El precio de la travesía se puede elevar hasta los 20.000 euros si incluye la entrega de documentos falsos.
Huyen de las guerras de Siria, Irak y Afganistán con la intención de alcanzar el paraíso europeo. O llegan desde la lejana Pakistán con el deseo de abrirse camino en tierras de prosperidad. Pero, a menudo, quedan anclados en territorio turco mientras buscan los ahorros necesarios para pagar una pequeña fortuna a las mafias que les llevarán a las islas griegas de Lesbos, Quios, Kos, Samos y Leros, desde donde esperan saltar al continente, a Alemania y Francia fundamentalmente, para pedir asilo político.
La ruta de Turquía a Grecia es mucho más segura que las que parten de Libia o Túnez, pero también mucho más cara. La travesía en patera desde Libia cuesta entre 700 y 1.000 euros. En Turquía cada traficante tiene su tarifa, que depende de los «servicios prestados», pero que se suele ir por las nubes.
El precio de la travesía simple en patera oscila entre los 2.500 y los 5.000 euros, dependiendo del tipo de embarcación y de si viaja en cubierta o en bodega. Pero la tarifa se dispara hasta los 15.000 o incluso 20.000 euros si incluye la entrega de documentos falsos. Mafias especializadas en Beirut se encargan de la elaboración de estos documentos, a veces perfectamente fabricados y con la cautela incluso de hacer pasar al refugiado como familiar de los asilados sirios que huyeron de país durante los años noventa.
Ante las altas tarifas y las estafas que se han producido, los inmigrantes sirios –los más formados y sofisticados de cuantos huyen de guerras y tierras de miseria– han organizado la que denominan «Oficina de Garantías» que se encarga de tramitar el pago solo una vez que el refugiado ha llegado a territorio europeo.
Las mafias turcas tienen otra modalidad más económica para refugiados más pobres que suelen proceder de África. Por el pago de en torno a mil euros, el traficante pone a su disposición una «patera fantasma», que no tiene patrón ni es pilotada por el mafioso, sino que son los propios inmigrantes los que deben hacerse cargo de la misma. La escasa distancia entre la costa turca y las islas griegas permite que esta travesía no sea un suicidio.
En sus coches o a pie
Desde Siria a Irak los refugiados llegan en sus propios vehículos o incluso a pie, pero desde Afganistán o Pakistán tienen que pagar entre 1.000 y 3.000 euros a las mafias que los llevan hasta Turquía. A menudo les dan la promesa de que en el precio va incluido la travesía en patera a Grecia, pero suele ser un engaño. Para embarcarse deben ponerse de acuerdo con alguno de los traficantes locales.
La ruta no está exenta de riesgos. A lo largo de 2015 han muerto 61 refugiados intentando llegar de Turquía a Grecia. Pero esta cantidad es muy menor comparada con los 1.931 que han perdido la vida intentando pasar desde Libia o Túnez a Italia. Las mafias libias son conocidas por su falta de escrúpulos, por las condiciones de esclavitud en que mantienen a los inmigrantes en los centros de reclusión en los que esperan la partida. Las mafias turcas se conforman con hacer caja.
Campamentos griegos
Una vez que llegan a las islas se encuentran con que el paraíso griego suele ser un campamento sin las mínimas condiciones de habitabilidad, a menudo sin duchas, sin centros de acogida dignos de tal nombre. Los refugiados se amontonan en torno a un grupo de tiendas de campaña a temperaturas de hasta cuarenta grados, con algunos sanitarios prefabricados y una manguera de riego para lavarse. «En la mayoría de las islas no hay un centro de acogida, la gente no duerme bajo techo, aquello es un caos total», resumió un representante de Acnur, la agencia para los refugiados de Naciones Unidas.
Por su parte, la organización Save the Children denuncia que los niños refugiados en Grecia están bajo peligro de ser explotados para mendigar o de contraer graves enfermedades por la falta de medios e instalaciones de acogida. «El riesgo de niños forzados a vivir en la calle, de ser víctimas de abusos o la posibilidad de que un bebé muera de un ataque al corazón es un riesgo muy real», denuncia Kitty Arie, portavoz de la ONG.
La respuesta dada por el primer ministro griego, Alexis Tsipras, fue la previsible. Reconoció que su país está superado por la situación, pero que no puede hacer más si la Unión Europea no acude en su ayuda y le conceda más medios para hacer frente a la crisis.
La Agencia Europea de Fronteras Exteriores (Frontex) también reclama a los gobiernos que aporten más medios, sobre todo personal, patrulleras y equipos técnicos, para las operaciones de vigilancia marítima en Grecia.
Pero la inmigración se ha convertido en una tragedia en la que gobiernos e instituciones se dedican a intercambiar reproches pasándose unos a otros la pelota de la responsabilidad. Los líderes de la UE se han comprometido a aportar más medios. Pero las instituciones se quejan de que esos refuerzos no llegan. Eso sí, en cuanto un gobierno se ve afectado por la crisis, le falta tiempo para clamar por la «solidaridad europea». El caótico Gobierno griego, el primero.