López Murphy: “No se por qué no se explica el daño que a la sociedad le hace el déficit fiscal”

El economista y ex ministro de Hacienda dijo en una entrevista con Infobae que “hay un problema cultural que se resiste a la eliminación del rojo de las finanzas públicas, porque se cree que traería consecuencias negativas. “El programa requiere de buenas noticias todo el tiempo”.

Las autoridades económicas en general, y los altos funcionarios del Gobierno en particular, del Poder Ejecutivo pero también del Poder Legislativo, están convencidos de que la  única manera de reducir el déficit de las finanzas públicas, “en las condiciones sociológicas actuales”, es a través del crecimiento de la economía.
Eso es relativamente cierto, porque cuando aparecen los pesos en el fisco surgen rápidamente las demandas de más gasto; y se desconoce que para crecer no sólo se requiere suerte, sino que  aumente el ahorro interno para impulsar la inversión. Para colmo, la suerte ya no está presente como en gran parte de la década anterior, porque se ha encarecido el crédito internacional, bajaron los precios de las materias primas en el mundo y se sumó la peor sequía en medio siglo que provocará mayor desequilibrio externo. Y esto exige avanzar más rápido hacia la solvencia fiscal.
En medio de un nuevo espaldarazo por “los avances en las reformas estructurales” que recibió el Gobierno en la última semana de encumbradas personalidades del mundo de las finanzas internacionales que participaron en la Argentina de un nuevo encuentro de G20, INFOBAE entrevistó al ex Ministro de Hacienda, Ricardo López Murphy  para que conocer su visión de las finanzas públicas y sus expectativas.

– ¿Cómo ve la coyuntura económica? Porque se observa, en líneas generales, que se pasaron de crisis recurrentes cada 7 o 9 años a minicrisis cada 6 meses, con los primeros difíciles a la espera de mejoras en los segundos. Pasó en 2016, también en 2017 y el 2018 apunta a no ser la excepción, de modo que no se avanza en un camino de andar virtuoso…

– Trato de hacer un análisis más estructural, porque el Gobierno recibió tres grandes problemas: la herencia populista, con todas las cargas de descapitalización ostensible, pérdida de reservas, venta de dólares a futuro, daños de gran magnitud en infraestructura y energía, en Fuerzas Armadas; la crisis que sufrió Sudamérica en el segundo semestre de 2014, con caídas muy grandes en los precios de las materias primas que exporta la Argentina, eso condiciona toda el área; con una Venezuela muy mal administrada, ese sacudón la pulverizó que llevó a una emigración de una magnitud extraordinaria; y la Argentina y Brasil sufren ese fenómeno durante 2015, 2016; y el problema continúa, porque el país exportaba por unos USD 80.000 millones en 2011 y 2012 y ahora exporta USD 60.000 millones, es decir hubo un shock externo.

– ¿Por qué cree que eso no se le explicó a la población, para que pueda comprender la razón por la cual no se puede avanzar más rápido de una crisis que se fue gestando en año a diferencia de las más recordadas?

No lo sé. Por alguna razón no se lo comunicó a la población la descapitalización descomunal recibida, más el shock externo que fue tan severo en Sudamérica , que aun en los países bien administrados, como Uruguay, Perú, Chile, lo han sufrido.

– Le queda el tercer tema que recibió el Gobierno cuando asumió el 10 de diciembre de 2015…

El tercer problema serio que tenía es que gana en 2015 por casualidad . Cuando digo que gana por casualidad hay que registrarlo, porque comenzó con una base parlamentaria extremadamente reducida; y porque uno no olvida la secuencia: 24% de intención de votos en las Primarias; 34% en la primera vuelta y 51% en la segunda. Visto a la distancia parece muy importante. Frente a eso el Gobierno ha decidido una estrategia que uno puede estar de acuerdo o no, y que se mantiene hasta el día de hoy, que se basa en tres grandes pilares: 1) el programa de consolidación fiscal; 2) el programa de metas de inflación; y 3) el programa de volver a una economía de mercado.

