Encontrar vida en otros lugares del universo es una tarea complicada. Pero los cinturones de Clarke, propuestos por el célebre escritor, podrían ser una pista para encontrarlos. Al menos según lo que plantea un nuevo estudio…
Los cinturones de Clarke
Si nos ceñimos a las estadísticas, parece casi inevitable pensar que la vida inteligente debe existir en otros lugares del universo. Pero claro, ¿qué buscar? Además, ¿seríamos capaces de reconocer esa vida extraterrestre si la viésemos? No hay que olvidar que solo estamos familiarizados con un tipo de civilización. La nuestra. Así que tendemos a buscar tecnologías que sabemos que son, o parecen, posibles.
Aquí es donde entra en juego el estudio publicado por Héctor Socas-Navarro, astrofísico en el Ínstituto de Astrofísica de Canarias. Que propone buscar grandes franjas de satélite en torno a sistemas estelares distantes. Es un concepto que fue propuesto por Arthur C. Clarke y al que denominamos Cinturones de Clarke. Para ello, sugiere utilizar telescopios de próxima generación, para buscar señales de cinturones gigantes de satélites de comunicación geoestacionarios en sistemas lejanos.
La propuesta viene, a su vez, de otro estudio que publicó Arthur C. Clarke en 1945. En él, proponía enviar satélites artificiales a la órbita geoestacionaria de la Tierra. Es la órbita, como quizá sepas, en la que un satélite gira al mismo ritmo que rota el planeta. De modo que siempre apunta al mismo lugar. La idea que planteaba era crear una red de comunicaciones global. En la actualidad hay unos 400 satélites en el Cinturón de Clarke, una región, a 36.000 kilómetros, que lleva su nombre.
El papel de los satélites
Esa red es una de las piezas troncales de las telecomunicaciones. Tanto en la actualidad como en el futuro. De hecho, habrá muchos más satélites en funcionamiento en los próximos años, que ayudarán a solidificar un internet global. El razonamiento de Héctor es muy sencillo. Nuestra sociedad se apoya en esos satélites. Son tremendamente prácticos. Así que un cinturón de satélites artificiales podría ser una señal tecnológica.
Algo que, de detectarlo, nos indicaría la presencia de vida en un planeta en torno a alguna estrella distante. Es diferente a una señal biológica y, también, mucho más concluyente. Porque encontrar señales biológicas en exoplanetas no garantiza, ni mucho menos, que haya vida inteligente. Una señal tecnológica, sin embargo, sería una señal inequívoca de que hay vida inteligente (no hay otra forma de que se construya un satélite).
Las distancias que nos separan de esos lugares es enorme, así que lo que podemos esperar es detectar, con nuestra tecnología actual, solo estructuras que sean realmente grandes. De ahí que habitualmente en estos temas se hable de cosas como un cinturón de satélites. O de otras posibilidades, más hipotéticas, como una Esfera de Dyson. Eso sí, la diferencia en este caso es muy notable. Lo que se propone si es completamente posible con tecnología actual.
Una señal tecnológica anclada en la realidad
Porque lo que hace interesante este estudio es, precisamente, eso. Nos propone una forma de intentar detectar señales de vida inteligente extraterrestre partiendo de tecnología que es completamente real. No hablamos de una tecnología que (al menos todavía) está anclada en la ciencia ficción. Además, aunque esas tecnologías fuesen posibles, no hay nada que nos haga pensar que los extraterrestres tuviesen que utilizarlas.
Como dice Socas-Navarro, construimos satélites, así que parece razonable suponer que otras civilizaciones también puedan fabricarlos. Eso sí, hay un punto de ficción en todo este planteamiento. Tenemos unos 400 satélites en la órbita del Cinturón de Clarke. Ocupan, aproximadamente, el 0,01% de esa región, a pesar de que suponen alrededor de una tercera parte de todos los satélites de la Tierra.
El resto están a una altura de 2 000 kilómetros o menos, en la región que conocemos como Órbita baja de la Tierra. Es donde se encuentra, por ejemplo, la Estación Espacial Internacional. Es decir, esa hipotética civilización extraterrestre tendría que tener miles de millones de satélites en su Cinturón de Clarke para que pudiese ser detectable. Nosotros, dicho sea de paso, no estamos ni remotamente lejos de ser detectados por otras civilizaciones.
