Una docena de bandas organizadas y basadas en lazos de sangre operan en la capital y otras ciudades alemanas. Las autoridades empiezan a actuar, pero los expertos creen que es muy tarde.
Las mafias están envalentonadas en Berlín. Robos de obras de arte, asaltos armados a furgones, tráfico de drogas, cámaras acorazadas reventadas… Varias espectaculares acciones criminales han puesto el foco finalmente sobre las actividades, cada vez más descaradas, de unos clanes de origen árabe asentados desde hace décadas en la capital y en otras ciudades alemanas. Pero la policía y la fiscalía les van siguiendo el rastro. Con redadas, macrooperaciones y juicios. Toda una partida de ajedrez. De final incierto.
Los expertos coinciden en destacar la entidad del problema y las dificultades con las que están topando las autoridades alemanas para hacerles frente. “Algunos sospechosos o grupos con estructuras de origen árabe destacan por cometer delitos espectaculares y mediáticos”, reconoce a El Confidencial el subdirector del departamento de Comunicación de la Policía de Berlín, Carsten Müller, que resalta, sin embargo, que pese a la denominación de clanes árabes muchos de estos delincuentes son de nacionalidad alemana. Clave en este asunto es, para él, “una falta de identificación” por parte de los integrantes de estas redes mafiosas “con el sistema legal y de valores alemán”, ya que se integran en una sociedad paralela aislada del exterior.
Sebastian Fiedler, portavoz de la Federación de Criminalistas Alemanes, cree que “la criminalidad de algunos clanes en Alemania es un problema enorme”, según dijo en una entrevista al Bild am Sonntag. Por su parte, el experto en este tipo de delincuencia Ralph Ghadban, procedente de Líbano y residente en Alemania, lo tiene claro: “El estado no ha logrado hasta el momento tenerlos bajo control”. Reiner Wendt, presidente del Sindicato Alemán de Policía (DPolG), aseguró recientemente en declaraciones a la televisión “Phoenix” que “finalmente” se está atacando a estas mafias tras años “mirando hacia otro lado”. “Ahora debemos romper esas sociedad paralelas. Estamos al principio de este proceso”, agregó.
Primer acto
27 de marzo de 2017. Isla de los museos de Berlín. 3.00 de la madrugada. Tres encapuchados vestidos de negro saltan a las vías del tren desde la estación de Hackescher Markt. Caminan unas decenas de metros siguiendo los raíles hasta el Museo Bode, uno de los más importantes de la ciudad. Allí montan una escalera de mano extensible contra la pared y se encaraman hasta el segundo piso. Rompen una ventana en concreto, la del vestuario del personal de seguridad, la única del edificio que no está conectada al sistema de alarma antirrobo. Una vez dentro, los tres ladrones pueden moverse por el interior con total libertad. Pero no van de sala en sala buscando qué les puede interesar. Se dirigen directamente a la sección de numismática, a más de 80 metros en línea recta.
El botín había sido cuidadosamente elegido: la mayor moneda de oro del mundo. Se trata de una pieza de un millón de dólares canadienses, de 53 centímetros de diámetro, 3 de grosor y 100 kilos de peso. Con una pureza del 99,9 por ciento, su valor real se estima en 3,75 millones de euros. Fue un regalo de Canadá a Alemania. Pertenece a una edición limitadísima de sólo cinco unidades. Sin prolegómenos, los ladrones rompen la vitrina, cargan la moneda a duras penas entre los tres y vuelven por sus pasos. Parece que lanzaron la moneda desde la ventana a las vías del tren y, una vez todos abajo, la cargaron en una carretilla y volvieron hacia la estación, para perderse poco después en la noche de Berlín.
Segundo acto
19 de octubre de 2018. Centro de Berlín. 7.30 de la mañana. El furgón blindado avanza rutinario, somnoliento casi, atravesando un recodo residencial de la Schillingstraße. La Volkswagen Crafter blanca, de la empresa de seguridad WSN, circula en solitario y a poca velocidad, entre filas de coches aparcados. A escasos metros de la concurrida Alexanderplatz, de fondo se percibe el rumor de coches propio de la hora punta en una mañana cualquiera de la capital alemana. De pronto dos coches negros de alta cilindrada, un Mercedes y un Audi robados poco antes, le cortan el paso al furgón. Uno por delante y otro por detrás. El vehículo se ve obligado a frenar junto a la acera. Varios hombres saltan de los automóviles. Van enmascarados y vestidos de negro. Se mueven rápido. Los de delante amenazan abiertamente con rifles de asalto Kalashnikov a los ocupantes del furgón. Para que no intenten nada. Los de detrás revientan en segundos, con una cizalla hidráulica, el portón posterior del vehículo blindado y empiezan a sacar la preciada carga, todo maletines metálicos, y a meterlos en el maletero del Mercedes. A plena luz del día. Como en una película de Hollywood.