– ¿Cómo ve la marcha del primer programa, el fiscal? Porque se cumplen las metas, pero se ve un fuerte baja de los pagos de la obra pública.

– El programa de consolidación fiscal fue varias veces modificado, desde los anuncios de que no iba a haber déficit fiscal primario (antes del pago de intereses) en 2019, que fue algo que debiera ser un error pero lo leí en una entrevista a la directora gerente del Fondo Monetario, Christine Lagarde, en un diario local, porque era cierto en la proyección original, pero se cambió a mediados de 2016. Y diría que fueron cambiando según las estimaciones del PBI, pero en términos generales desde que comenzó la actual gestión ha habido una línea que creo que va a ser respetada de 4,2%; 3,2%; 2,2% y 1,2% del PBI, hasta llegar al superávit fiscal allá por el 2021. Y consolidar una situación que permita comenzar a reducir la deuda pública.

– Los datos fiscales del primer bimestre, con sus limitaciones por ser un período muy corto, mostraron que se sobrecumplió la meta atrasando pagos de la obra pública, ¿qué lectura hizo?

– Me da la sensación de que -es una apreciación- ese programa fiscal tenía ciertas vulnerabilidades, porque, si se quiere, requería de buenas noticias todo el tiempo. Pero se trata de un plan muy costoso, porque se acumula deuda y altas tasas de interés. Un plan gradual tiene ese costo . Creo yo que hay conciencia, y el ministro Nicolás Dujovne, no lo estoy sobrestimando, sino que estoy recogiendo algo que creo que forma parte del diagnóstico y que no se expresa, sobrecumple la meta fiscal en 2017, de 4,2% a 3,9% del PBI. Me da la impresión que también este año y el próximo van a sobrecumplir el objetivo. ¿Por qué el programa va a estar más ajustado de lo que todo el mundo cree en el sector privado? Porque ese circuito de buenas noticias que necesita el programa no ha ocurrido, sino que han aparecido malas noticias.

– ¿Se refiere a la suba de las tasas de interés en el mundo; la peor sequía en 50 años y los anuncios comerciales del presidente Donald Trump?

– Exacto, pero no son para exagerar. Es cierto que la deuda pública se encarece, sobre todo la nueva deuda; la sequía no es tanto el impacto directo que tiene en el PBI que es bajo, pero sí el impacto indirecto es el más gravoso, porque afecta el resultado de la cuenta corriente de la balanza de pagos, que es donde tenemos una exagerada vulnerabilidad. Me parece que la lectura de esa adversidad correctamente ha llevado a endurecer el programa fiscal. Creo que va a ser menos laxo de lo que luce ese plan. Por eso el Gobierno ha anunciado que no va a colocar deuda externa, porque se ha vuelto más complejo. Probablemente eso sea una exageración. Pero la verdad es que habrá que seguir una estrategia de colocación muy cuidadosa. Y la restricción presupuestaria creo que va a ocurrir a pesar del proceso electoral.

– Internamente, ese giro de la colocación de deuda externa a emisión de bonos en el mercado local, ¿provocará un aumento del costo de dinero? Porque si bien el déficit fiscal baja sigue siendo muy alto, en particular el que incluye el pago de intereses de esa deuda pública, y se observa el no pago de parte de la obra  pública, como la reducción del ritmo de ejecución.

– Creo que en parte es como usted dice, que parte de la baja del déficit fiscal se deba al no pago de obras y a la disminución del inicio de obras. Pero mi sensación es que el Gobierno va a tener que estar bien por debajo de un déficit fiscal primario del 3% del PBI, porque el mundo se ha puesto un poco más adverso de lo que se había asumido al comienzos de 2016.

– En ese escenario, ¿cuál será el impacto sobre la tasa de interés doméstica?

