Las “Hermanas de la marihuana”: las falsas monjas que cultivan cannabis en California

Las “Hermanas del Valle” ganan 60.000 dólares al mes cultivando una variedad no psicotrópica de la planta para fines medicinales. La controversia por su atuendo, dicen, es buena para el negocio.

hermanas-cultivan-cannabisLa hermana Kate canta a las plantas, unas veinte macetas de poca altura situadas en el centro de la habitación, en un tono muy bajo y monótono, apenas audible entre los zumbidos de los pequeños generadores que mantienen las lámparas térmicas encendidas. Las hermanas Evee y Kassidy las rocían de “agua de luna” que tienen en un botella, sacudiendo sus dedos con suavidad a medida que las rodean. Las tres hermanas llevan un hábito blanco, con mitones de ganchillo y largos velos que bajan por la espalda. Al cabo de unos minutos, la hermana Kate termina la ceremonia de una forma muy poco ceremoniosa: “Vale, creo que ya es suficiente”.
Las tres salen del garaje que hace las veces de invernadero y entran en las dependencias de su abadía: dos viviendas unifamiliares de una planta que comparten jardín; se sientan a la mesa de la cocina-comedor, que hace las veces de refectorio, y se ponen a trabajar: cerrar, sellar y etiquetar decenas de botes de cremas y lociones hechas con un concentrado de CDB, el aceite “Cannabidiol” derivado del cannabis, la planta que con tanto cuidado han bendecido hace unos minutos. De esa cosecha de invierno esperan sacar unos 50 kilos de marihuana que, con un poco de suerte, tenga menos de un 1% de THC, el componente psicotrópico, y mucha mayor proporción de CNB, el componente que, conservando todas las propiedades curativas de la planta, no “coloca” a los pacientes. Con él harán cremas y aceites para usos tan variados como sus clientes.
Desde lugares tan lejans como Arabia Saudí han llegado a hacerles pedidos: “La verdad es que lo pasamos mal en ese caso. El cliente nos escribió preocupadísimo porque las autoridades le habían pedido que se acercara a la comisaría en Dubai. Durante muchos días no supimos nada más. Pero finalmente le escribimos y, afortunadamente, la cosa había quedado en nada”, ríe la hermana Kate.
Las “Hermanas del Valle” no son monjas católicas. Se consideran una congregación feminista, activista, y espiritual. “Hermanas del valle” es también el nombre de su negocio que, a través de una página web y de pedidos por correo postal, elabora y distribuye productos de cannabis medicinal. Tomando ideas de ritos celtas, vikingos y nativos americanos, o inspiradas en los enclaves beguinos de la Europa medieval, la vida en la “abadía” de Merced, en la zona interior central de California, parece estar a medio camino entre una comuna y un colectivo “nueva era”. La hermana Kate es la fundadora. Su papel ante el resto de la congregación, que fluctúa pero no supera la decena de activistas jóvenes, es una mezcla de líder ideológica y jefa.

Problemas con las autoridades

La hermana Kate no ha sido siempre la hermana Kate. Antes era Christine Meeusen, una madre del medio oeste de ascendencia holandesa y alemana, con una carrera en asesoría financiera, que se vio en la calle con sus tres hijos adolescentes después de un divorcio agresivo. Emigrada a California, en 2008 encontró en la marihuana una manera de salir adelante económicamente. Junto a su hermano creó una cooperativa donde cultivaba la marihuana para uso medicinal y la repartía entre pacientes del valle, una zona agrícola de California notoriamente pobre.
El proyecto no tardó en chocar con las autoridades de la zona, según la hermana Kate. “La marihuana para uso medicinal es un negocio legal a nivel estatal, pero las fuerzas del orden a nivel de condado y de municipio se niegan a aceptar esa legalidad. Teníamos que ser muy silenciosos y, por ejemplo, si nos robaban, no podíamos denunciarlo”. Que ahora la marihuana sea legal en California quizá les ayude a salir de esa zona gris aunque, como ella misma explica, el CDB no está regulado tampoco con la nueva ley, que se ocupa únicamente de la comercialización del THC. Aún así, les ayudará a vender el cannabis que les sale demasiado cargado de THC a otros dispensarios de la zona sin necesidad de esconderse.
La “hermana Kate” nació del movimiento “Occupy Wall Street” y de la noticia de que el Congreso de EEUU pretendía declarar la pizza “verdura” para zafarse de los intentos de Michelle Obama de regular las comidas en los colegios (en realidad, se trataba de considerar la salsa de tomate incluida en la pizza una de las cinco raciones de fruta o verdura que los niños deben tomar al día). “Si la pizza es verdura, pensé yo, entonces yo soy monja”, explica. Y se hizo monja. Enseguida la empezaron a llamar “Sister Occupy”: la hermana okupa. “No pretendo engañar a nadie. Este es un uniforme que ha sido progresivamente abandonado, apenas quedan monjas católicas en este país, y nosotras lo ocupamos en una mezcla de protesta y de reivindicación del papel de las mujeres en la espiritualidad”. Tras el “nacimiento” de la hermana Kate, llegó la idea del negocio de marihuana. “No quería fundar una secta ni un movimiento, quería que fuera un negocio de auto empoderamiento. No creo en el trabajo voluntario, creo que hay que remunerarlo”.
El uso del hábito y el termino hermanas es para ellas también una forma de recuperar “una conexión con nuestras madres antiguas”; mostrar “respeto a la planta y al proceso de elaborar las medicinas” y transmitir cierta solemnidad a todo el proceso. Incluso, defienden, se trata de una manera de solidarizarse con las mujeres musulmanas. También reconoce: “Ayuda a ganar dinero, y poder mantenernos. No tenemos que pedir dinero a nadie. Somos sostenibles, nos mantenemos solas. La controversia, el ir así vestidas, ayuda al negocio. La controversia vende”. Como explica en su blog, nada en la definición de la palabra “monja” en el diccionario indica que se tenga que ser católica. Es “una mujer que vive con otras en devoción a su trabajo y oración. Trabajan juntas, rezan juntas, y toman votos”.

5.000 suscriptores en YouTube

Actualmente, el “enclave”, como le gusta llamarlo, tiene cinco hermanos que vienen cada día y cuatro hermanas que están en la “abadía” todos lo días, aunque solo la hermana Kate y otra hermana duermen allí. Otro miembro del grupo, la hermana Rose, ayuda desde el norte de California, a donde acuden cada año a su compra anual de semillas.
El negocio va viento en popa. De hacer 60.000 dólares al año en el primer año a 60.000 al mes en este segundo año, aunque difícilmente se puede considerar que se estén haciendo ricas: “No tenemos ningún inversor así que todo lo que ganamos lo tenemos que reinvertir en el negocio: desde más seguridad [recientemente han comprado armas y tienen vigilantes por las noches] hasta cultivar cosechas más grandes cada vez”.
Tienen 5.000 suscriptores en Youtube, donde publican vídeos de sus ceremonias de bendición de las plantas al ritmo de música rap (algunos se han hecho virales y han superado los 20 millones de visualizaciones), y miles de seguidores en Facebook y otras redes sociales les animan en su “cruzada”: conseguir que se acepte el uso medicinal de la planta de la marihuana y al mismo tiempo vivir de ello. La hermana Kate reconoce que se le va más del 75% del tiempo en contestar mensajes de correo electrónico. Y añade: “Esperamos convertirnos en un movimiento que esté por todo el país, algún día, como las monjas católicas”.