El paciente es un correntino de 42 años que sufría fiebre, pérdida de peso y tos con sangre. Los médicos encontraron que tenía un objeto clavado en el órgano. Y, cuando lo operaron, se llevaron una sorpresa.
En el quirófano hubo un silencio de misa. Nadie hablaba. El paciente en la camilla tenía el pecho abierto y los médicos no podían creer lo que veían. Todos en la sala se quedaron mudos, hasta que el cirujano rompió el mutismo mientras sacaba el objeto del medio del corazón: “¡Es un escarbadientes!”.
Hubo risas, incredulidad y hasta una acusación de mentira, pero por más increíble que pareciese, era real. La historia de Horacio Rodriguez Videla, de 42 años, arrancó en enero de este año, cuando se dirigió a un hospital de Corrientes -donde vive- porque tenía fiebre y no podía bajarla con nada. Allí le recetaron un medicamento porque creían que tenía un principio de neumonía.
Pasaron los días, pero Horacio no mejoraba. De hecho empeoraba: seguía con fiebre, empezó a bajar de peso y hasta tosía con sangre. Los médicos, confundidos, creyeron que podría tener tuberculosis o sida y le cambiaron los antibióticos. Nada. Todo seguía igual.
En junio, el paciente decidió viajar para Capital Federal. Acá se atendió en el Hospital Fernández. Ya pesaba entre 6 y 8 kilos menos y estaba asustado. Nadie podía dar con lo que venía sufriendo desde hacía seis meses. Le hicieron un cultivo de sangre y encontraron que había una infección que venía desde el corazón. Durante dos meses le cambiaron los medicamentos, pero el problema seguía.
Le hacían radiografías y tomografías, aunque no se veía nada. Como un virus fantasma que no podían atrapar. Fue entonces que a principios de este mes, después de que los remedios limpiaran la infección del corazón, los médicos pudieron ver que había un objeto extraño clavado allí y entonces decidieron operar.
“Cuando lo vi en la radiografía pensé que se trataba de un catéter que se había quedado ahí desde alguna otra intervención. Lo increíble fue cuando lo operamos. Primero sacamos toda la sangre del corazón y entonces se vio claro. Era un escarbadientes”, relata el jefe de cirugía cardiovascular del Hospital Fernández, Fernando Cichero.
El doctor cuenta que primero lo tomó con la pinza y luego lo apoyó en una mesa, para que el resto del equipo que realizaba la operación lo viera. Nadie lo creía: “Después lo partí a la mitad y me preguntaron: ‘¿Qué hay adentro?’. ‘Madera, ¿qué va a haber?’, les respondí”.
Cichero, quien además es el presidente electo del Colegio Argentino de Cirujanos Cardiovasculares, le cuenta a Clarín que cuando el paciente despertó y le contaron la noticia, se empezó a reir y admitió haber comido “un montón de picadas con amigos para despedir el año”. “El elemento pudo haber entrado por el esófago o por la vena cava inferior y de ahí a la aurícula derecha, que va directo al corazón. Es algo único”, explica el cirujano.
Es tan único que el especialista- que realiza unas veinte cirugías cardíacas por mes desde hace por lo menos 20 años- se pasó horas buscando en todos los registros médicos del mundo si había un caso similar. Sólo encontró uno en China, en 2011: “Se lo comenté a todos mis colegas argentinos y de otras países y nadie nunca había visto o escuchado algo así. Estoy seguro que a mí esto nunca me va a volver a pasar”.