– Va a haber una doble tenaza, por un lado, la mayor colocación de deuda doméstica va a requerir tasas de interés más altas; y el menor desequilibrio fiscal va a producir un alivio de las necesidades de financiamiento, pero el saldo va a ser más costo del dinero. Ahora, si leo correctamente la reflexión del equipo gubernamental no va a ser lo que sería si intentaran reponer el financiamiento externo por el interno, porque ahí tendríamos tasas muy muy elevadas. Esa percepción que tengo va a poner una demanda de energía sobre el equipo económico porque vienen de una gestión y una expectativa de que no iban a ver limitaciones.

– ¿Cómo ve el segundo pilar del programa, el de las metas de inflación? Porque desde el cambio el 28 de diciembre la suba y las expectativas de alza de precios al consumidor se aceleró.

– El cronograma de metas de inflación fue cambiando, no sé ya cuántas veces, desde el comienzos de 2016, la más notoria, y creo yo la más desafortunada fue la del 28 de diciembre, por el mecanismo comunicacional donde dio la sensación que la institucionalidad, la autonomía del Banco Central estaba mellada, porque la autoridad monetaria apareció como un miembro más del equipo económico. Y también, no tanto por la meta, porque en muchos países la fija el Poder Ejecutivo, y en algunos casos el mismo Congreso de la Nación, sino por la presencia del gobernador del BCRA junto al resto del equipo económico. No recuerdo que eso haya sucedido en algún país europeo o en los EEUU. Eso no le hizo bien, como tampoco relajar la política antiinflacionaria porque en realidad tuvimos un verano negativo debido a ese cambio de escenario, ya que en los hechos se había bajado la tasa de interés de referencia a pesar de que la inflación, tanto esperada como la modificada subía. De ahí en más creo que

– ¿Y sobre el mercado cambiario, está de acuerdo con la intervención del Banco Central, cuando parecía que el régimen de flotación sólo podría estar afectado por el nivel de la tasa de interés de referencia?

– Ahí también ha cambiado el eje y el lenguaje. El tipo de cambio flota pero el Banco Central vende, es decir flota para abajo, no para arriba. Eso da la sensación que hay un tipo de cambio administrado. Creo que sería muy sano que hicieran una explicitación de cuál es el marco organizador de la política económica, porque se sigue hablando de flotación, pero está claro que hay un tope del tipo de cambio que está esperando que los exportadores vendan, y a mi modo de ver venden a una paridad que es bajo, porque es la contraparte endógena de un gran déficit de cuenta corriente; y no se si es lo mejor para la política económica.

– Sin embargo, la autoridad monetaria ha dicho que compra barato para acumular reservas cuando colocan deuda externa la monetizan para financiar el déficit fiscal; y vende caro cuando cree que el dólar se dispara…

– Mi punto es que, dado el cambio de las circunstancias, yo no iría contra los movimientos estructurales del tipo de cambio, que tiene que ver con una mayor dificultad en las cuentas externas, debido al mayor costo de la deuda pública y a la pérdida de cosechas.

– ¿Cómo está lo que usted ha definido como el tercer pilar del programa económico, volver a ser una economía de mercado?

– Veo que la intención es tender a una situación similar al de países vecinos, como Chile, Perú, Colombia, es decir sin controles ni prohibiciones para exportar e importar, cepos, controles de precios, regulaciones disparatadas; en eso creo que se ha progresado, pero esperaría que se avance aún más rápido.

– Los indicadores de actividad han mejorado sostenidamente, en el último trimestre de 2017, incluso más de lo esperado, pero el humor de los inversores y de los consumidores se ha deteriorado, ¿cuál es su lectura?

– Mi sensación personal es que el clima de opinión ha cambiado, porque había una expectativa de esperanza a fines de octubre, principios de noviembre de 2017, pero me parece que se ha hecho menos optimista, más incierto en el período reciente, durante el verano. Por tanto será una tarea reencausar una previsión más favorable, aunque creo que los hechos adversos están ahí; y también la sensación de que eso que se señalaba con tanta ligereza que iba a ser fácil abatir la inflación y comenzar el crecimiento, en los hechos estimo que vamos a tener un año más exigido, tanto este como el año que viene

– Ricardo, en los tres pilares del programa gubernamental que usted mencionó, aparecieron factores externos o climáticos adversos: la suba de las tasas de interés; la sequía; (interrumpe)

– Eso con un programa económico que yo no hubiera hecho, porque tenía implícito una gran necesidad de hechos afortunados, esto es disfrutar de mucha suerte; que puede ser que ocurra, pero yo no basaría un plan en ese marco estocástico de que sólo hay buenas noticias. Dado que no las ha habido hay correcciones que hacer. Estoy tratando de racionalizar lo que hace el Gobierno, donde en los hechos no hay una narrativa cuidadosa, elaborada sobre ese proceso.

