La “isla misteriosa” es otro gran dolor de cabeza para un gobierno urgido de divisas. La industria electrónica necesita cada vez más billetes para el ensamblado y los beneficios fiscales no llegan a los argentinos, que pagan varias veces más por un mismo producto que en otros países.
La escasez de dólares se ha convertido en uno de los principales talones de Aquiles del Gobierno. La última gran fuente de divisas que todavía queda en pie, el superávit por intercambio comercial con el mundo, no para de flaquear.
Pese a que el secretario de Comercio Interior, Guillermo Moreno, se había propuesto repetir el mismo saldo entre exportaciones e importaciones alcanzado en 2012 (del orden de los u$s12.700 millones), durante los primeros siete meses del año apenas logró superar los u$s5.000 millones.
Así las cosas, el consenso entre analistas es que el funcionario tan solo podrá recolectar unos u$s8.500 millones. De este modo, Moreno corre el riesgo de perder el “título” de “guardián de las fronteras”, pues un superávit en esos niveles se convertiría en el más bajo de toda la era K.
El listado de variables que viene impactando negativamente en esta “canilla” de divisas estadounidenses, es variado. Entre los factores principales se encuentra el comportamiento especulativo de los sojeros, que durante buena parte del año se sentaron sobre la cosecha esperando una mejora en los precios y un mayor deslizamiento del tipo de cambio.
También está influyendo el menor dinamismo de Brasil, que en agosto bajó abruptamente el ritmo de compras de vehículos argentinos, sector estrella de la industria nacional, lo que explica el 50% de las ventas a ese destino. Pero el cuadro no estaría completo sin una de las grandes “grietas” estructurales y que más dólares está succionando de la economía: el sector energético.
Con más de 100 meses de caídas consecutivas en la producción de petróleo y gas, las importaciones se dispararon a niveles inéditos. Eso llevó al titular de YPF, Miguel Galuccio, a admitir públicamente que el “déficit energético es grave” y que hay que “ponerle el hombro”.
Así las cosas, el año pasado, el ex viceministro Axel Kicillof adelantó que el Gobierno reforzaría su política para cuidar los dólares que entraban a la economía a fin de destinarlos a importaciones consideradas “esenciales”, como las compras de energía, ya que la producción doméstica de gas y petróleo solo alcanza para cubrir entre el 70% y el 75% de la demanda interna.
Sin embargo, en este último tiempo comenzó a agrandarse otra grieta que, hasta 2009, prácticamente no existía: Tierra del Fuego, más precisamente el polo tecnológico emplazado de esa provincia austral, donde se ensamblan televisores, equipos de aire acondicionado, celulares, notebooks, netbooks, tablets y cámaras digitales, entre otros artículos. Con el objetivo de sustituir las importaciones de productos terminados, el Gobierno sancionó una ley de promoción para la isla que, a través de un complejo andamiaje de beneficios impositivos, permitió comenzar a realizar procesos de ensamblado con mano de obra local.
En la actualidad, más del 90% de los televisores que se venden en el país están armados en Tierra del Fuego. La proporción es superior en el caso de los celulares, donde el share de los equipos que llegan al mercado de la isla acapara más del 96%. Y últimamente, también vienen ganando terreno las portátiles, cuya producción se incrementó un 200% en el primer semestre del año, en relación con el mismo período de 2013.
En tanto, otros productos, como decodificadores y cámaras de fotos, también vienen creciendo a buen ritmo, con tasas de variación del 120% y 50%, respectivamente. El problema que se genera es que cuanto más se incrementa la actividad fueguina, más se disparan las importaciones, dado que el contenido local todavía sigue siendo considerablemente bajo. Tal como alertó el consultor Alejandro Prince en diálogo con iProfesional, “nunca hasta ahora se logró elevar el nivel de contenido nacional, que es mínimo”.
En definitiva, esto hace que lo que antes ingresaba como un artículo terminado y listo para la venta, hoy esté entrando al país en forma de “kit” para su posterior ensamblado. “Actualmente, el contenido local está dado por la caja de cartón, algunos cables, cargadores o las baterías. Pero los componentes que explican la mayor parte del valor de cada equipo, como los chips o las placas madres, necesariamente se compran afuera”, completó el experto.
