Poco margen para la esperanza. La economía y la política parecen haberse puesto de acuerdo para convertir este presente en un verdadero dislate en el que nadie pareciera saber muy bien que hacer.
Dos cosas aparecen hoy debilitadas en la realidad institucional argentina: la economía, con datos cada vez más preocupantes y no tan sólo por los números negativos sino también por la notoria carencia de ideas para revertirlos, y la política, tal vez en su omento más bajo en lo que tiene que ver con la aparición de ideas conducentes a aquellas soluciones y por supuesto en la relación de sus actores con la gente.
Seguramente a los argentinos la primer cuestión les preocupa mucho más que la segunda.
Ricos en antecedentes de crisis similares, que invariablemente terminaron en verdaderos dramas sociales, los ciudadanos observan con desconfianza los movimientos del poder y se preparan al “sálvese quien pueda” que en la historia de nuestro país ha sido una inevitable constante.
La presión sobre el dólar –ayudada por una insólita política de expansión monetaria por una conducción económica que ya no logra ocultar su desorientación- es indicativa de que el “alea jacta est” (la suerte está echada) se apoderó del conciente de cada uno de nosotros.
Pase lo que pase, sabemos que sólo en el dólar encontraremos refugio futuro.
Mientras tanto cae el empleo, crece la marginalidad, se frena la inversión, se paralizan los negocios y todo el mundo desensilla hasta que aclare.
Y lo que podrían ser tablas de salvación en el futuro inmediato aparecen como agujereadas por una realidad mundial y regional preocupante: Brasil no para de tener problemas, la recuperación de la economía europea da señales de desaceleración y China –nuestro “salvador” de turno- parece hoy más cerca de un “estallido de acomodamiento” que del gigante que arrasaba todo a su paso.
Y por si todo esto fuese poco, las inundaciones que tienen bajo agua al 40% de la provincia de Buenos Aires y a parte importante del país han arruinado la mitad de las cosechas lanzando sombrar nefandas sobre las arcas fiscales del próximo año.
Verá el lector que peor no podríamos estar; mal nosotros, mal quienes nos manejan, mal nuestros socios y malo el clima de negocios mundial. Bingo negro…
Políticamente Argentina sigue caminando la cuerda del absurdo e insiste en repetir historias conocidas que antes, y ahora también, no la llevan a otra cosa que perder lastimosamente el tiempo.
Lo intentó Alfonsín en 1985, lo pretendió Menem hasta el último día de su mandato y ahora parece querer agitarlo Cristina como un fantasma desarrapado que ya no asusta a nadie.
El sueño de la reelección (o más bien la amenaza) pareciera estar otra vez entre nosotros; aunque se trate de una comedia escrita e interpretada por cómicos de la legua.
La aparición pública de Máximo Kirchner cambió todo. Diseñada hasta el más mínimo detalle; guardada en secreto en estos tiempos de redes sociales indiscretas y respaldada con el aparato mediático del Gobierno.
La estrategia de fondo consiste en provocar una maniobra electoral que le posibilite al kirchnerismo mantener una cuota de poder más allá de 2015, y la jugada en estudio es que Cristina Kirchner encabece la lista de candidatos a diputados nacionales de la provincia de Buenos Aires, el distrito más importante y en el que se disputa la madre de todas las batallas electorales.
En esa módica pretensión, ajena a una realidad que dice a gritos que el estado en el que va a quedar el país tras esta larga experiencia de relatos progresistas y dislates operativos, parece basarse el sueño augusto de nuestros gobernantes y sobre todo de los “jóvenes turcos” de La Cámpora con su jefe a la cabeza.
Claro que parecen no tener en cuenta que para cualquiera de estas maniobras hace falta la complicidad del peronismo profundo y patibulario que retiene el verdadero poder de veto o consagración y que parece haber bajado el pulgar a quienes en algún momento lo humillaron, lo ningunearon y quisieron borrarlo de la faz de la tierra.
Algo que en el mundo de los “caciques” peronistas es un pecado sin penitencia ni perdón.
La oposición mientras tanto sigue jugando a que le alcanzará sólo con el desgaste del gobierno y se esfuerza por recordarnos a cada paso la triste experiencia de la Alianza, sus incoherencias y falta de operatividad.
Sólo Mauricio Macri parece haber entendido el juego y se esfuerza por sacudir el avispero con algunas ideas de gestión que por el momento parecieran alcanzarle para crecer un poquito cada día. Aunque la pregunta que todos nos hacemos es si el heterogéneo sistema de alianzas que propone pueden en el futuroi componer una idea y un equipo de gobierno.
Acumular radicales que no se quieren quedar afuera de todo no significa necesariamente sumar capacidades para llevar adelante una tarea que será seguramente titánica.
Verán entonces nuestros amigos lectores que no caminamos sobre un lecho de rosas y que más allá de la intervención directa de Francisco tratando de avisar que “está ahí” aunque Cristina diga que el Papa está contento y tranquilo, no es suficientemente providencial para acomodar las cargas de una sociedad asustada, un gobierno afectado por la peor de las cegueras y una dirigencia chata como nunca antes habíamos padecido.
Porque además…pareciera que ni Dios puede resolver las cosas de la Argentina, por argentino que sea su representante.