Un estudio demuestra que la destrucción de la selva, frenada durante casi una década, vuelve a repuntar en 2013.
Unos cuantos miles de propietarios, con fincas de más de 1.000 hectáreas, son los principales responsables de la deforestación de la Amazonia. Un estudio, apoyado en satélites, muestra que el plan del Gobierno de Brasil para frenar la desaparición de la selva se está agotando. Incluso, en 2013, hubo un repunte de la tala de árboles.
A comienzos del siglo XX, el ritmo de deforestación de la Amazonia brasileña era tal que, antes de que acabara la centuria, la selva habría desaparecido. Sin embargo, en 2004, un plan de acción del Gobierno de Brasil, entonces presidido por Lula da Silva, consiguió frenar la tala y quema de árboles. El programa, que tiene por objetivo disminuir la deforestación amazónica un 80% respecto a la media del periodo 1996-2005, incluía la creación de nuevas reservas, la regularización de la propiedad de muchas pequeñas fincas, la promoción de sistemas agrícolas sostenibles y, en especial, la vigilancia del uso de tierras, llegando a multar a sus propietarios y hasta a embargarles.
Los frutos no se hicieron esperar. Hasta 2004, la Amazonia perdía unos 20.000 km2 anuales de media. En 2004, uno de los peores años, la cifra alcanzó los casi 27.000 km 2 cuadrados (2,7 millones de hectáreas). Desde entonces, el ritmo anual de deforestación se ha visto ralentizado hasta los entre 5.000 y 7.000 km2 anuales. Aunque los datos son positivos, lo único que ha conseguido la Amazonia es ganar tiempo. No desaparecerá en este siglo pero, de seguir así, sí en este milenio.
Un estudio realizado por el Instituto Medioambiental de Estocolmo (SEI, Suecia) muestra quiénes son los responsables de la deforestación que vive la Amazonia y quiénes han hecho más por su ralentización. Frente a anteriores investigaciones, que señalaban a la expansión fronteriza de los campesinos y pequeños ganaderos, los mayores culpables son los grandes propietarios. Unos cuantos miles que poseen más de 800.000 km2 de los cinco millones por los que se extiende la Amazonia brasileña.
“Primero están los grandes ganaderos (el 70%) y después los grandes y medianos cultivadores de soja (el 10%)”, dice el investigador del SEI y principal autor del estudio publicado en PNAS, el español Javier Godar. Combinando las estadísticas oficiales sobre el régimen de propiedad con datos obtenidos por satélites, como el del sistema DETER, el trabajo reparte responsabilidades.
Casi la mitad de la superficie deforestada entre 2004 y 2011, unos 36.000 km2 se produjo en áreas dominadas por las grandes propiedades, aquellas mayores de 500 hectáreas. Los medianos y pequeños propietarios se reparten a partes iguales otro 20%. El tercio restante de la deforestación ha tenido lugar en lo que los investigadores llaman áreas remotas, tan lejanas que allí no llega ninguna autoridad a comprobar de quién es la tierra y, aún menos, sancionar su mal uso.
La deforestación de unos y otros también es cualitativamente diferente. Las grandes extensiones arrancadas a la selva por los mayores propietarios, cuyas fincas tienen una extensión media de 7.000 hectáreas, no podrán recuperar de forma natural. Sin embargo, las pequeñas propiedades tienen un menor impacto en el área circundante y están menos degradadas.
“Los pequeños propietarios mantienen mejor la tierra. Abren zonas más pequeñas donde no hay efecto borde, la zona de alrededor sufre menos la sequía y se cierra más rápidamente”, explica Godar. En cambio, en una finca de 1.000 hectáreas, las semillas no pueden llegar hasta el centro y la zona está más expuesta a la erosión. Además, mientras el pequeño propietario tiende a quedarse allí donde ha abierto un claro, “el grande se mueve por un rendimiento rápido, planta, agota y abandona las zonas que se van degradando para abrir otras nuevas”, añade el investigador del SEI.
La deforestación creció un 28% en 2013
Su trabajo, aunque demuestra el éxito de las medidas para frenar la deforestación, también muestra que se están agotando. Los mejores años del plan ya pasaron. De una reducción del ritmo de deforestación del 88% en los primeros años se ha pasado a una reducción anual de apenas el 60% en los últimos años. Incluso, en 2012, hubo un incremento relativo de la deforestación del 28%, siendo la primera vez en una década que aumentaba el ritmo de tala.
“Es un gran desafío producir nuevas reducciones en la deforestación en el Amazonas usando el mismo enfoque de control y desincentivos legales, principalmente porque la deforestación está ocurriendo en más zonas, en unidades con tamaños más pequeños y en zonas más remotas, que son por tanto más difíciles de detectar y más costosas de controlar por unidad de deforestación evitada”, argumenta Godar.
De hecho, muchos propietarios están reduciendo el tamaño de las áreas deforestadas. Antes abrían zonas enormes y ahora abren muchas más zonas pero de menos de 25 Ha para no ser detectados. Por debajo de esa extensión, el sistema de vigilancia de las autoridades no puede detectar cambios en el uso del terreno.
Otro problema es que, aunque los grandes propietarios están bien fiscalizados, con miles de fincas embargadas, controlar el uso de los pequeños es mucho más complicado. Además de la limitación técnica, es mas costoso económica y políticamente ir contra ellos. Para Godar, si no hay un cambio hacia un modelo basado en incentivos, “la deforestación aumentará en los próximos años”.