Se suben a las redes sociales y ofrecen desde ciclos de cine hasta talleres para captar la atención de nuevos lectores.
Una gran movida tendrá hoy como protagonistas a las bibliotecas populares, aquellas instituciones creadas en nuestro país a partir de la segunda mitad de 1800 para el acceso a los libros de la comunidad entera y que, merced a la tozudez histórica de sus dirigentes y asociados, han logrado sobrevivir a todas las épocas, incluso la actual, cuando los contenidos en versión virtual parecen pasarle por encima en demanda a la impresión en papel.
En esta fecha celebran su día y, salidas indemnes de transformaciones sociales que las pusieron en riesgo, varias de esas entidades locales abrirán sus puertas y mostrarán, con distintas actividades, su tarea cotidiana.
Fue el ex presidente Domingo Faustino Sarmiento, en 1870, quien promovió la ley que creó la Comisión Protectora de Bibliotecas Populares con el objetivo de fomentar el desarrollo de estas instituciones, constituidas por asociaciones de particulares, por lo general en los barrios, con la finalidad de difundir el libro y la cultura. Y es justamente la fecha en que se sancionó la normativa – número 419 -, el 23 de septiembre, que se toma como Día Federal de las Bibliotecas Populares. Ocurre que el festejo tiene lugar hoy porque hace años se resolvió moverlo al fin de semana más próximo a ese día, con la idea de sumar más público en una jornada no laborable.
ENGANCHAR CON LOS LIBROS
Es cierto que con la irrupción de internet y la incorporación cada vez más copiosa a la red de títulos de todo tipo de publicaciones, sumado al creciente hábito estudiantil de recurrir a las fotocopias, para mantenerse, las bibliotecas populares han debido aggiornarse a las nuevas circunstancias.
Para Ángela Signes, presidenta de la Conabip, los desafíos cambian con los tiempos y en los últimos años el objetivo es “incorporar a los jóvenes; ocurre que a veces la enorme oferta cultural o la accesibilidad a la información en internet hace que las vean como algo que ya no les sirve o no les puede prestar la información que necesitan”.
Sin embargo, según indican los dirigentes de estas instituciones, la realidad en los barrios no es la misma que en los sectores céntricos, y allí, en esas zonas habitadas por familias de recursos medios o bajos, no es tanta la merma que sufren en cuanto a demanda de préstamos de libros y a consultas.
Por lo general, en esas sedes se conserva una buena cantidad de lectores, principalmente alumnos de primaria y de secundaria, pero también de vecinos, adultos, con inquietudes con la lectura. Tal es el caso de “Enlazando Palabras”, una biblioteca popular de La Granja, con sede en 520 entre 140 y 141 (La Plata), y que atiende a una veintena de alumnos por día. Con varias actividades gratuitas, como talleres o funciones artísticas para los más pequeños, la institución está orientada a los chicos de edad escolar, tanto de establecimientos educativos estatales como privados, según remarcó la bibliotecaria de la entidad, Ana María Bloga, quien destacó, en ese sentido, que “los maestros envían a los estudiantes a buscar información, a investigar a través de los libros, y eso pasa también en las escuelas privadas porque en esas instituciones no disponen de muchos títulos”.
A la “Alejo Iglesias”, de 6 entre 43 y 44, Villa Elisa, asiste toda clase de público que va por alguno de los 40 mil volúmenes (entre literatura y material de estudio). Con unos 300 socios activos, cubre necesidades culturales de la zona y en su caso la expansión de internet no ha reducido mucho su función. “En este barrio no todos tienen acceso todavía a una computadora o no pueden comprar todos los libros que les piden en las escuelas. Es más, muchas madres vienen a hacer fotocopias de los textos que sus hijos necesitan para estudiar”, contó una de las bibliotecarias de la institución, Mariana Dugart.
ROMPIENDO MITOS
La Biblioteca Popular Infantil Del Otro Lado del Árbol, que funciona en Parque Saavedra, es otra muestra de que con ingenio y compromiso se puede convertir a la tecnología en un aliado a la hora de cautivar a los niños. “A nosotros nos pasa que vemos que se rompen todo tipo de mitos respecto a la lectura y la tecnología”, cuenta la coordinadora Paula Kriscautzky. “Cuando se crean los espacios para que los chicos se acerquen a la lectura, se enganchan y hasta lo necesitan -apunta-. Especialmente el vínculo que se genera con los cuenta-cuentos. La tecnología no compite, es un plus y una herramienta, pero todos los días vemos la necesidad de los chicos de encontrar este espacio más íntimo, donde alguien les lee una historia”.
Los números son un indicador de ese interés: hoy en la biblioteca tienen más de 2 mil socios y cientos de préstamos diarios. Para financiarse, explica Kriscautzky, recurren a distintas fuentes de ingreso: desde cuotas sociales hasta subsidios municipales, provinciales y nacionales. También cuentan con un “sistema de amigos”, que aportan donaciones voluntarias.
La Biblioteca Popular Bernardo de Monteagudo, de 51 Nº 1088 entre 16 y 17, también creció a fuerza de trabajo y creatividad. Ya cuentan con 27 mil volúmenes para atraer a lectores de todas las edades. “En el último tiempo la biblioteca amplió su espacio físico, creó una importante sala de lectura y adquirió equipos para realizar ciclo de cine para los socios y socias”, explicaron. En algunos casos las bibliotecas populares funcionan como el único punto de encuentro en el barrio; en otros, son emblemas urbanos que atesoran libros inhallables. Lo cierto es que estos sitios, con sus respectivas comisiones directivas y sus bibliotecarios hacen un trabajo silencioso todos los días, abriendo sus puertas a todo público, de cara a los gustos, intereses y urgencias de sus barrios. Es que su razón de ser es la comunidad, por ella nacieron, y van reinventándose en sintonía con los cambios que vive, según consignó Signes, de la Conabip.