Unos segundos más tarde los dos coches se dan a la fuga. Pero la acción no acaba ahí. Alertada desde la central, una patrulla policial que se encontraba en las proximidades se lanza tras los ladrones. Los localiza y comienza a perseguir a los dos vehículos a gran velocidad por las calles del centro de Berlín. Tras dos vertiginosos kilómetros en los que los vehículos se han saltado varios semáforos, el coche de policía sigue pegado al Audi y al Mercedes. Entonces, a la altura de la Neue Grünstrasse, un ocupante de este segundo vehículo saca un arma por la ventanilla y dispara en varias ocasiones contra los policías. Los agentes resultan ilesos, pero abortan la persecución. Un kilómetro más tarde, al ignorar otro semáforo en rojo, el Mercedes choca contra un vehículo y sus ocupantes saltan al Audi que, definitivamente, se pierde en la hora punta de Berlín.
Tercer acto
Las pesquisas de la fiscalía y la policía de Berlín llegaron en ambos casos, tras meses de indagaciones, al mismo resultado. Como en otras decenas de investigaciones que tienen abiertas, una palabra aparecía una y otra vez, aclarándolo todo y, al mismo tiempo, embrollando su resolución: Remmo. Ése es el apellido de un importante clan árabe establecido desde hace décadas en la capital -una familia procedente de Líbano aunque oriunda de Anatolia- y con una intrincada red de miembros y negocios turbios. Según informaciones coincidentes de distintos medios alemanes, se trata de una gran familia de más de 500 miembros en la que una importante proporción de ellos se dedica al crimen organizado. En distintos procesos, la fiscalía ha acusado a alguno de sus integrantes de delitos de lesiones graves, extorsión, robo, tráfico de drogas, encubrimiento, posesión ilegal de armas e, incluso, asesinato.
En el caso de la moneda pocos meses después se produjeron los primeros avances. En julio de 2017 la policía detuvo a cuatro personas, con la sospecha de que al menos dos de ellos perpetraron directamente el robo (uno de ellos apellidado Remmo) y de que uno de los otros dos actuó de cómplice. El juicio comenzó a principios de este enero. La policía alemana calificó ya el arresto de los cuatro hombres de “gran paso adelante”. Pero la moneda nunca se pudo recuperar. El responsable de la unidad de delitos contra la propiedad de la Oficina de Investigación Criminal (LKA) de Berlín, Carsten Pfohl, señaló que el objeto robado “probablemente” haya sido troceado, fundido y vendido. Seguramente nunca se recuperará.
La investigación del furgón también ha registrado avances. Gracias a restos de ADN en el Mercedes siniestrado y en alguno de los maletines metálicos del furgón que quedaron atrás, el pasado diciembre se detuvo a dos personas presuntamente relacionadas con el asalto. Uno es un miembro del clan Remmo. El otro está acusado de ser el cooperador necesario en la logística del delito, al haber provisto a los ladrones de uno de los dos coches robados y de la cizalla hidráulica.
El clan Remmo ha sufrido últimamente otros reveses. Algunos de especial relevancia. El pasado julio una macrooperación contra el blanqueo de capitales de esta mafia familiar registró 77 propiedades en la ciudad-estado de Berlín y en el adyacente Land de Brandeburgo. Los agentes se incautaron de títulos de propiedad por valor de 9,3 millones de euros, entre ellos un terreno de seis kilómetros cuadrados de cabañas de veraneo, muchos inmuebles y hasta una propiedad industrial. La fiscalía cree que la familia invierte parte del dinero de sus golpes en bienes inmobiliarios (el resto se blanquea en locales de prostitución, restaurantes y bares, principalmente). Para lavarlo y para beneficiarse de la actual bonanza en el mercado, donde los precios llevan años subiendo desbocados. Un total de 16 personas están siendo investigadas en esta trama.
Cuarto acto
Hay otros clanes operando en Berlín. Y muchos otros casos sin resolver. En la memoria quedan otros actos delictivos espectaculares perpetrados en Berlín y que, al menos en el imaginario colectivo de la capital, se han atribuido a estos grupos organizados. Como el robo con explosivos en 2014 de una filial bancaria, de la que se sustrajeron objetos en un centenar de cajas fuerte por más de 9 millones de euros (de los que nada se ha recuperado). Luego están los asaltos a furgones blindados en 2013, 2014 y 2016, que suponen ya un género en sí mismos. También están pendientes en la mesa de los investigadores los robos en un local de prostitución de lujo en 2016 y, dos años antes, en la sección de joyería del KaDeWe -el centro comercial más lujoso de la ciudad-. La lista no puede cerrarse sin el atraco a mano armada, en 2010, de un torneo de póker que se estaba celebrando en el “Grand Hyatt de la Potsdamer Platz.
Detrás de estos hechos podrían estar también miembros del clan Remmo o de alguna otra gran familia de la capital, como los Miri, de origen libanés, los Al-Zein, de ascendientes kurdos, y los Abou-Chaker, un clan de origen palestino. Las fuerzas de seguridad hablan de hasta una docena de bandas organizadas y basadas en lazos de sangre en la capital y otras ciudades alemanas. Algunas tienen varios centenares de hombres en la calle, muchos con delitos a sus espaldas. También suman en sus filas conocidos reincidentes y convictos. Los demás están en la cárcel.
