La región de Baja Austria ha instalado más de 1.300 aerogeneradores que surten de electricidad a un millón de hogares.
“Busqué su número de teléfono en Internet, ¡y les llamé!”. Con estas palabras, de una sencillez desconcertante, Michael Hannesschläger, el consejero delegado de Energiepark, una empresa especializada en energías renovables, nos explica cómo se puso en contacto con los expertos del Banco Europeo de Inversiones (BEI). Y fue todo un acierto. Unos meses más tarde, en 2013, consiguió que le diesen un primer préstamo de 140 millones de euros para desarrollar uno de sus principales proyectos: los campos de aerogeneradores.
En Niederösterreich (Baja Austria), los aerogeneradores se alzan por todas partes, gigantes que giran como ruedas de forma sincronizada. Más de la mitad de los 1.320 molinos de viento con los que cuenta Austria se encuentra en esta hermosa región de llanuras agrícolas, situada entre la capital, Viena, y la frontera eslovaca y húngara. Un mástil de 135 metros de altura, unas palas de 57 metros de largo y un diámetro de rotor de 116 metros, superior al de una noria; sus medidas dan vértigo. Más de un millón de hogares de la región disfruta de la electricidad que producen estos aerogeneradores. Es una energía limpia, en comparación con la de las energías fósiles, encabezadas por el carbón y el petróleo, cuya combustión es responsable del 80% de las emisiones de CO2 en nuestro planeta, pero, sobre todo, ¡es inagotable! De hecho, un viento azotador no ha dejado de soplar en los tres días que hemos pasado en la región.
Europa no necesitaba nada más para interesarse por este proyecto innovador, que se enmarca dentro de sus prioridades actuales, como son el medioambiente, la energía y el clima. En total, cuatro empresas de la región —Energiepark, pero también Windkraft Simonsfeld, Im Wind y Wind Land Kraft— han recibido préstamos del BEI estos 10 últimos años de una cuantía que roza los 500 millones de euros. Estas líneas de crédito se conceden a las empresas, seleccionadas tras una auditoría exhaustiva realizada, o bien indirectamente a través de los bancos locales, o bien directamente, en el marco del Plan Juncker y del Fondo Europeo para Inversiones Estratégicas (FEIE), que financia proyectos innovadores en ámbitos claves como las infraestructuras, la investigación y la innovación, el medioambiente, la educación, etcétera. Los tipos de interés concedidos a Energiepark y a sus competidores, aunque son confidenciales, son especialmente bajos, y la duración de los préstamos es lo suficientemente larga para adaptarse a la vida útil de los proyectos.
El resultado es que Baja Austria se convirtió en 2015 en la primera región europea en satisfacer todas sus necesidades eléctricas con las energías renovables (la biomasa, la energía hidráulica, la energía solar y, por supuesto, la energía eólica). Algunos pueblos, como Seibersdorf, donde estuvimos gracias a este viaje financiado por el Parlamento Europeo, también han querido subirse al carro de la energía eólica. Bajo el impulso de su alcalde, Franz Ehrenhofer, este apacible municipio de 1.400 almas está rodeado, desde el 8 de septiembre de 2017, por siete turbinas de última generación, especialmente silenciosas, financiadas en gran parte por Europa.
Pero no basta con el dinero. La voluntad política es igual de importante. Ahora bien, actualmente hay inquietud: no solo el precio de recompra de la propia electricidad, fijado por el Gobierno austriaco, baja de manera constante con el paso del tiempo, lo que compromete la rentabilidad comercial de las instalaciones, sino que una nueva directiva europea, aprobada en diciembre de 2018, restringe la posibilidad de recibir subvenciones públicas otorgadas por los Estados miembros a las energías renovables. Por tanto, ¿conseguirá Austria su ambicioso objetivo de satisfacer todas sus necesidades eléctricas con energías renovables de aquí a 2030? No es nada seguro.