La población de personas sin hogar se ha disparado un 12% en un solo año hasta los 59.000, un incremento atribuido en parte a la presión del mercado inmobiliario.
David Beck lleva tatuado en la mirada el miedo perpetuo de quien tiene la sensación de estar haciendo siempre algo indebido. Mira con cautela entre los tablones de la barandilla a medida que alguien se acerca a hablar con él. Es una suerte de escondite, detrás del porche de una casa abandonada en la parte trasera de un aparcamiento de Pasadena, California, del que sale de inmediato, como si tuviera la disculpa prefabricada lista para disparar.
Pero esta vez no hay peligro, nadie que venga a echarle del enésimo refugio temporal o a amargarle una noche más a la intemperie. Hace un mes que Beck, un adicto a la metanfetamina de 39 años, se sumó al drama de los ‘sin techo’ que pululan por Los Ángeles. Ya son 59.000 en todo el condado, un 12% más que hace un año, de acuerdo al último conteo de las autoridades locales. Más que la población de Ávila. Son una pequeña ciudad ‘sin techo’.
De esa gran masa social en horas bajas, 36.000 -un 16% más que en 2018- son ciudadanos de tercera en la ciudad de las estrellas, la misma donde tienen mansiones Sylvester Stallone o Sandra Bullock y donde en enero se vendió una casa por 110 millones de dólares, un récord inmobiliario en California. La misma que no sabe qué hacer con un problema de proporciones bíblicas y difícil solución, la gran mancha en el expediente de Eric Garcetti, el alcalde de la ciudad más rica del estado más pudiente de EEUU, la primera potencia mundial.
Comprarse una casa promedio en Los Ángeles supone un desembolso de 630.000 dólares de media frente a los 391.000 dólares de 2011, una subida espoleada por el buen desempeño económico del estado y que está dejando a muchos sin hogar al mismo tiempo.
“Es muy triste. Cada vez veo a más gente en las calles. Está creciendo mucho”, dice Beck a base de frases cortas pero precisas. Tiene los ojos azules, casi transparentes, los pies hinchados y descalzos, una herida fresca en la oreja izquierda y unos cuantos huecos donde antes hubo dientes. Dice que hace un mes pasó por un divorcio y se quedó en la calle, que nació en California y que sus padres le abandonaron cuando tenía seis años. “Tengo problemas de droga. Estoy esperando para entrar en un programa de rehabilitación. Quiero volver a tener éxito”.
Su caso entra dentro del estereotipo. Toxicómanos, enfermos mentales y víctimas de hogares destruidos por la violencia y el alcohol. Pero en este poderoso drama cada vez hay más gente corriente, la antigua clase media, los que han acabado durmiendo en una tienda de campaña por no poder mantener el ritmo infernal de precios que ha impuesto Los Ángeles en los últimos años.
De acuerdo a datos del estudio elaborado por la Autoridad de Servicios para Sin Techo de Los Ángeles, el 53% de las personas sin hogar dijeron estar en la calle por cuestiones económicas y muchos de ellos reconocen que nunca antes habían tenido que dormir a la intemperie. Se calcula además que 16.500 duermen en su coche cada noche. Es el último recurso antes de tener que dormir en la acera, directamente, como hacen otros 16.600 individuos.
El estudio se refiere también a la falta de medios para atender a la avalancha de ‘homeless’. Sólo un 25% tiene acceso a una cama pese a los millones de dólares invertidos en albergues y la construcción de vivienda asequible.
“En este momento de riqueza sin precedentes en el condado de Los Ángeles nos estamos enfrentando de igual manera con niveles de pobreza sin precedentes que se están manifestando a través de las personas sin techo”, explica a ‘Los Angeles Times’ Mark Ridley Thomas, miembro de la Junta de Supervisores del Condado de Los Ángeles.
Garcetti no se esconde y admite que es una realidad que podemos ver “con nuestros propios ojos”, comprometido a construir 7.000 nuevas viviendas para los sin techo y habilitar otras 2.000 camas para “trasladar a la gente de las tiendas de campaña a un albergue”, de acuerdo a sus palabras a través de un comunicado.
A unas pocas manzanas de sus oficinas, en pleno corazón del ‘downtown’, está el centro neurálgico de toda esa miseria sin control. Skid Row impresiona y da miedo a la vez. Hay calles del barrio donde las aceras ya no son transitables, invadidas por un cardumen de tiendas de campaña, montañas de basura y ratas correteando libremente. Es la otra cara de Los Ángeles, un submundo a 25 minutos de la riqueza obscena de Beverly Hills y Bel-Air.
Lisa Watson lleva décadas lidiando con el problema, en concreto con la mujeres que representan el 53% de la población indigente de Skid Row, la mayoría afroamericanas. Watson dirige el Downtown Women’s Center, un albergue que da de comer tres veces al día a cientos de mujeres y ofrece un techo a 119 de forma permanente. Cuenta orgullosa que tienen baño y cocina privada, una vía de escape a la miseria.
Watson recuerda que cuando se abrió el centro en 1978 había 700 ‘homeless’. “Hoy son 18.000”, un problema que, de fondo, atribuye a la decadencia del modelo social estadounidense. “El sistema familiar se ha roto en este país”, analiza para EL MUNDO. “En Europa me dicen que esto no pasaría, que siempre hay un familiar o un amigo para sacarte del apuro. Aquí, hay mucha gente sola”.
Después, está el fenómeno de la gentrificación, que ha provocado el desplazamiento de miles de personas a medida que mejoraban algunos barrios, y la indiferencia de muchas ciudades ante el problema. “En Beverly Hills no hay un solo centro de acogida”, denuncia.
El senador demócrata, Bob Wieckowski, cree tener la solución al problema. Su programa de reconversión de garajes en viviendas y construcción de pequeñas casas en propiedades privadas, principalmente jardines y patios traseros, podría ayudar a aliviar el problema. Wieckowski afirma en una conversación telefónica que ahora están registrando 400 peticiones de este tipo de viviendas al mes.
“Estamos viendo a gente corriente siendo desalojada de sus casas por no poder pagar el alquiler”, indica. “Esto podría darles una esperanza, vivienda a precios asequibles. Hay unidades prefabricadas que se pueden instalar en un solo día”. El problema es que los ‘sin techo’ cada día son más.