Hace más de dos décadas, el periodista Gustavo Veiga se dedica a investigar la problemática de los barrabravas en nuestro país. Esta mañana en la 99.9, señaló que el conflicto “ha crecido de manera increíble”. Además, se refirió a la relación de los barras con los punteros políticos.
Todos los días nos encontramos con alguna noticia relacionada con la violencia y los barrabravas, conflictos sostenidos por un evidente negocio y amparados por la complicidad de muchos. Uno de los periodistas que más se ha dedicado a investigar el tema es Gustavo Veiga. Esta mañana, en diálogo con la 99.9, comentó: “los barras están mercantilizados. Son grupos de choques de sindicalistas o políticos, tienen actividades diversas que los convirtieron en una PYME del descontrol y la violencia, que en Argentina se institucionalizó. Se consolidó como fenómeno en los ’80, pero ha crecido de manera increíble”.
Su trabajo comenzó en la década del ’80, cuando publicó su primer libro. Pero desde entonces, nada ha cambiado. “Es un tema que da para largo, se tienen que comprometer ciertos sectores que son responsables del problema. Escribí un libro en el ’88 que se llama ‘Donde manda la patota’. Desde ese momento, no cambié demasiado la tónica discursiva ni las cosas que digo, porque se repiten las historias con distintos nombres pero no se modifica la matriz”, resaltó.
Siempre, detrás de estas organizaciones está la política, una pata fundamental para que todo siga funcionando como ahora: “la proximidad entre los punteros políticos y estos personajes es mucho más mediata y cercana de lo que se cree. Con el dirigente de fútbol se pueden encontrar el fin de semana, pero con los dirigentes de origen sindical o político la relación excede al estadio de fútbol”. Luego abundó: “la gente que encontró su lugar en el fútbol, amplifica los negocios. Es un tema que intentaron interpretar los sociólogos, pero en algunas cosas uno puede coincidir o no. Se habla de la cultura del aguante, como un vínculo identitario que nuclea a los grupos; también se habla de los hinchas militantes. Hay paradigmas sociológicos para definir esto”.
La locura llega a tal punto, que incluso se pueden tomar clases sobre cómo ser un “buen barrabrava”. “Está comprobado que han venido barras de otros países, como digo socarronamente, a hacer cursos de barrabravas con la hinchada de Boca o River”, aclaró Veiga.
En los últimos años, el uso de estas organizaciones está directamente vinculado con las marchas y las manifestaciones, y también sirven para ganar votos en las elecciones. Así lo indicó el periodista: “algunos políticos creen que eso puede acercarles votos. Hubo políticos que me contestaron que había barrabravas que les traían la propuesta de 1.000 votos en cierto distrito por una cierta cantidad de plata. En Argentina es difícil resolver este problema, porque estos grupos tienen una relación simbiótica de décadas con el Partido Justicialista”.
Pero no sólo la política ayuda a que todo se siga desarrollando: “hay otras dos corporaciones, que son la Justicia y la Policía, cómplices en ciertos puntos. La Policía tiene negocios en común con los estacionamientos aledaños a los estadios, y el Poder Judicial también, porque no encontraron más que la figura de la asociación ilícita para detenerlos y que cumplan ciertas condenas”.
También la propia sociedad incluye a los barras como algo común, y ése es un factor fundamental para que sientan que hacen algo “normal”. “Cuanto más popular el club, mayor el dinero que se mueve. Han ido a mundiales con apoyo oficial, van a cualquier torneo en el exterior. El hincha financia el espectáculo, mientras estos personajes lucran con el club y consiguen un beneficio. Está tan arraigado en lo cultural, que están legitimados como personajes”.