Las relaciones entre los clanes no son sencillas. De hecho la policía teme que se pueda llegar a desatar ahora una guerra entre mafias en Berlín, a raíz de la fuga del conocido y polémico rapero alemán Bushido de la protección de los Abou-Chaker a la de los Remmo, un drama seguido a tiempo real durante los últimos meses por la prensa sensacionalista alemana, una rara oportunidad de entrever las entrañas de este mundo turbio, generalmente opaco y sumergido. El artista, que llegó a conceder a Arafat Abou-Chaker, uno de los líderes del clan, un poder notarial para que gestionase su multimillonaria fortuna, acabó el año pasado rompiendo relaciones con el jefe de forma abrupta y saltando a los brazos de los Remmo, una familia rival, para que se encargasen de sus finanzas y de su seguridad personal.
La historia se embrolló aún más hace apenas unas semanas, cuando Arafat Abou-Chaker fue acusado de tratar de organizar el secuestro de la mujer y las hijas menores de edad de Bushido. El rapto no se llegó a consumar, pero el artista y su familia están ahora bajo protección policial. El líder mafioso estuvo dos semanas en prisión preventiva -luego se le dejó en libertad por entender que no había riesgo de fuga- y la investigación sigue su curso.
La tensión se puede cortar. El fiscal jefe de Berlín, Jörg Raupach, aseguró en una entrevista a Der Spiegel que cuando un disputa entre los clanes se torna pública “hay que contar con que se llegue a lo físico”. El pasado junio unos desconocidos tirotearon reiteradamente un restaurante de los Abou-Chaker e hirieron de gravedad a dos personas. Abou-Chaker acusó a los Remmo del ataque en las páginas del tabloide Bild. Poco después la policía contactó al jefe de Abou-Chaker para advertirle que alguien quería asesinarle. En octubre unos desconocidos lanzaron una granada de mano al interior de un restaurante, unos hechos que la policía calificó asimismo como ajustes de cuentas.
Quinto acto
Müller, el subdirector del departamento de Comunicación de la Policía de Berlín, apunta a El Confidencial que en la actualidad están en marcha trece “complejos investigativos” sobre crimen organizado en la capital, entre los que predominan los ligados a los denominados clanes árabes. El año pasado eran nueve. “Sin embargo, agrega, esto no significa de forma obligatoria un aumento de la situación de peligro”, indica. El último informe del crimen organizado de la Oficina Federal de Investigación Criminal (BKA) indicaba que en 2017 este tipo de delincuencia tenía un “alto potencial de amenaza” para el país. En concreto, la BKA tenía ese año 572 procesos judiciales abiertos en este ámbito. La media de los diez ejercicios anteriores era, en comparación, de 577. El volumen de los daños era, por su parte, de 210 millones de euros, mucho menor que el del año anterior, cuando esta cifra se disparó hasta los 1.010 millones de euros debido a varios grandes golpes. Un estudio del Ministerio de Finanzas estimaba por su parte que el volumen de dinero blanqueado en Alemania en 2016 se sitúa entre los 50.000 y los 100.000 millones de euros.
El pasado noviembre los responsables de Interior, Justicia y Finanzas de la ciudad-estado de Berlín aprobaron un plan de cinco puntos para combatir desde todos los ámbitos a estas estructuras mafiosas. La estrategia contempla intensificar el seguimiento de los flujos financieros, castigar cualquier ilegalidad cometida por miembros de los clanes, dificultar el acceso a los grupos y facilitar el abandono, y mejorar la coordinación de las fuerzas de seguridad. “Tiene especial significado en este contexto la recuperación de activos, para quitarle a las estructuras criminales los beneficios de sus actos delictivos y evitar que se introduzcan en el circuito aparentemente legal”, explica Müller. Berlín ha anunciado asimismo que este año llevará a cabo 1.000 controles “dirigidos e intensivos” para detectar posibles casos de lavado de dinero en casas de juego, restaurantes y bares de narguile (pipas de agua orientales).
Según Axel Lier, periodista especializado en mafias de la capital desde hace 14 años, el plan del Gobierno de Berlín llega “décadas tarde”. Los clanes llevan desde los años 80 operando en la ciudad y están más que asentados en el inframundo criminal. Además, el proyecto tiene agujeros y demuestra, sobre todo, donde han fallado las autoridades hasta ahora. “En lo relativo a los clanes árabes ha faltado durante años la voluntad política, para confrontarlos de forma sistemática y coordinada”, asegura. De la misma opinión es Reiner Wendt, presidente del Sindicato Alemán de Policía (DPolG), que cree que con el actual “respaldo político” las fuerzas de seguridad están empezando a hacer “un buen trabajo”. “Por fin se les ataca de forma decidida. Ésa es la señal adecuada”, asegura.