– Y en el tercer pilar, aparece la decisión del gobierno de Donald Trump de cerrar la economía…

– Mi lectura es como la de los países del Pacífico que hicieron el acuerdo de Libre Comercio sin los EEUU, creo que el mundo va a seguir hacia una economía más integrada, porque le ha ido muy bien. Por tanto, pienso que se ha hecho una mala lectura cuando se cree que aislarse es conveniente. Eso es totalmente equivocado viendo lo que ha pasado en el mundo. Creo que los 50 años más exitosos de la historia de la humanidad son los que siguen a 1970, son años en los que el comercio creció más que el PBI; ha sido  un mundo increíblemente exitoso. Lo más curioso es que en este momento está creciendo a un ritmo más alto que en la época más fecunda. Creo sí que las medidas que acaba de tomar los EEUU no son las mejores, como tampoco lo fueron abandonar el PPP; y que el conflicto con México no ayuda, pero espero que en todas esas cuestiones, por intereses estratégicos no hay nada que favorezca a los EEUU que un mundo abierto. El corazón de la defensa de los EEUU y los 10 almirantes y generales le dicen al presidente “no toque el NAFTA, ha sido valiosísimo para nuestra defensa”, yo comparto ese juicio que viene de una perspectiva más sofisticada que la economía que cuenta el insumo económico, pero lo ve de una perspectiva más general. Pero, bueno, prevalecen opiniones chauvinistas, de encierro, que son, en general, visiones anacrónicas, todas son mirando para atrás, para volver a ser grandes, volver…, yo no quiero volver a ningún lado, quiero avanzar, que el mundo progrese, y que obviamente en ese mundo en progreso mi país aproveche las oportunidades.

– ¿Usted ve que el país está en camino de aprovechar esas oportunidades, mirar para adelante?

– Me parece que esa idea de integrarse al mundo, ejemplo: si pudiéramos firmar el acuerdo del Mercosur-Unión Europea; y avanzara en una línea de consolidar estos acuerdos, le va a ser muy bien a la Argentina, como le está yendo bien. Creo que ha habido más éxito en la recomposición de la relación con los vecinos. Y es muy importante que el país lo consolide y lo traduzca en salir de regulaciones que fueron muy nocivas, sobre todo para nosotros mismos.

– El Gobierno, desde el Presidente, y se hace eco el equipo económico, dice que estamos frente a un “crecimiento invisible”…

– No fue una frase afortunada. Mi sensación es que en 2018 el crecimiento va a ser bajo, porque va a tener la restricción externa y financiera que he comentado anteriormente. Me parece que el desequilibrio en cuenta corriente es muy elevado y eso va a ser menos disponible el financiamiento; y un programa de este tipo, con mucho déficit fiscal genera atraso cambiario, hay en general mucha sobrevaloración del peso que conspira contra la inversión extranjera directa, contra el crecimiento del empleo, contra el fortalecimiento de las exportaciones. Creo que eso está en el corazón del programa de esta naturaleza.

– ¿El ministro Nicolás Dujovne dice “¿por qué pretenden que crezcamos más del 3% a 3,5% si el mundo crece a esa tasa?”, ¿Eso significa que la Argentina no necesita recuperar el terreno perdido en décadas?

– El mundo está creciendo más rápido, casi al 4%. En general, en las épocas buenas América latina, Chile en su momento de muy buen desempeño crecía a tasas superiores al 2,5%. Es verdad que crecer más es muy difícil invirtiendo tan poco, y lo más complicado de eso es que la inversión neta es financiada por el resto del mundo porque en nuestro país se invierte poco porque ahorra menos.

