En el centro de la ciudad casi una treintena de taxistas ingirieron un potente pesticida. Varias fotos del incidente que aparecieron en Weibo, el equivalente chino de twitter. La ingestión de pesticida o raticida se ha convertido en una forma de reclamo en el país.
Las comunes protestas sociales se producen en China llegaron ayer hasta la emblemática calle de Wang Funjing, una de las más céntricas y conocidas de Pekín, donde casi una treintena de taxistas decidieron reclamar sus derechos ingiriendo pesticida.
Medios como The Beijinger calificaron el suceso como un intento de suicido multitudinario originado por diferencias laborales de los conductores, procedentes de la provincia norteña de Heliongjiang. Las fuerzas de seguridad indicaron que el grupo terminó hospitalizado pero ninguno llegó a fallecer.
La intentona se produjo a las 11 de la mañana al lado de la entrada al popular mercado de Wang Funjing -un destino frecuentado por miles de turistas- y no lejos de comercios tan conocidos como la tienda de Zara o de Apple.
Varias fotos del incidente que aparecieron en la red social Weibo, el equivalente de twitter en China, “desaparecieron” al cabo de algunas horas. En ellas se podía apreciar a más de media docena de taxistas tumbados sobre el asfalto de la calle peatonal.
Las fuerzas de seguridad arrestaron también a varias docenas de personas en el sur del país, en una aldea de la provincia de Guangdong, después de que sus residentes asaltaran este jueves una estación del tren rápido que pasa por ese lugar y consiguieran paralizarlo.
Según declaró uno de los manifestantes a la agencia oficial Xinhua, su descontento esta propiciado por las expropiaciones sufridas en ese villorrio.
“Se vendió mucha tierra a precios muy baratos y muchos aldeanos nunca recibieron una compensación”, aseguró el aldeano.
China asiste en los últimos años a una oleada de reclamos y movilizaciones que la terminología oficial califica de “incidentes masivos” y que los medios afectos al PC han estimado que pueden rondar los 90.000 cada año, aunque en el 2010 llegaron a ser 180.000.
Muchos han adoptado la práctica de traslada sus demandas a la capital hasta recibir el nombre de “peticionarios”.
Las quejas de estos grupos están provocada por las habituales confiscaciones de tierra, la corrupción, la polución, los abusos de poder o las disputas laborales.
Dentro de esta dinámica, la ingestión de pesticida o raticida se ha convertido en una forma recurrente de reclamo en el país. Tanto que algunos medios de información han pedido que se controle el acceso a esos productos químicos, que también son muy usados en las comarcas rurales para suicidarse.
El pasado mes de diciembre seis agentes de policía pertenecientes a una agrupación auto denominada “Oficiales Agraviados de China” intentaron quitarse la vida en la capital con el mismo sistema. Curiosamente, el sexteto provenía también de la provincia de Heliongjiang.
Otras siete personas fueron arrestadas en julio del 2014 tras beberse también una botella de veneno frente a la sede del Diario de la Juventud Chino en la capital. Xinhua indicó que “sobrevivieron” y que después fueron detenidos por “provocar”.
En realidad, la mayoría de las movilizaciones actuales que se registran en el país son de corte social aunque provocan el mismo recelo de las autoridades, que suelen castigar con severidad a algunos de sus mentores.
Este es el caso del activista Guo Feixiong, que permanece en prisión desde agosto del 2013 acusado de “reunir multitudes para perturbar el orden social”.
Feixiong se prodigó durante años en la asistencia a grupos de aldeanos que protestaban por las prácticas corruptas de los funcionarios locales y otras prácticas ilegalidades.
El abogado del reo, Li Jinxing, distribuyó ayer un comunicado tras entrevistarse con el preso en el que este denunciaba supuestos abusos sexuales contra los encarcelados con los que comparte habitáculo en la penitenciaría de Guangzhou.
El texto asegura que Guo presenció el pasado 25 de marzo como una tripleta de oficiales de policía exigía a todos los detenidos de su celda que se bajaran los pantalones. El documento añade que él se negó y tuvo que abandonar el lugar. Al volver, otro preso le dijo que le habían golpeado en las nalgas y le había tocado los genitales.
Las organizaciones de Derechos Humanos internacionales han denunciado asimismo la reciente detención de cinco feministas que intentaban alertar sobre el acoso sexual.