Un tercio de los franceses adhiere a las ideas del Frente Nacional de Marine Le Pen, que crece en la intención de voto para las elecciones municipales y para el Parlamento Europeo.
Un tercio de los franceses “adhiere a las ideas” del Frente Nacional (FN) y casi la mitad del país (46%) considera que Marine Le Pen, líder de ese partido xenófobo y racista, representa una “derecha patriótica respetuosa de los valores tradicionales”.
Esos resultados desconcertantes surgen de una encuesta realizada por el instituto TNS Sofres y provocaron el efecto de una auténtica bomba política en Francia, cuando faltan 37 días para la batalla municipal del 23 y 30 de marzo y 14 semanas para la elección del 25 de mayo para renovar el Parlamento Europeo.
En teoría, esas cifras convierten al Frente Nacional en el primer partido de Francia y confirman la tendencia enunciada por otras encuestas a nivel nacional que revelan que casi una cuarta parte de los franceses (24%) está dispuesta a votar por el FN.
El barómetro anual que efectúa Sofres desde 1984 para medir el impacto del FN en la opinión pública nunca había arrojado resultados tan positivos para la formación de extrema derecha creada por Jean-Marie Le Pen en 1972.
El estudio muestra también que la mitad del país (50%) considera al FN un “peligro para la democracia“. Esa proporción aumentó tres puntos desde 2013. Pero, al mismo tiempo, es sensiblemente inferior a los niveles que tenía en 1995 (75%) o en 2003 (70%). Fue en los últimos 10 años que el partido de Marine Le Pen dejó progresivamente de ser considerado una amenaza por una parte del electorado. Una proporción importante (35%) cree que el FN es un partido que “tiene vocación de participar en un gobierno”.
Desde las elecciones presidenciales de 2012, Marine Le Pen relativizó la forma de referirse a los llamados “pilares” de su partido, como la lucha contra la inmigración y la inseguridad, la limitación de la medicina estatal para los extranjeros, la prohibición de organizar manifestaciones públicas a favor de los ilegales o clandestinos y el condicionamiento de la práctica religiosa del Islam.
En la jerga política francesa, esa estrategia de moderación es conocida como la “desdiabolización” del FN, pero tropieza al parecer con la fuerte oposición de los sectores más ultras de su partido. Marine Le Pen, que tiene actualmente 45 años, también se esfuerza en aparecer como una dirigente más profesional y moderada, y menos agresiva que su padre, a quien sucedió al frente del partido en 2011.
Algunas de las principales propuestas de su programa económico, como el proyecto de abandonar el euro y regresar al franco, tropiezan con una fuerte resistencia incluso dentro de sus propios partidarios (71% en contra y 29% a favor). La doctrina de la preferencia nacional -que consiste en privilegiar a los franceses en materia de empleo, vivienda y subvenciones sociales- es tenazmente rechazada por el 72% de la opinión pública.
Según un sondeo de IFOP del 26 de enero, el FN obtendría 23% en las elecciones europeas, lo que sería el caudal más alto de su historia. Teniendo en cuenta que para este tipo de consulta rige el sistema proporcional, puede aspirar a duplicar su presencia en el hemiciclo de Estrasburgo, donde actualmente es el partido de extrema derecha más importante de Europa, con siete diputados sobre un total de 736 escaños.
A nivel nacional, en cambio, a pesar de tener cerca del 20% de los votos, su representación en el Parlamento está limitada a dos diputados, debido a las particularidades del sistema electoral vigente desde 1958 -con la única excepción de 1986-, que obliga a reunir 50% de los votos en el ballottage y privilegia a los partidos del llamado “arco democrático”, que suelen formar alianzas para asegurar la elección de sus candidatos.
La encuesta de TNS Sofres confirma que, en la medida en que subsista la crisis, el Frente Nacional seguirá siendo la principal pesadilla de la política francesa.