Todavía indetectables, pero podría cambiar…
Hay que tener en cuenta, sin embargo, que la cantidad de satélites en órbita ha crecido de forma exponencial en los últimos 15 años. Según las simulaciones que ha hecho Héctor Socas-Navarro, la humanidad alcanzará ese punto (de tener un Cinturón de Clarke detectable por otras civilizaciones extraterrestres) hacia el año 2200. No es un futuro extremadamente lejano, así que el astrofísico entiende que es una opción realista para buscar vida extraterrestre.
El propio investigador resalta que podremos utilizar telescopios como el James Webb, o el telescopio Gigante de Magallanes, para buscar esos Cinturones de Clarke que estén en torno a otros planetas. Tanto los observatorios en la superficie del planeta como en el espacio tendrán la capacidad necesaria para detectarlos. ¿Cómo podremos detectar esos Cinturones de Clarke si existen? Pues, curiosamente, con el mismo método con el que hemos descubierto muchos exoplanetas.
El método de tránsito permite detectar un exoplaneta cuando pasa por delante de su estrella (desde nuestra perspectiva) reduciendo el brillo del astro al bloquear parte de su luz. En el caso de los Cinturones de Clarke, con los telescopios de próxima generación, los astrónomos podrán detectar la luz reflejada de una banda de satélites que sea lo suficientemente densa. Eso sí, el primer paso será identificar qué planetas son buenos candidatos.
A la caza de los Cinturones de clarke
La Vía Láctea tiene en torno a 200 000 estrellas. De ellas, solo hemos analizado una fracción. De esa fracción, solo una fracción aún más pequeña sabemos que tiene exoplanetas a su alrededor. No podemos analizar todas las estrellas. Mucho menos sin ni siquiera saber si tienen planetas a su alrededor (aunque sí que se supone que los planetas son más abundantes que las estrellas, en la Vía Láctea y en otras galaxias).
Así que las contribuciones del telescopio Kepler y de TESS. Este último, un telescopio destinado a la búsqueda de exoplanetas, se lanzará a finales de 2018. Los dos van a ser muy importantes para ayudar a establecer esa lista de objetivos que permitan buscar señales tecnológicas en la galaxia. Pero quizá no haya ni que esperar a los telescopios de próxima generación. Socas-Navarro sugiere que los datos existentes también podrían servir.
Como comenta, en la búsqueda de vida extraterrestre, no sabemos qué es lo que estamos buscando porque no sabemos cómo se comportan los alienígenas. Así que prácticamente todas las posibilidades que se nos puedan ocurrir son válidas. En ese sentido, los Cinturones de Clarke parecen una nueva opción y un campo más de búsqueda. Uno que además no necesita nada construido expresamente para su búsqueda.
La búsqueda de civilizaciones extraterrestres
Durante décadas, nuestra especie ha estado buscando señales de vida inteligente extraterrestre. Por ahora sin éxito. Aunque hay que tener en cuenta que, a pesar de lo potente que pueda parecer, nuestra tecnología tiene todavía mucho margen de mejora. La astrobiología y la búsqueda de exoplanetas, en cierto modo, están apenas dando sus primeros pasos. Hay mucho por delante que hacer y que conseguir.
Pero quizá en solo unos años podamos comenzar a ver búsquedas mucho más complejas. Puede que las primeras señales prometedoras, de la posibilidad de vida en torno a estrellas distantes, no esté tan lejos. Encontrar civilizaciones extraterrestres no será nada fácil. Ni siquiera estamos completamente seguro de que existan, aunque todo hace pensar que sí. A fin de cuentas, aunque parezca evidente, hay que demostrarlo.
Lo mismo sucedió con el bosón de Higgs. Durante muchos años se sospechó que debía existir. Había muchas evidencias que lo apoyaban. Pero hubo que esperar a tener la confirmación definitiva para que los físicos pudiesen salir de dudas. La búsqueda de vida, en ese sentido, no es diferente. No tendremos una confirmación innegable de un día para otro. Primero llegarán las señales prometedoras. Después los estudios y, finalmente, la conversación. A menos, claro está, que una nave alienígena aterrice en la Tierra… pero no parece muy probable.
El estudio es Héctor Socas-Navarro; “Possible Photometric Signatures of Moderately Advanced Civilizations: The Clarke Exobelt”. Puede ser consultado en arXiv. El estudio de Arthur C. Clarke que mencionaba es Peacetime Uses for V2, que puede ser consultado aquí.