– Eso es un problema cultural de largo plazo…

– A mi lo que más me resulta paradójico es que en el debate argentino es que no se asocia ese bajo ahorro al déficit fiscal. En general, el sector privado ahorra en la Argentina, probablemente no mucho, pero lo que produce un fuerte desahorro es el déficit fiscal, porque actúa como el gran Pac Man que se come el financiamiento de la inversión y el crecimiento de las exportaciones. Ese problema está en el corazón de nuestra dificultad . Y es difícil crecer cuando se invierte el 14% o 16% del PBI, y más aún cuando toda la inversión se financia desde el exterior, no es posible.

– Una última reflexión, ¿Cree que hay aceptar el conformismo de Dujovne de aspirar a crecer como el promedio mundial, y por tanto nunca recuperar el terreno perdido?

El atraso comienza con la catástrofe de la experiencia populista de 1973/74, con el Rodrigazo . Tengo la sensación que en esos años, tanto porque las circunstancias externas fueron muy lastimosas, desde entonces tuvimos 25 años de caída dramática de los precios de las materias primas que más exportamos, cuando se ajusta por el índice de precios al productor de los EEUU fueron prácticamente del 70%; hasta el 2003 donde se produce una gran reversión que, a pesar del populismo, significó como si hubiésemos recibido una super transfusión. Pero diría, venimos de un sendero de muy bajo crecimiento durante muchos años, largamente más de 40%; es decir el país ha crecido a un ritmo de apenas el 1% anual por habitante desde la última Gran Guerra Mundial, es un número muy bajo respecto de nuestro vecinos, respecto al mundo emergente. Anotemos esto: el PBI de 2017 por habitante fue el mismo que en 2008. Ahí está la crisis que le mencionaba. Es gravísimo, después de haber estado 60 años de haber crecido a un ritmo del 1% real por habitante, que era un número muy bajo. Pero 0% respecto a 1% es aún más bajo.

– Revertir ese proceso ¿cree que es responsabilidad exclusiva del Gobierno?

– Tenemos un tema de “catch up”, volver al sendero, recuperar el terreno. No estoy diciendo algo sencillo de hacer, porque requiere revertir el comedor de ahorro, esa gargantúa que nos mata, que es el déficit fiscal. A mi, muchas veces en el debate argentino me cuesta entender ¿Por qué no se percibe el daño que hace el déficit fiscal?, o sea daño en la acumulación de capital; daño en las exportaciones; daño en el empleo; daño en el endeudamiento que causa; ¿Qué es lo que hace que nuestra élite se enamore del déficit, de la inflación, y de endeudarse? Es un debate que, por mi edad, llevo desde los 70 ¿Qué nos ha pasado? ¿Qué nos ha pasado por ese entusiasmo por los déficit desbordantes? Cuando uno discute en la Argentina siempre se dice “cuidado con tocarme el déficit fiscal, eso se hace gradual”, es como si fuera un atributo, yo lo veo como una perdición.

– Exactamente!, ¿Usted cree que el gradualismo era necesario para empezar la gestión, para no agravar la grieta, pero ahora habría que ser más enérgico con la reducción del déficit fiscal y que no dependa exclusivamente del crecimiento de la economía?

– ¡Cuidado!, ahí no estoy cargando las tintas sobre el Gobierno, sino sobre la cultura. Si uno mira el debate argentino, en general, si algo es popular en el Gobierno es que no va duro en el recorte del déficit fiscal. Hay como una creencia que enfrentar ese problema es tremendo. Yo digo todo lo contrario, es el comienzo de la prosperidad y el progreso. Observe usted a sus colegas periodistas, si le dijera “la raíz de los males nuestros es el déficit fiscal”, el grueso de ellos se pondría muy mal, porque se instaló esta idea de que el déficit nos hace bien, cuando creo que es una cosa perversa.