Son medicamentos que se emplean en tratamientos de ansiedad, insomnio, fobias, esquizofrenia, estrés ambiental, delirium tremens y pueden implicar riesgos en su uso.
Especialistas de la Universidad de Yale consideran que el sistema primario de salud puede jugar un rol relevante en la prevención de otra epidemia cuando de usar benzodiacepinas se trata al medicar a los pacientes.
El profesor de Medicina y especialista en salud pública de la misma casa de estudios, David Fiellin señala que la trayectoria de la prescripción de benzodiacepina ha conducido a la medicación epidémica que se alinea a la crisis de opioides.
Entre 1996 y 2013 el número de prescripciones para adultos y relacionadas a dicho medicamento se incrementaron en un 67 por ciento, es decir a 135 millones de recetas por año, cantidad que prescrita por paciente se triplica a lo largo del periodo.
Muy frecuentemente empleada para el tratamiento de la ansiedad, la benzodiacepina ha sido recomendada como mecanismo de acción, que actúa de manera selectiva sobre subtipos específicos de receptores de tipo A del ácido gamma aminobutírico (GABA).
Es decir, las benzodiacepinas son similares a los barbitúricos, pero menos adictivas, aunque no por ello menos peligrosas, pues se unen a los receptores GABA del cerebro, lo cual genera calma y cierta somnolencia en los pacientes.
Lo que causa alarmas entre la comunidad médica es la adicción que puede ir presentando a lo largo del tiempo al necesitar dosis más altas para obtener la misma sensación de alivio.
Dicha sensación inicial de alivio radica en una susceptibilidad menor a los estímulos activadores que produce un estado de inhibición neuronal.
Por lo anterior, ha quedado registro en reportes médicos sobre lo difícil que puede resultar para los pacientes que la usan, el dejar de usarlas, pues cuando lo intentan, los síntomas de abstinencia representan un alto obstáculo.
Entre dichos obstáculos se pueden encontrar el aumento de la tensión y de la ansiedad, los ataques de pánico y los temblores de las manos.
Para aquellos pacientes que presentan un tipo de ansiedad paralizante, que no deja dormir por la noche y acelera los pensamientos; para los que se sienten paralizados en el trabajo, porque cada decisión los hace sentir que los despedirán, a veces el uso de la benzodiacepina representa una alternativa, toda vez que los pacientes han probado de todo, desde medicamentos contra la ansiedad hasta la terapia.
Tal antecedente explica que, a pesar de que hace algún tiempo se ha empezado a difundir información que previene sobre los peligros del empleo excesivo de la benzodiacepina, su uso continua incrementándose.
En comparativa con la crisis de opioides que se masificó entre los años ochenta y noventa, las benzodiacepinas podrían conducir a un impacto negativo similar.
Las reformas en materia de política pública sobre salud mental, permitieron que se pusieran en marcha nuevos mandatos que dieron pie a que pacientes pudieran acceder a los opioides como tónico contra el dolor.
A ello se sumaron compañías farmacéuticas, mismas que les sumaron falsas atribuciones sobre su capacidad en el tratamiento del dolor crónico. Por ende el resultado fue una extensa comercialización de tales tratamientos para el dolor crónico y con ello, su atención inadecuada, sin tomar en cuenta los riesgos de consumo.
Con base en información de los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC por sus siglas en inglés), por cada 100 estadounidenses se expidieron 58 recetas de opioides en 2017, lo que equivale a 190 millones de recetas anuales en Estados Unidos.
Los datos mencionados anteriormente, van a la par con la cantidad de recetas de benzodiacepina que se han recetado cada año.
Ése mismo año que el gobierno estadounidense declaró una epidemia de opioides a nivel nacional, declaratoria que fue avalada por los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades a través del reporte de 46,700 muertes por sobredosis.
Aunque las muertes por benzodiacepinas aún no se equiparan a las de los opioides, van en aumento conforme a información provista por la Administración de Servicios de Salud Mental y Abuso de Sustancias (SAMHSA por sus siglas en inglés).
Las benzodiacepinas se han utilizado en el tratamiento de otras enfermedades como lo son el cáncer, alteraciones cardiovasculares y/o reumáticas. Incluso se han utilizado como complementos de antidepresivos, estabilizadores de ánimo (eutimizantes), así como antipsicóticos en el tratamiento de trastornos afectivos y las psicosis.