Al que no sabe, se le perdona; y se le recomienda aprender. Al que repite por lo que escucha, se le sugiere prudencia. Al que argumenta por interés, se le refuta con la verdad. Pero hay que ser muy inteligente para saber y mentir, para conocer y saber esconder. Para el que engaña tan insidiosamente sólo cabe una respuesta: el desprecio. El que en estos días aprendí a sentir por el ex canciller Dante Caputo.
Sí, aquel de dieciochescos bigotes que fuera Ministro de Relaciones Exteriores de Raúl Alfonsín. Aquél “gracias” al cual perdimos tres islas en el Canal de Beagle después de un arbitraje no vinculante; y con ello, buena chance para pelear por la futura soberanía en la Antártida. Ahora, desde el Olimpo del olvido (montaña a la que todos se trepan) viene a denostar el proceso de investigación iniciado por el tema AMIA, tildándolo de “error grosero” por haber “negociado con un país nada confiable” y como consecuencia del “vínculo argentino con el chavismo venezolano”.
Por supuesto, al más puro estilo “Lilitesco”, Dante Caputo reclama que se retire el proyecto y la renuncia del actual Canciller “por ocultar información”. Esto es muy interesante. Sobre todo porque nos permite aprovechar para dar a conocer información sobre los vínculos de Caputo con Irán (que, por supuesto, ocultó). A criterio de este señor, La República Islámica es un “Estado peligroso, poco confiable”. Supongamos que sea así, ¿alguien podrá explicar por qué en pleno gobierno del ayatollah Khomeini, padre de esa Revolución, el gobierno argentino le vendió armas a un Estado temido por todos? Entérese por favor:
Las ventas de Argentina a Irán
“Irán es un Estado muy poco confiable”.
Dante Caputo
El 23 de diciembre de 1983, Argentina estuvo directamente involucrada en la venta de 5.000 pistolas y 60 ametralladores pesadas. El cargamento, rotulado “maquinaria técnica y repuestos”, fue impugnado por las autoridades aduaneras españolas cuando inspeccionaron un Jumbo de Air Irán procedente de Buenos Aires que se dirigía a Teherán. Después de varios días, el gobierno iraní presentó la documentación aduciendo que las 11,5 toneladas de armas eran para las fuerzas de seguridad y el cargamento fue liberado. Dante Caputo ya era el canciller.
El decreto presidencial secreto 1723 del 7 de junio de 1984 (firmado por el ministro de Defensa Raúl Borrás y, nuevamente, el canciller Dante Caputo) puso en marcha la primera venta de armas a Irán durante el gobierno democrático: el “Operativo Ezarim“, que consistió en la venta al contado de 18 cañones CITER de 155 milímetros, 200.000 proyectiles para dichos cañones, 100 equipos electrónicos de vigilancia terrestre y 100 radios mochila. Por su parte, el titular de Defensa desmintió que hubiera efectuado una venta de 100 tanques argentinos medianos (TAM) y de dos destructores tipo 42 (el Hércules y el Santísima Trinidad) al mercado iraní.
En junio de 1985, el Secretario de Producción para la Defensa de Fabricaciones Militares logró convencer a Alfonsín de que aprobara un nuevo decreto presidencial secreto, el 987, que autorizó la exportación a Irán con fines de demostración los siguientes elementos: un avión Pucará, dos lanzadores de cohetes para Pucará, 56 cohetes Pampero para Pucará, cuatro bombas de 250 kilos y proyectiles para Pucará, diez tanques con dotación de armamentos y munición completa, diez misiles antitanque hiloguiado Mathogo y setenta y seis misiles aire-superficie Albatros, más ocho coheteras para lanzarlos. En esa misma fecha, Alfonsín autorizó otro decreto secreto, el 988, por el cual el Instituto de Investigaciones Científicas y Técnicas de las Fuerzas Armadas de la Argentina (CITEFA) enviaba a Irán un sistema de comando para misil Mathogo 2000 y otro para misil Mathogo 3000 disparado desde helicópteros. El decreto lleva la firma de Dante Caputo.
Casi enseguida, el 9 de octubre de 1985, el decreto presidencial secreto 1978 autorizó la venta a Irán de 1500 cohetes del modelo Cohete Argentino Mediano (CAM), 7 lanzadores de esos cohetes y 2 sistemas de guiado. Este decreto tiene las firmas de los ministros de Defensa, Roque Carranza; Relaciones Exteriores, Dante Caputo; y Obras Públicas, Roberto Tomasini.
Más tarde, el 27 de febrero de 1987, Alfonsín firmó el decreto secreto 307 que autorizó un contrato para vender al gobierno de Irán 18 mil granos propulsantes para cohetes, por medio de la empresa argentina Proveedores Argentinos de Equipos Sociedad Anónima (PRADESA). El 3 de junio de 1987, Alfonsín autorizó, a través del decreto secreto 852, un nuevo convenio con Irán para la venta de 600.000 fojas negras, 1.400 toneladas de pólvora para los cañones de 155 milímetros y 100 toneladas de pólvora CBI (a base de nitroglucosa monobásica). Esta operación había sido impulsada por el titular de PRADESA, José Mondino, quien de acuerdo con el decreto recibiría un 10% del total del contrato, cuyo monto ascendía a 38.174.000 dólares en condiciones FOB en el puerto de Buenos Aires.
A mediados de 1985, el diario La Nación reveló que Argentina estaba negociando con Irán la posible venta de las fragatas misilísticas británicas Hércules y Santísima Trinidad. Sin embargo, las presiones norteamericanas consiguieron torpedear esa venta. En otra oportunidad, un tren se detuvo por un desperfecto en la ciudad de Río Cuarto. Al correrse uno de los cobertores, quedaron al descubierto caños de 80 centímetros de largo por 12 de ancho con una leyenda que decía “Ministerio de Defensa de la República de Irán”. Después de algunas horas, el tren continuó su marcha con destino al Puerto de San Pedro, pero nadie quiso confirmar qué tipo de carga transportaba.
Con un cinismo que espanta, Caputo dice que en el medio lo que hay es un negocio de exportación de granos creciente y que Argentina no quiere perderlo sino incrementarlo. Pues bien, debe haberse olvidado de que, además del comercio de armas, otro rubro de intercambio relevante con Irán fueron las exportaciones argentinas de granos. A fines de abril de 1984, la Junta Nacional de Granos de la Argentina concretó la venta de 60.000 toneladas de arroz a la República Islámica de Irán. El mismo negocio del que ahora Caputo reniega.
Hoy uno lo escucha con su voz grave, intelectual, sobria y, claro, “enamora” al despistado. No a los que tenemos memoria; y archivos. Caputo argumenta que la ley iraní “no acepta de hecho que un ciudadano iraní comparezca ante un tribunal extranjero”. ¿Sabe el señor Caputo que los Estados Unidos, tampoco? ¿Sabe que el “campeón de la democracia” no reconoce los Tribunales Penales Internacionales? ¿Sabe que si un soldado norteamericano viola a una menor en cualquier parte del mundo no puede ser juzgado por nadie, excepto por sus propias Fuerzas Armadas?
Se queja amargamente porque, en vez de “indagar”, se va a “preguntar”. Y hace una larga explicación jurídica sobre las diferencias entre ambos conceptos. Eso sí, nada dice del término “ignorar”, que es todo lo que tenemos hasta ahora. Y yo prefiero un poco de algo, que nada del todo. Caputo es un campeón del sofisma. Un hombre muy inteligente, un orador de primer nivel, un estudioso. Todo eso se lo reconozco. Por eso, sus mentiras y ocultamientos me generan tanto desprecio.