Actividades como el llenado de embalses suponen un riesgo mucho mayor.
Da algo de vergüenza ajena que políticos y ecologistas aprovechen un terremoto para exigir que no se extraiga petróleo por medio de la técnica de fracturación hidráulica o fracking. Y da vergüenza ajena porque difícilmente ninguna práctica de extracción puede ser culpable de nada cuando aún no se ha empleado. Actualmente existen en España un total de cero pozos y en la zona cercana a Ossa de Montiel ni siquiera han comenzado los sondeos.
Pero el abuso político del terremoto tiene una razón: se ha impuesto en la opinión pública la idea de que el fracking provoca seísmos, lo cual es una verdad a medias. Porque siendo cierto que esta actividad puede provocar temblores, también lo es que son de una magnitud muy pequeña y que otras actividades humanas que normalmente no asociamos con la sismicidad también lo hacen y en magnitudes mayores; por ejemplo, la construcción de embalses, la minería o la energía geotérmica, a la que los ecologistas dan sus parabienes.
Hay que recordar que la escala en que se mide la magnitud de los terremotos es logarítmica. Esto significa que uno de 4.0 es diez veces mayor que uno de 3.0. Esto significa que, por ejemplo, el terremoto de esta semana (5,2) ha multiplicado por 125 la magnitud del mayor seísmo jamás registrado que haya provocado el fracking (3,8). Son seísmos tan pequeños que rara vez son perceptibles por los humanos.
Según un estudio de 2011, la presa de las Tres Gargantas habría provocado unos 3.000 terremotos, la mayoría imperceptibles, aunque uno de ellos alcanzó una magnitud de 4,1 y se produjo cuando las autoridades estaban intentando llenar el embalse a su máxima capacidad. En España, el embalse navarro de Itoiz provocó un terremoto de 4,6 cuando se llenaba. Un investigador norteamericano asegura que la minería del carbón fue responsable de un terremoto de una magnitud de 5,6 en Australia. No obstante, responsabilizar un terremoto concreto a una actividad humana concreta es una tarea difícil. Por ejemplo, el terremoto de Lorca de 2011, dependiendo de a qué estudio hagamos caso, fue debido a causas naturales o a la extracción de agua de los pozos subterráneos.
En cualquier caso, un estudio de la Universidad de Durham ha clasificado los mayores terremotos inducidos jamás por cada tipo de actividad humana de riesgo. Esta clasificación estaría liderada por el llenado de embalses (7,9), agotamiento de yacimiento de petróleo y gas (7,3), minería (5,6), eliminación subterránea de desechos (5,3), inyección de agua en yacimientos de petróleo (5,1), generación de energía geotérmica (4,6), fracturación hidráulica de gas de esquisto o fracking (3,8) y pozos de exploración (3,1).
Los dos principales estudios realizados sobre la sismicidad inducida por el fracking han estudiado dos zonas de Estados Unidos, algo lógico dado que es en ese país donde se concentra esta actividad. El primero de ellos, publicado en Science el año pasado, investigó el aumento de microseísmos en Oklahoma, concluyendo que la inyección de agua mezclada con arena y productos químicos con objetivo de romper la roca y liberar los hidrocarburos era responsable. No obstante, también concluyó que esta situación era la excepción: sólo 4 de los 10.000 pozos del estado presentaba este problema.
El segundo estudio, publicado en enero en el Bulletin of the Seismological Society of America, analizó una serie de microseísmos sucedidos en Ohio en 2014, el mayor de los cuales alcanzó una magnitud de 3.0, y concluyó que la inyección de agua había activado una falla que no se conocía previamente. Pero los autores del estudio también indicaron que se trata de un caso aislado y en parte debido a la mala suerte, y que su estudio no apoyaba la idea de que había que prohibir la fracturación hidráulica. Bastaría apartarse media milla de cualquier falla para que el riesgo de producir estos microseísmos desaparezca.
En resumen, aunque sea cierto que el fracking puede provocar seísmos muy pequeños, sólo sucede cuando se lleva a cabo a menos de un kilómetro de distancia de una falla y, de hecho, los casos registrados se han debido a fallas cuya existencia se desconocía hasta entonces. Al igual que sucediera con las prospecciones en Canarias, el alarmismo parece más justificado por razones ideológicas que por motivos reales.