-factores. Las mujeres suelen tener en el estómago niveles más bajos de alcohol deshidrogenasa que los hombres.
El 50% de los japoneses carecen de la enzima responsable de transformar el alcohol en una sustancia inocua para el organismo. Existen varias isoenzimas, una de las cuales falta, por mutación genética, en el 50% de los japoneses, y posiblemente en otros pueblos del sur de Asia (aunque raras veces en la raza blanca). Cuando los individuos a los que falta esta isoenzima consumen bebidas alcohólicas, sufren síntomas muy desagradables como dolor de cabeza, náuseas, enrojecimiento facial y taquicardia.