El problema que le genera esto al Gobierno es que se está disparando la cantidad de dólares necesarios para que las plantas instaladas en Tierra del Fuego puedan importar los insumos de origen asiático necesarios y avanzar con los procesos de ensamblado. Según un informe elaborado por una cámara del sector electrónico en base a datos de Aduana, y al que accedió iProfesional, las compañías emplazadas tanto en Ushuaia como en Río Grande, entre el 1° de enero y el 17 de septiembre, realizaron importaciones de componentes por la friolera de u$s6.700 millones. En base a esta cifra, desde la misma entidad, que pidió no ser mencionada por temor a represalias, estiman que las importaciones totales de la isla para todo 2013 superen los u$s9.000 millones.
“Esto implicará unos u$s300 millones más que en 2012 y unos u$s1.600 millones por encima de los niveles de 2011”, disparó un alto directivo de la cámara, que accedió a aportar la información bajo estricto off the record.
Y si el Gobierno necesita tanto los dólares, ¿por qué no le pone un freno a esta “grieta” que genera Tierra del Fuego, como lo viene haciendo con el turismo internacional, al cual “castigó” con un recargo del 20%?
No lo hace por una razón muy simple: para el Ejecutivo, sostener el ritmo de producción de la isla resulta vital, especialmente en un año de elecciones como el actual, dado que el rubro de electrodomésticos y artículos electrónicos es uno de los que mayor dinamismo viene mostrando en el nivel de ventas, en momentos en los que la economía está bajando un cambio.
Según CAME, el consumo de artículos tecnológicos entre los argentinos trepó casi un 3% en agosto, marcando además cuatro meses consecutivos de tasas positivas.
El costo de tener tecnología “nacional”
A la hora de analizar los resultados que está generando Tierra del Fuego en el plano de la economía real, los analistas se muestran críticos. Por un lado, señalan que sostener el polo industrial en el sur del país implica un enorme esfuerzo fiscal.
Según un reciente informe del Centro de Implementación de Políticas Públicas para la Equidad y el Crecimiento (Cippec), el año pasado se destinaron más de $5.600 millones del Presupuesto Nacional para mantener en pie el régimen de Tierra del Fuego, el equivalente a “casi el 50% de los esfuerzos de promoción económica para todo el país”.
Además, el mismo análisis señala que cada puesto de trabajo le generó al país un costo fiscal del orden del medio millón de pesos, cifra fogoneada por los altos salarios que se pagan en el sur y que hasta no hace mucho superaban en un 85% al promedio nacional.
La dura conclusión de este informe, elaborado por Levy Yeyati y Lucio Castro, es que “en un contexto en el que el déficit fiscal primario se financia con emisión monetaria inflacionaria, podría argumentarse que el aumento relativo del salario real fueguino se da a expensas no de una reasignación de ahorros fiscales, sino de una mayor inflación, es decir, del salario real en el resto del país”.
Todo este costo, argumentan los expertos, sirve para sostener los cerca de 12.000 puestos de trabajo directos que ocupa el polo electrónico y que explican menos del 0,6% del empleo industrial de la Argentina.
Como contrapartida, los críticos al modelo agregan que mientras el Gobierno hace grandes esfuerzos fiscales para mantener con aire a las empresas de ensamblado en el sur del país, castiga con retenciones y cierre de exportaciones a otros sectores que sí tienen grandes ventajas comparativas, como la industria cárnica. En efecto: los miles de millones de pesos anuales destinados a sostener los 12.000 empleos en ese polo fueguino contrastan con los casi 13.000 puestos de trabajo que se destruyeron tras el cierre de más de un centenar de frigoríficos.
Otro tema no menor son los altos precios que deben pagar los consumidores por la tecnología en relación con los valores vigentes en otros países. Según Prince, “lo que más afecta al valor final son los aranceles y tasas que tributan los productos importados. A estos se suman los altos costos laborales y logísticos que implica tener una industria instalada en Tierra del Fuego”.
Este “menú” lleva a que se observen enormes diferencias. Por ejemplo, una cámara marca Nikon modelo Coolpix S01, que en Estados Unidos se consigue a u$s86 con impuestos incluidos, en la Argentina puede llegar a cotizar al equivalente a u$s471, es decir, una diferencia de cerca del 450%.
Las grandes diferencias también se ven en el caso de las consolas de juegos, que pueden resultar un 160% más caras en la Argentina que en países como Estados Unidos. También hay importantes brechas en el segmento de las notebooks, con modelos que aquí cotizan, en dólares, un 135% por encima de los valores vigentes en el exterior.
Bajo la visión de Prince, “la voluntad política no puede transformar un mercado. Si a Tierra del Fuego se le sacaran los subsidios, al año siguiente no queda nada. Esto muestra que el cortoplacismo es el enemigo de toda política industrial”.